Paulo Wilson: «Lo más fascinante es que Madrid no es Zúrich, y ojalá que nunca lo sea»
COLONOS
Con acento mozambiqueño cuenta que su Madrid es humano, flamenco y con deleite de jamón
Diego Revuelta: «Nunca he estado en una ciudad donde haya menos razones para irme a dormir»
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Paulo Wilson no es una 'celebrity' al uso. Músico de profesión, se ha desempeñado, y se desempeña como DJ, aunque, como él mismo admite, lo que de verdad le llena, dentro del eclecticismo de Madrid, es el flamenco. Y el jamón, que ... nunca un alimento, con todo lo representativo que se quiera, ha cambiado más una existencia. Lleva más de la mitad de su vida en España, en su capital que le dio la bienvenida junto a su esposa de entonces, Sonsoles Suárez.
Que se enamoró de la ciudad es una constante que sale en los primeros compases de la charla en el restaurante/lounge mexicano, Bakan, junto a la Puerta de Alcalá que ve pasar la Historia con su trampantojo y sus obras.
Lejos del tópico africano que tiene a Madrid como una mera parada en el camino a París, él se considera un enamorado de Madrid. Un enamorado al que en sólo año y medio le dio tiempo a encontrar ese romance urbano.
Se le ve en el restaurante 'El Babero', que es una zona donde el barrio de Salamanca no es lo que aparenta ser. Y si el jamón, se ha dicho, es uno de sus dilectos, el flamenco, insistamos, le fascinó desde el primer momento. Acaso por los ritmos concomitantes entre lo jondo y su terruño. Lo que llaman «la caja» y que fue un invento, genial invento, de Paco de Lucía. Añora, eso sí, que aquí los grandes músicos actúen en lugares reducidos.
Aunque no lo vocee, por propia humildad y por carácter, su matrimonio con la hija del presidente Suárez le permitió conocer a un tótem de la Historia de España, de la que es un aficionado. Quizá, como lusófono, la única 'saudade' que guarda en el alma es la de su ex suegro. Y él, consciente de los focos y de la pregunta, responde sobre este padre de la transición con lágrimas en los ojos. Tal es la admiración que colocaría estatuas de Suárez en todas las calles de Madrid.
Paulo Wilson ya sueña en español, y el madrileño le sale con el dulce acento mozambiqueño incluso cuando está con sus paisanos. Se despide con una suavidad y un saber estar que muchos podemos entender de dónde le viene.
—De Mozambique a España, no es un vuelo gallináceo de los que contaba Pla.
—Pues aterricé, con mi exmujer. Yo venía, siendo músico, de una provincia que se llama Nampula. Y es que yo desde siempre quería vivir fuera de mi país. Conocer mundo.
—Y eso que llaman el choque cultural. ¿Hubo o España/Madrid le conquistó?
—La herencia portuguesa me ayudó a integrarme rápidamente. Aparte que mi exmujer fue quien más me animó a conocer Madrid. Hasta el punto de que me enamoré de esta ciudad en menos de dos años. Un año y medio, para ser más precisos. No la vi como una parada hacia París, no. Vi que aquí estaba mi paraíso.
—No fue amor a primera vista. Pero casi.
—Es que esta ciudad tiene algo especial. Quizá sea su gente, la misma que me dio la bienvenida y me ganó.
—Nos cita en un restaurante mexicano. Algo habrá también de conquista por el estómago.
—Es lo que te decía. Salvando las diferencias, las cocinas tienen sus similitudes. Yo no había probado el jamón ni entendía su cultura, por ejemplo, y te digo que en ese enamoramiento madrileño el jamón de España jugó una parte fundamental. Y mira que hay jamones en el mundo.
—De un tiempo a esta parte, cuentan que esto puede ser un nuevo Miami. Por entrar en su terreno. El musical.
—Mira no me veo capacitado para hacer esta comparación. Lo que sí me he dado cuenta es que estoy asistiendo a un movimiento musical muy interesante. Sobre todo tras el silencio de la pandemia. Me refiero a las actuaciones en directo, a la música en directo. También es verdad que Madrid, frente a otras capitales, aún no ha asumido eso de que el gran músico toque en locales pequeños, frente a públicos reducidos.
—¿Y el flamenco? Dicen que es la unión de Asia, África y Europa.
—El flamenco es una de las cosas que más me gustan del mundo. Se aproxima mucho a los ritmos de Mozambique. Quizá sea por la caja, no sé.
—No me dirá que se conoce el Madrid más 'flamencón'.
—Pues te diré que el Válgame Dios es uno de mis templos.
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«En Madrid siempre vas a tener con quien conversar»
—Un madrileño es...
—Un ser cercano, generoso, dispuesto siempre a ayudar. Entras en un bar y nunca vas a estar solo, siempre vas a encontrar a alguien con quien conversar. Eso es Madrid, y eso, en el buen sentido, es un rasgo de proximidad que es muy africano.
—Su tesis me lleva a la siguiente cuestión. 'Madrid la nuit'.
—Pues soy muy ecléctico en mis gustos, ya te he citado el flamenco. Pero la variedad de Madrid bien que responde a mis intereses musicales. Y no sólo en la música, el crecimiento de Madrid en el sector del ocio ha sido increíble.
—Perdone el cambio de tercio. Usted tuvo relación con un tótem de la Historia de España. Le hablo de su ex suegro, Adolfo Suárez.
—Tuve el privilegio de conocerle. Lo que transmitió, lo que percibió la gente era real. Lo digo con toda la humildad del mundo, pero fue un ejemplo, de integridad a España. (Se le saltan las lágrimas).
—¿En qué sitio de Madrid merece Adolfo Suárez un monumento?
—En cualquier calle.
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—Preguntamos en estas páginas por lo peor de Madrid.
—No sé decirte. Quizá lo más fascinante de Madrid es que sea una ciudad defectuosa. Madrid no es Zúrich, y ojalá que no lo sea nunca.
—¿Piensa ya en madrileño?
—Cuando estoy en Mozambique y me emociono, sí, me sale naturalmente el español.
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