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En el barrio de Prosperidad ha nacido la Madrid Songwriting School (Saturnino Calleja, 6) una escuela que ha iniciado su actividad docente con el objetivo de ayudar a compositores noveles a profesionalizar sus canciones, en busca de que los estudiantes aprendan a componer canciones que conecten emocionalmente con su audiencia, con el potencial de cambiar la vida de quienes las componen y de quienes las escuchan.
«La idea surge como una especie de 'spin-off' de Zip Zap, una empresa especializada en composición de música para el audiovisual», explica Vicente Carrasco, uno de los responsables del proyecto. «Hemos querido unir nuestra experiencia como compositores y productores de música con la que tenemos como docentes, para ofrecer una solución a las personas que quieran aprender a componer canciones, separando 'the singer from the song', como decía Frank Sinatra. La escuela está comprometida con la excelencia en la enseñanza de la composición de canciones y la formación de futuros compositores profesionales. La escuela ofrece un enfoque práctico y una metodología innovadora para el aprendizaje de la composición de canciones».

Los cursos se imparten en las instalaciones de Zip Zap, donde los estudiantes tendrán la oportunidad de trabajar en un entorno de producción real y recibirán clases de docentes en activo. «En el mercado hay una gran oferta de cursos de producción e interpretación», explica Carrasco. «Pero nuestra sensación como compositores es que no hay una gran oferta en este campo, y la que hay, no está conectada con la realidad. La idea es dar soluciones a esas chicas y chicos que quieren aprender a contar historias con la música. Hay cursos más enfocados a las letras, y otros en los que se enseña cómo combinarlas con la melodía y el ritmo de la mejor forma posible».
Los cursos cuestan trescientos euros y se llevan a cabo los fines de semana de forma intensiva y en grupos reducidos, lo que permitirá una atención personalizada para cada alumno de forma que los profesores puedan captar de la mejor manera cuáles son sus debilidades y sus mayores virtudes. «El objetivo final es detectar talento», asegura Carrasco. «Nosotros producimos muchísima música a lo largo del año tanto en España como en Latinoamérica, y tenemos una gran necesidad de encontrar ese talento. Muchas escuelas de composición están totalmente desconectadas del día a día de esta industria, y lo que hace falta es formar a gente en el sentido de identificar el talento para ofrecerle herramientas para desarrollarlo».
Tal como explica Carrasco, el valor diferencial de la escuela está en que allí todas las vertientes del oficio de compositor están conectadas, de manera que la articulación del talento se produce de forma orgánica. «En Instagram, o en los bares de Madrid, se pueden encontrar grandes compositores. No hay por qué ser un gran artista, porque el compositor no tiene por qué serlo siempre. Pero lo que sí necesita siempre es tener cauces y herramientas para que su trabajo llegue al público».
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En Madrid Songwriting School, el final del proceso de aprendizaje siempre tiene un resultado tangible. «Cuando el estudiante acaba el curso, se lleva a casa una maqueta de la composición que ha realizado, y en ese sentido, al impartirse en grupos reducidos, el trabajo colaborativo fluye muy bien y enriquece la experiencia. Por eso, nosotros damos las clases mostrando todas las herramientas posibles que se puedan aplicar a los procesos creativos. Quien venga a nuestros cursos tiene que estar abierto de mente, no cerrarse a estilos musicales y dejar que la experiencia colaborativa dé forma al proceso de composición».