LAPISABIEN
Un Madrid machadiano
Hay que imaginar al poeta, sudoroso, subiendo por los atochales de Príncipe Pío a Rosales

A Don Antonio Machado, evidentemente, lo teníamos en la habitación triste colgado, 'mayúsculo', en un retrato que era una herencia del tío poeta que murió en sus asuntos de poeta: era el tío de Málaga un Vallejo con aguacero en las costuras del espíritu. ... Quizá fuera esa foto que le hizo Alfonso, en las Salesas, creo recordar, y donde se resume todo un sentir. Sus musas, su amplio dolor de España, que lo tuvo. Y un irse muriendo de fríos, de amores de tapadillo, de amores que fueron un helor de alma que hizo toda una vida.
Machado pasó, y bien, por Madrid, aunque luego la ciudad la tuviera en los expresos hacia el sur que le dejaban en los atochales por el que el 'poeta cívico' circuló en busca de su Guiomar. Hay que verlo, cargado de carbonilla, subiendo las cuestas de Príncipe Pío entre promesas de lirismo.
Machado fue, sin las fanfarrias editoriales de décadas después, la tercera España. Nadie, excepto sus viudas comerciales y políticas, le ha hecho un homenaje. Sí, fue republicano, pero no impuso más que melancolía en su clase de tedio y lluvia.
El Madrid de Machado, las ciudades de Machado que recopila amorosamente Carlos Aganzo, son cuarterones de la existencia del poeta. Hay que imaginarlo con un gabán de varios inviernos y el alma deseosa de musas. «Al cabo nada os debo», dijo; «me debéis cuanto he escrito». Así fue el Machado de ciudad en ciudad. El reloj de la Audiencia de Soria, o ese olmo viejo. Todos somos Machado y sus ciudades son patrimonio del alma.
En cuanto cruzo yo a Francia en el azul mediterráneo, me dicen de ir a darle flores a Machado. Nunca fui de romerías y lo recito en secreto. Las misas laicas de los republicanos 'cantan'. Él, desde Collioure, no dice nada. O dice todo. Los dioses le han callado a Serrat, pero tenemos memoria y memorias de una primavera leve y frígida en la alta Castilla.
Celebramos memoria. Memoria de sí y sus ciudades. Por ejemplo memoria de este Madrid, del Guadarrama frío que cruzaba por amor. Con la regularidad británica y del expreso de Segovia.
El Machado madrileño.
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