LAPISABIEN
Curro Sevilla
Pide lecho y fonda, que cree derecho constitucional para todo poeta. Dios lo oiga

Madrid, digan lo que digan reguetoneros y así, es la ciudad más literaria del mundo donde hay y pasan cositas, que diría el otro. Y no sólo en el mogollón del Siglo de Oro que es Huertas, con sus Lope y sus Cervantes ... con la coma mal puesta, con lo que duele eso a los ojos, a las retinas, a las gónadas y al corazón lector.
Digo que Madrid es literaria porque, de improviso, aparece una niña en una máquina de escribir, toda vestidita de blanco como una novia juanramoniana, o un aforista que por probar el humor negro anda en Soto del Real haciendo un dietario, y hasta Curro Sevilla, que tiene también su leyenda de fríos y errabundias: de Cascorro a Chamberí y pasando por el intercambiador de Moncloa.
A Curro Sevilla, con nombre que uno se imagina como de resaca de la Expo 92, con patillones y jipíos, lo conocí una tarde se soles plurales y flores que anunciaban la primavera madrileña. Fue en un chigre asturiano de Olavide y por insistencia de Juan Antonio Tirado, de Informe Semanal, que se propuso un inventario de la zoología más lírica de la ciudad. Al cabo, Curro Sevilla se sentó con una bolsa de grandes almacenes, cobraba por sus versos -bien que hace- y decir dijo poco. Más bien dio a entender su arte, a saber pintura y poesía así, 'arrejuntadas: a lo Alberti, pero como un Alberti mezclado con Miró, Doré y El Muelle.
Su arte, insistía, estaba perseguido; ¿por qué o quién?, no lo supimos nunca. Al final Curro Sevilla, que jamás salió con Quintero en 'prime time', nos encalomó un poema ilustrado y no lo volví a ver más hasta después de la pandemia, con un cartapacio de sus cosas por las calles cachondas de Argüelles, donde la clínica veterinaria a la que S. Molina lleva a ese gato suyo, hegeliano, al que ama a pesar de las alergias. Había que ver a Curro Sevilla, de profesión sus metáforas, entre las bellas universitarias y los 'cayetanos' peinados con laca.
Curro Sevilla no mendiga, y tiene un tupé gallardo de poeta. Curro Sevilla quizá nunca haya estado en la Sevilla de Machado, Bécquer o Cernuda. Sabemos que vive, antier mismo nos lo encontramos, y convinimos - que sí- en que en Madrid hay cositas si se deja de mirar al terraceo y se centra uno más en lo humano.
Lo último que hemos sabido de Curro Sevilla, el poeta lacónico a los márgenes de la Feria del Libro, es que tiene un tuiter donde va desarrollando en píldoras su pensamiento. Pide lecho y fonda, que es algo que él cree un derecho constitucional para todo poeta.
Dios lo oiga.
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