Iglesias del siglo XX: un diseño para acercar la fe
La arquitectura religiosa, tras el Concilio Vaticano II, llenó Madrid de templos que por fuera no lo parecían. Un cambio de paradigma que la Semana de la Arquitectura invita a conocer a través de un recorrido
Hay iglesias en Madrid que no parecen tales. En su exterior, porque no delatan apenas su actividad; en el interior, porque no responden al canon clásico. La arquitectura religiosa moderna se marcó como misión acercar la fe a los creyentes. Seguía los dictámenes del ... Concilio Vaticano II, y dio lugar a construcciones sobrias en sus materiales pero rabiosamente rupturistas en su diseño.
Madrid tiene muchos ejemplos de este cambio de paradigma en la arquitectura religiosa: la iglesia deja de ser el centro en torno al cual se levanta el barrio, y a veces incluso se construye después de terminarse aquel. Asume a la vez funciones de parroquia, lo que requiere de espacios adicionales para catequesis, Cáritas, apoyo social... La Semana de la Arquitectura, que se celebra este año hasta el 9 de octubre, ha incluido un itinerario por las iglesias del siglo XX en Madrid. Un recorrido que ha realizado ABC por varios de los templos que surgieron en las décadas de los 60 y 70, donde la expansión de las ciudades generó la necesidad de construir iglesias, y se contó con los medios materiales para hacerlas. Luego, la crisis del petróleo y el final del régimen cortaron en seco esta explosión de creatividad.
María Inmaculada
Es el caso de la parroquia de María Inmaculada y Santa Vicenta María (avenida de Brasil, 25), un templo rodeado de edificios de mayor altura que la aíslan y se diría que la esconden. Es fácil pasar al lado y no darse cuenta de que es una iglesia: una cruz muy discreta apenas destacada sobre la fachada, junto al nombre del templo, es todo su reclamo. El templo fue un encargo de la familia Huarte –muy vinculados a la construcción desde entonces, y con un papel activo en la potenciación de la arquitectura contemporánea–, que pidieron levantarlo sobre unos terrenos de su propiedad.
Sus arquitectos, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, «la hubieran preferido completamente enterrada en el terreno, poder pasear por encima del templo», explica el arquitecto David García-Asenjo, cuya tesis doctoral versa precisamente sobre la arquitectura religiosa moderna y es el cicerone del itinerario. Explica que hubo en esta época «un cambio de la presencia de la iglesia en la sociedad; lo de fuera no tenía importancia; lo de dentro es lo que tiene interés«. Y es que en estas décadas, de los 60 y 70, hubo muchos grandes nombres de la arquitectura dedicados a construir iglesias modernas. Como Luis Cubillo o Miguel Fisac, este último autor de la iglesia de Santa Ana, en Moratalaz, la primera proyectada siguiendo las directrices marcadas por el Concilio Vaticano II: sin misas en latín ni de espaldas a los asistentes. Fisac resolvió este cambio diseñando una planta en forma de óvalo en la que todo converge en el presbiterio, y donde los bancos están dispuestos en forma de abanico en el que el altar es su centro. Con estas innovaciones, llegó también a las iglesias el arte contemporáneo, como ocurrió con José Luis Sánchez y sus esculturas, presentes en muchos de estos nuevos templos.
En el interior de la parroquia de María Inmaculada, su diseño invita al recogimiento, aunque rompe con los esquemas tradicionales. Los materiales son básicos y sin revestimientos: el techo del templo se resuelve con unos casetones de hormigón, y las paredes son de ladrillo. Sólo destaca, y deslumbra, una cubierta inclinada que se convierte en un lucernario, cuya vidriera baña de luz el espacio.
San Fernando
Muy cerca, en Alberto Alcocer, 9, se encuentra la parroquia de San Fernando, obra de Luis Cubillo de 1970. «Especialista –explica García-Asenjo– en construir iglesias baratas». En este caso, únicamente con un muro de ladrillo, luces pequeñas y vigas de poca longitud en acero, crea un espacio espectacular donde casi no hay fachadas y las cubiertas se prolongan hasta casi ras de suelo.
Llama la atención el techo con estructura metálica y las vidrieras de Arcadio Blasco, donde los motivos religiosos clásicos se sustituyen por la fuerza de la luz atravesando cristales multicolores.
Hay en este templo un desdoblamiento de los espacios, muy típico de la arquitectura religiosa contemporánea, entre el que alberga el altar –con los feligreses sentados en torno, en semicírculo, y un original Cristo realizado en metacrilato sobre el mismo–, y aquel donde se encuentra el sagrario, con obras de José Luis Sánchez en hormigón dorado. En el caso de la parroquia de San Fernando, también cuenta con una zona separada para el baptisterio.
Como ejemplo de que todo está pensado en estas construcciones, donde nada se deja al azar, basta una vuelta alrededor de la construcción para apreciar en los jardines anexos varios cipreses –cuya resina perfuma el ambiente–, y un detalle sólo apto para los observadores más finos: el recuadro de tejas de vidrio que se corresponde con el espacio más sagrado del templo, y que lo ilumina directamente desde el techo.
La Araucana
En la calle de Puerto Rico, casi tropieza uno con la parroquia del Espíritu Santo y Nuestra Señora de la Araucana, obra de Luis Moya. Una iglesia con arcos de ladrillo construidos en sentido perpendicular al altar. «Un edificio fantástico y desconocido», reconoce el arquitecto David García-Asenjo, autor de 'Manifiesto arquitectónico paso a paso' (Libros.com), donde recorre parte del patrimonio arquitectónico moderno escondido en los barrios de Madrid.
Los nuevos tiempos que el Concilio Vaticano II trajo a la Iglesia contagiaron también a sus templos, donde las modificaciones en la liturgia –con el fin de las misas de espaldas al público– coincidieron en el tiempo con una mayor libertad formal y no poca osadía, pese a la falta de medios en muchos casos. La arquitectura religiosa quiso acercar a los creyentes a la fe, a través de estos espacios que eran en muchos casos un derroche de imaginación y talento. «Se producían obras que seguramente no se podrían construir ahora», lamenta García-Asenjo.
Iglesia de Guadalupe
La última parada del recorrido es la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, frente al Parque de Berlín, construida en torno a 1965. Este popular templo fue proyectado en México por el arquitecto de aquel país Enrique de la Mora, con colaboración en el diseño de las estructuras del ingeniero español Félix Candelas, exiliado en México por sus ideas republicanas al terminar la Guerra Civil, y del arquitecto español José Ramón Azpiazu –que intervino también en el Canódromo de Carabanchel–.
A partir de estos mimbres, se levantó el templo que forma una cubierta de hormigón de formas redondeadas irregulares, apoyada sobre cuatro grandes pilares. Láminas finas de hormigón, rectas, conforman una superficie curva, con lucernarios laterales y en el remate de la cubierta.
Una iglesia en evolución se vio reflejada así en una obra arquitectónica basada en la modernidad, con altares centrados con los bancos en torno en forma de semicírculo, materiales básicos y sin lujos, y planteamientos originales y bien resueltos. Y Madrid está llena de estas pequeñas joyas de la arquitectura religiosa del siglo XX.
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