Los espejos diversos de Alejandrina Gessler, «modernista futura», hoy en el Ateneo
La docta casa acoge esta tarde a las 19.30 la presentación del libro 'La volcánica cabeza de Anselma'. Un sesudo estudio sobre una pintora y escritora que gozó de una fama que ha desaparecido

El valor de una ilustrada que rompió esquemas, el Cádiz y el Madrid y el Paris decimonónicos, una artista que siempre llevó a la Tacita de Plata y a España en las últimas habitaciones de la sangre, y todo un ejemplo de lo que ... supuso la pintura del XIX en nuestro país. Regionalista, orientalista, Alejandrina Gessler Shaw, alias Anselma -y según su más y completa biógrafa Laura Triviño, «Anselma la pintora»- fue una revolución en los lienzos que vino del sur.
En un inicio autodidacta, pasó también por el academicismo de las primeras lecciones en Andalucía hasta perfeccionar su técnica en París con Charles J. Chaplin.
Procedía Anselma de familia de abolengo cosmopolita, algo común en la geografía gaditana. Se casó con un diplomático francés al que tuvo el valor de retratar frente a los pruritos de la época, y, andando el tiempo, la creadora gozó de un brillo en su época, de un reconocimiento público, que la estudiosa no entiende cómo ha ido desapareciendo. Lo explica en su libro 'La volcánica cabeza de Anselma', editado por la Universidad de Málaga.
Para entenderla hay que mirar el cielo de la cacharrería del Ateneo -donde las salidas de tono de Valle-Inclán o de Ruano- para darse cuenta de su importancia; ahí está su obra, en el caserón de la calle del Prado, en representación de 'La Elocuencia abrigando bajo la bandera española a la Plaza y a las Bellas Artes'. Por eso mismo, la 'docta casa' le rinde homenaje este lunes, a las 19.30, con la presencia de la periodista gaditana Sandra Golpe, la escritora Margarita Hernando de Larramendi, la responsable de la editorial académica, Rosario Moreno Torres-Sánchez, y la propia investigadora. Una investigadora a la que según Golpe precede «un pedazo de currículum vítae»; dicho así, de gaditanas maneras.
El influjo de Tánger
Pensar en Anselma o en Alejandrina Gessler es viajar a un pasado no tan lejano. Hay que situarse y entender Cádiz como el lugar donde las sangres del norte se mezclaban y donde resonaban dos realidades: ser cuna de Occidente y ese reducto de libertad que vio nacer a La Pepa y donde el pintoresquismo es toda una forma de ser. Ciudad de torres vigía que miraban y miran al infinito americano, que 'espejeaban' en aquel Tánger que la artista visitó y que no era tan diferente de su tierra natal, esa «de la que nunca se olvidó», a decir de la especialista.
Aunque hay que ir por partes, y ver las historias paralelas, o no tan diversas, entre biógrafa y biografiada. En 2007, Laura Triviño cayó en la cuenta de que la Academia de Bellas Artes de Cádiz había nombrado con membresía plena a cuatro mujeres. A partir de ahí Triviño tiró del hilo, y se encontró con una mujer, Anselma, que tuvo la gloria en su tiempo. Que a los dos años de su muerte contaba con dos biografías completas, y cuya memoria fue disolviéndose sorpresivamente.
«De ser una persona muy visible pasó a ser invisible»
De «ser una persona visible pasó a ser invisible», y Triviño sabe que quien ha sido biografiado tiene un mérito, acaso porque en su circunstancia destacó con creces. Más aún cuando el sujeto sobre el que poner la luz vivió «situaciones excepcionales» para la época, como la de que una mujer recibiera remuneración económica por pintar, o que la Gessler fuera socia honoraria del Ateneo de Madrid bajo la presidencia ateneísta de Cánovas, o que ambas compartan lugar de nacimiento. Todo suma en el proceso de investigar una vida ajena, tan rica, hasta ir haciéndola propia.
Confiesa Triviño, algo abrumada por la contundencia de su trabajo, de su «primera tesis doctoral», que su labor ha sido la contraria al común de los estudios biográficos sobre otras y otros creadores. Más o menos ha sido - y sigue siendo, pues el investigador nunca descansa- como componer e ir hilvanando una existencia, con todas lagunas o los errores que la historiografía ha dado por supuestos. Esto es, con la conciencia de que no toda la producción de la artista se conoce y que espera que con «su granito de arena» se vaya descubriendo entre galeristas, museólogos, o simples curiosos.
Mérito de Triviño ha sido ponderar el libro memorialístico que Anselma escribió, 'Recuerdos de Cádiz y Puerto Real', en el que bajo otro seudónimo, el de Fulana de Tal, la pintora rescató sus primeras vivencias. Los recuerdos de los títeres de la Tía Norica y esa Bahía gaditana antes mentada aparecen ahí, vivísimos.
El seudónimo
Estamos otra vez ante la alteridad del seudónimo que, por muy veraz que parezca, es siempre un elemento más de confusión para el autor y el lector. En cualquier caso, si hacemos caso al adagio por el cual la infancia es un jardín que se juega de mayor, el libro goza de amenos capítulos aparte de ser una herramienta para profundizar en la sociedad gaditana de aquel tiempo y aquel país.
Pero hay más. Gessler fue una excelente copista de Diego de Velázquez, trabó una más que probable amistad con Federico de Madrazo, a la sazón director del Museo del Prado, y expuso en el Salón de París. En el juego de espejos concomitantes que propone el libro y la presentación, Triviño se define como esa «modernista futura» que era como Anselma miraba al porvenir. Más o menos en la línea del retrato que le hizo su amiga Henriette Brown y que acompaña este texto.
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