skyline MADRILEÑO
El luminoso de Schweppes: medio siglo de un icono
Ayer se cumplieron cincuenta años de la concesión del permiso del fotografiado cartel, declarado por la Comunidad como Bien de Interés Cultural en 2018
Ayer se cumplieron cinco décadas, toda una vida, de que se admitiera la licencia para colocar a una altura de vértigo en el edificio Capitol los más de 100 fluorescentes tan coloridos en una ciudad gris. La que necesitaba un poco de modernidad en aquella ... década, los setenta, llamada a cambiar el mundo. Casi seiscientos kilos soportan la luminaria, o mejor dicho, la llevan soportando desde hace medio siglo. Una luminaria a casi cuarenta metros de altura y de cerca de cien metros cuadrados. Un verdadero Faro de Costa en seco que suele ser, para el foráneo, el icono contrario al traje de gitana y al botijo y hasta de otro indultado: el toro de Osborne. En palabras de Andrés Trapiello en su extenso breviario del Madrid total, el edificio del Capitol (y con él el cartel), «con su aire náutico, aproando la Gran Vía, le quita a Madrid toda su nostalgia de mar».
Luz en la Gran Vía
La historia de la ubicación previa a la colocación del cartel es curiosa; la del edificio Capitol que hoy casi acuna desafiando a la gravedad a la marca de la tónica y que empieza cuando se bosquejaron los primeros planos en el cerebro y en los dedos de los arquitectos Luis Martínez-Feduchi y Vicente Eced Eced tras un concurso público en el que la idea era eso mismo; hacer de Madrid una metrópolis que se sintiera como tal y dotarle de un icono que reflejara progreso y cosmopolitismo en una Gran Vía de construcción no tan atrás en el tiempo (corre 1933 cuando finalizan las obras del edificio), que si bien tiró conventos, casonas y leyendas, le dio a la ciudad su Quinta Avenida. Aunque aún faltaba mucho para que el madrileño incorporase la calle a sus actividades de esparcimiento. Y ahí quedaba, en las alturas y en el proyecto inicial, espacio para la Publicidad como lenguaje (no el mero anuncio) que a esas alturas ya había fascinado, un poner, a García Lorca y a demás intelectuales como un arte emergente.
Antes
Después


Algunas marcas pasaron por esa zona noble de la publicidad capitalina y nacional como Fortuna, Grundig o Camel, pero fue antes la visión comercial del inventor de la Schwepps, el ginebrino Juan Jacobo Schweppe, quien modificó su apellido con ese apóstrofe y esa 's' que hicieron de su experimento del agua carbonatada a la que le añadiría después quinina la tónica internacional del neón de marras. Aunque esa es otra historia, como historias anónimas y bien conocidas se han escrito o rodado abajo o arriba del cartel: bien con un patrocinador, bien con otro.
El cartel de 'El crack cero' de José Luis Garci, obra de Miguel Navia, refleja una Gran Vía extrañamente oscura, alumbrada, desde el Capitol, por una conocida marca de tabacos. Cuando fumar no estaba mal visto y pasear por la Gran Vía, a la hora que fuese, era «tema para un artículo», según Francisco Umbral.
Indispensable al turista
Quizá sea la última escena de 'El día de la bestia' la que inmortalizó el multineón de Schwepps, aunque se grabó en estudio y no sin complicaciones. Y quizá por eso y por ser Callao un nuevo Kilómetro 0, en 2018 la Comunidad de Madrid lo incluyó como BIC (Bien de Interés Cultural) en su listado. Con el tiempo se vería que su luz ponía claridad en las traseras de la Gran Vía, durante mucho tiempo algo así como un Patio de Monipodio. Epicentro de la peor golfería madrileña.
Ayer, junto al lugar de autos, una pareja se sacaba un selfie al sol duro que se acerca al ferragosto madrileño. Ana y Jorge, de México, prometían «verlo al atardecer». Y sí, lo tenían guardado «en su ruta de Madrid junto al Prado». Pese al calor.
Pasen las plagas bíblicas que pasen, el cartel seguirá contemplando el tiempo, la ciudad. Con sus luces y sus claros que, cuarenta metros abajo, se desarrollan con el vértigo de la urbe infinita.
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