CHAMARTÍN

Las víctimas del crimen de la peluquería habían quedado para cerrar una venta de droga

El fallecido y el herido fueron objeto de un «vuelco»: los agresores se llevaron 3.000 euros y la partida de cocaína

Fabián José, en la peluquería del crimen ABC

C. HIDALGO/M. R. DOMINGO

La Policía Nacional trabaja con la hipótesis de que el crimen cometido en la peluquería de la calle de Costa Rica, 13 (Chamartín), el viernes por la noche responde a un ajuste de cuentas. Fuentes de la investigación señalaron a este periódico que el fallecido y el dueño del negocio, que está grave, se habían citado con sus agresores para cerrar una venta de droga. Sin embargo, fueron objeto de lo que en el argot se denomina un «vuelco»: se quedaron sin droga y sin dinero.

La hora de la cita fue fijada en torno a las diez y media de la noche. La peluquería y centro de estética Essi estaba cerrada al público. Pero en su interior aguardaban Harold Wilson Quintero, colombiano de 41 años, y su amigo Fabián José Hernández Cardona, de 43 y peluquero. Presuntamente, estaban esperando a cuatro personas, al parecer dominicanas, para un intercambio de estupefaciente.

Sin embargo, los colombianos, supuestamente, fueron víctimas del «vuelco» y los asaltantes les arrebataron 3.000 euros, que, según nuestros informantes, podría ser el precio que iban a pagar por la cocaína. Opusieron resistencia ante la «estafa», se generó una discusión y los dominicanos les dispararon.

Harold Wilson recibió dos balazos en la cabeza , que lo dejaron muerto de manera instantánea. Fabián José fue tiroteado en el abdomen y quedó en estado grave. Fue trasladado a La Paz por el Samur-Protección Civil.

La pareja del finado esperaba en un bar cercano y, al enterarse de lo ocurrido, se escondió entre unos setos, presa del pánico y en estado de «shock».

Los homicidas subieron al Seat León negro en el que habían llegado y huyeron hacia el paseo de la Castellana.

La cita entre el dueño de la peluquería, Fabián José Hernández, y su compatriota Harold Wilson Quintero, al parecer, se repetía casi todos los viernes desde hacía un tiempo. «Su amigo solía venir después del cierre, pasadas las 9 de la noche. Se tomaban unas copas dentro. Y, a veces, también les acompañaban sus parejas», cuentan quienes les conocían desde hacía ocho años, cuando abrió el negocio.

Hernández, que había adquirido el centro de estética en 2008, logró reflotar un negocio que se traspasa en plena crisis. Desde hace cuatro años vivía con su mujer y su hijo de 5 años en unos bloques del barrio, de clase media-alta. «Tenía don de gentes y sabía camelarse a los clientes», relatan sus vecinos.«Llevaba al crío a un colegio privado.Estaban totalmente integrados y en pocos años habían conseguido tener un buen nivel de vida», añadían.

Al cierre de esta edición, el Grupo VI de Homicidios seguía buscando a los cuatro agresores.

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