«A todos nos dieron una segunda oportunidad y ahora nos toca ser esa mano amiga»
120 jóvenes vulnerables que estudian hostelería en la Quinta de los Molinos cocinan para familias sin recursos
Pese a que llevan mascarilla, cuando hablan de cocina, sus sonrisas se dibujan hasta con los ojos. Sus orígenes son muy diversos -Chile, Marruecos, República Dominicana...-, pero en su pasado tienen un denominador común: provienen de familias vulnerables y a su corta edad han tenido que superar situaciones quizá demasiado complejas. Mientras trocean cebolla y pimientos con la maestría de un chef experimentado cuentan cómo la hostelería ha sido su bote salvavidas, un billete hacia una vida mejor. Hamza, Jennifer, Michael, Estéfani, Elisabeth y Nabila son seis de los 120 jóvenes que cada año se forman en los fogones de La Quinta Cocina , un proyecto del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social dirigido por la ONG Cesal en el palacio de la Quinta de los Molinos . Tras los cuatro meses de formación teórica y práctica en la cafetería del palacete, atendida por los propios alumnos, ponen a prueba su aprendizaje dos meses más en conocidos restaurantes donde muchos han logrado la salida laboral que tanto anhelaban.
«Es una buena oportunidad, porque me acoplan los horarios de trabajo para que pueda cuidar de mi hija»
Hace ocho meses que a Jennifer Peguero le cambió la vida. Tras nacer su hija y tener que hacerse cargo ella sola, con apenas 17 años, necesitaba buscar una salida laboral para mantenerla. «Empecé en julio el curso y creo que es una buena oportunidad, porque me acoplan los horarios de trabajo para que pueda cuidar de mi hija», cuenta esta dominicana que aprendió muchas recetas de observar y cocinar junto a su abuela desde los 7 años.
Como una forma de devolver la confianza y la ayuda que un día les prestaron cuando más lo necesitaban, durante el confinamiento muchos de ellos han colaborado elaborando mil menús al día en las cocinas de Gastrolab, en Villaverde. «A todos nos dieron una segunda oportunidad y ahora nos toca ser esa mano amiga que nos ayudó cuando más desamparados estábamos», expresa Elisabeth Moreno, una de las alumnas, de 22 años. «Cuando vienes a este país, no tienes trabajo, familia ni nada y pasas momentos duros. Cuando ya has pasado por esa experiencia sabes lo que se siente y eso te toca un poquito más para ayudar a otras personas», añade consciente de la dureza de no tener a nadie en quien apoyarse.
«Me apunté al curso de cocina para cambiar de vida, porque tenía una situación compleja en casa y quería una salida»
Michael Loyola, de 23 años, aún era menor de edad cuando encontró en la cocina su refugio. «Fue la trabajadora social la que hace seis años me propuso que empezara un curso similar a este. Me apunté para cambiar de vida, porque tenía una situación compleja en casa y quería buscar una salida », cuenta este joven de origen chileno, que se crió en el barrio de Puerta del Ángel con su abuela y su hermana. «Cuando empecé no había cocinado en mi vida, ni para mí ni para nadie. Pero después de seis años aprendiendo tengo que decir que engancha», reconoce. Al igual que Elisabeth, en cuanto le propusieron ponerse la chaquetilla en las cocinas de Villaverde no lo pensó dos veces: «Fue muy gratificante. Igual que a mí me ayudaron en su día, yo también tenía que hacer todo lo posible por ayudar».
La generosidad y la mano tendida de un sacerdote llamado Jesús recibieron a Hamza Hamoud cuando llegó a Madrid tras pasar dos años en un centro de menores extranjeros no acompañados (menas). Él le dio su primer trabajo y gracias a él conoció el proyecto de Cesal. El pasado diciembre, tras los cuatro meses de formación en La Quinta Cocina, comenzó las prácticas en el Café Gijón , donde su buen hacer le ha labrado un contrato .
«Estuve en un centro de menas y ahora trabajo en el Café Gijón. Cuando me dieron la oportunidad, la quise aprovechar»
Cuando cruzó la frontera no sabía ni siquiera hablar español y hoy ya puede decir que trabaja en uno de los restaurantes más célebres, donde se sirvió a personajes tan relevantes como Ramón y Cajal, Galdós o Valle-Inclán . «Cuando era pequeño tenía el sueño de ser cocinero. Me pasaba el día en Youtube viendo vídeos y practicando. Cuando me dieron la oportunidad, la quise aprovechar. Si tienes paciencia y claro tu sueño, todo llega», asegura, feliz. «Ese espíritu de luchar por autorrealizarse lo llevan viviendo desde que salen desde casa con 12 o 13 años, y se nota. El jefe de cocina está contento con él y se merece esta oportunidad», valora uno de los propietarios del Café Gijón, José Manuel Escamilla .
Ejemplos de éxito como el de Hamza son, en palabras de la vicealcaldesa, Begoña Villacís , una lección de «autoestima» para que los jóvenes de entornos vulnerables «crean en sí mismos». El proyecto de La Quinta Cocina demuestra, según Villacís, que si se apuesta por los jóvenes y se les da «confianza para que se formen», podrán «aportar su experiencia a la sociedad».
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