Teresa, retrato de una envenenadora en serie
La principal acusada, vertía lejía en la comida y la bebida de la familia con la que convivía, en Móstoles
Una mujer rubia entra en la cocina, abre un táper de comida y le echa un líquido transparente que contiene en una taza roja. Lo cierra y lo guarda en el frigorífico. Ella es Teresa, uruguaya de 70 años, más conocida como la «envenenadora de Móstoles» , que ahora está detenida por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa. Y este es el procedimiento diario que seguía para, presuntamente, intoxicar a sus víctimas , la familia con la que convivía: María Fernanda Maldonado, de 45 años; sus hijos Michael y Jair Jiménez, de 23 y 19 años, respectivamente; y su sobrino Josué Martínez, de 21 años.
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Teresa aprovechaba las horas de madrugada, cuando el resto de los habitantes de la casa dormían, para elaborar la pócima tóxica de lejía e insecticida que después vertía en los alimentos y bebidas de sus convivientes. «La convivencia con ella era fatal» , cuenta a ABC Michael, el hijo mayor envenenado –al que Teresa también acusó de «acoso sexual» después de un enfrentamiento con este–. «Ella decía que la acosaba, que me metía en su habitación porque quería verla en ropa interior y que mi primo y yo la mirábamos cuando estaba en la ducha», relata Jiménez, que no entiende el «cambio tan grande» en su proceder.
«Teresa entró en la casa siendo una persona amable, tranquila e, incluso, tierna », asegura. Pero al cabo de unos meses, la situación se torció: «Tuvimos un par de discusiones por temas de la casa y, a raíz de eso, ella empezó a cambiar ». Un «infierno» que ha durado casi un año. En enero y febrero comenzaron a notar «cosas raras». La comida y la bebida tenían «mal sabor y un olor extraño» . Además de que «la lejía y los productos de limpieza se agotaban antes de lo normal», expresa el joven, quien asegura que estos hechos «no eran cosa de un día» y que enfermaban «constantemente». Al principio, María Fernanda pensó que sus hijos habrían comido «demasiadas golosinas», pero el malestar se hizo latente y empezaba a convertirse en su día a día . También el agua de Milka, su perrita, «tenía un olor similar al de la lejía». Al poco tiempo su mascota comenzó a presentar diarreas. Los problemas de salud y convivencia se fueron sucediendo y avivaron los recelos de la familia.
Pillada «in fraganti»
Fue tal la desconfianza de sus allegados, que decidieron colocar cámaras ocultas en varias partes de la cocina de la vivienda. La primera, en el interior del enchufe de la pared, justo al lado izquierdo de la encimera. María Fernanda solicitó entonces una orden de alejamiento para ella y su familia que quedó en el aire, porque en las imágenes «no se le veía directamente manipular nada». Un armario se interponía entre la envenenadora y el objetivo de seguridad.
Entonces, decidieron colocar una segunda cámara , en la lámpara del techo de la cocina. La misma que les salvó la vida. Las grabaciones confirmaron sus sospechas y cazaron a la envenenadora «in fraganti». La videograbadora captó a la mujer, efectivamente, vertiendo algún tipo de producto en los alimentos y bedidas de sus convivientes. Así, con las pruebas en la mano, los afectados procedieron a facilitar las imágenes a los agentes de la Policía Nacional encargados de la investigación. Una vez comprobados los hechos, los investigadores detuvieron a la inquilina por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa . Además, tras pasar a disposición judicial, se decretó una orden de alejamiento respecto de las víctimas.
Para más inri, al día siguiente de su detención, cuando la familia se disponía a recoger las pertenencias de Teresa, encontraron en su habitación un bote de insecticida –con el que supuestamente les intoxicaba–, un martillo y un cuchillo debajo de la almohada. Los afectados, con miedo, creen que «pudo tenerlos ahí por si fallaba su método de envenenamiento».
La acusada, por su parte, asegura que desinfectaba todo por el Covid-19. « Yo fumigaba todo y lavaba los utensilios de la cocina con lejía », declaró en El programa de Ana Rosa. Los vecinos, de momento, no dan crédito. «No teníamos mucha relación pero parecía una señora normal. Iba siempre bien vestida, salía a hacer la compra... Nunca lo hubiera imaginado», relata una persona del mismo bloque. La decisión final está ahora en manos del juez .