El teatro más íntimo se hace en Lavapiés

Tres bancos, tres actores y un perro de porcelana en el «infierno de la conciencia» que propone Sartre en «A puerta cerrada»

Los protagonistas de A puerta cerrada LA PUERTA ESTRECHA

N. MIRA

Una pequeña sala con tres filas de sillas donde se sientan quince personas. Un metrónomo resuena, constante. El mismo que se retuerce durante toda la obra. Aparte de eso, silencio. Oscuridad. Tic, tac. Ya sale alguien. Es Garcín, uno de los personajes que creó Jean Paul-Sartre en A puerta cerrada . Pronto aparecerán en escena también Inés y Estela. El calor les acecha. El infierno es sofocante.

Tres bancos y un perro de porcelana presidiendo el escenario de esta sala de la calle Amparo, montado por La Puerta Estrecha. Tres personajes, conscientes del sufrimiento que han provocado en otros y de sus crímenes. Tres personas que saben diferenciar el bien y el mal, que asumen su culpa pero no sienten ni piedad, ni compasión. Ni se arrepienten. Bienvenidos al infierno de la conciencia, donde el infierno son los otros.

La obra del filósofo francés, estrenada en 1944, hoy tiene más de reality show que de análisis existencialista del individuo. «Un Gran Hermano, pero con cuidado teatral y sartreano », comenta Eva Varela , la directora de la obra, que interpreta también a Estela. La compañía escogió esta creación como muestra de «la genialidad del filósofo para presentar al hombre y mujer occidentales en sus preocupaciones, dolores e inquietudes, ocupados en resolver sus problemas más cotidianos».

Una a una, planean sobre el reducido patio de butacas las cuestiones que Sartre imprime en su obra y resurge su propuesta de recuperar un sentido del «teatro como ritual social, no virtual, en el que su función catártica vuelva a instalarse, para recordarnos que la única salvación es colectiva y que la toma de conciencia es una necesidad impostergable».

Lavapiés, barrio de teatros

Hace diez años que nació La Puerta Estrecha desde la perspectiva del « teatro como espacio público y privado a la vez . Una casa propia donde mantener unas condiciones de creación permanentes, y al mismo tiempo, donde difundir el resultado de ese trabajo», señala la directora.

Un espacio de creación independiente, como los que han aflorado en los últimos años al abrigo del barrio de Lavapiés y que han hecho de este barrio la nueva referencia cultural y teatral madrileña , con iniciativas como Barrio de Teatros . Esta es una iniciativa que reúne catorce espacios diversos y heterogéneos que tienen como nexo común «el teatro y la dignidad de este trabajo», según recogen en sus estatutos. Surge en época de crisis para buscar una alternativa a la creación y la difusión de las artes escénicas, pero no lo hace en un lugar cualquiera, sino en Lavapiés.

«Lo que nos diferencia, y es la base de nuestra programación , es haber optado por privilegiar la creación teatral, cuyo objetivo principal es comunicarse, no venderse, y desde esta perspectiva, el público no es consumidor, ni tampoco cliente , es la parte indispensable que necesitamos para generar esa comunicación desde la que poder llevar a cabo nuestra aportación, desde la que “enseñar” y aprender», apunta su directora.

Afuera empieza a notarse el otoño, pero dentro, en esta sala algo escondida del barrio, tres actores luchan contra su conciencia, y con la de su público. Lo harán hasta el 19 de diciembre, los viernes a las 20.00 horas y los sábados a las 22.00 .

«No hay tortura física, ¿verdad? Y sin embargo, estamos en el infierno. Y no ha de venir nadie. Nadie. Nos quedaremos hasta el fin, solos y juntos », se dice –y nos dice– Gracín.

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