La silenciosa despedida del videoclub más antiguo de Madrid
Fernando Navarro, dueño de Import Video, se jubila y echa el cierre a 40 años de cine en Vallecas

La fachada es tan discreta, y está tan enterrada en un mar de antiguos carteles de películas y anuncios que resulta difícil imaginar que detrás se encuentra el videoclub más antiguo de Madrid. O, más bien, se encontraba. Tras 40 años dedicados a un sueño, Fernando Navarro echa el cierre de Import Video , un monumento al cine en pleno barrio de Portazgo, en Puente de Vallecas. Ahora, apenas quedan unas marcas marrones donde antes se alzaban columnas de películas, que llegaban hasta el techo y bordeaban el único tramo liberado en toda la tienda: el estrecho pasillo que llevaba al mostrador. Las paredes parecen un mosaico de ausencias , una sucesión de rectángulos blancos y chinchetas donde antes cientos de pósteres servían de decoración.

En los últimos tiempos, el videoclub se había convertido en la única ocupación de Fernando. Hace 20 años que no se coge vacaciones ; 18 sin tener un solo día libre o sin ir al cine. Asegura que no hay otra manera de mantener el negocio a flote. «El vídeo de alquiler hace más de un año que no es que no sea rentable, es que da pérdidas . Lo que me daba beneficio era la venta. Poco, pero al tener un estocaje muy elevado… Y compradas casi todas en ocasión». Recuerda que llegó a tener 10.617 socios –«de los cuales no venían nada, ni 100»–, pero que al llegar Netflix se volvió imposible competir. Aun así, decidió mantener el alquiler para estar al día de los últimos estrenos. Si no, el local se hubiera convertido «en un simple negocio de venta de películas de segunda mano».
La pasión de Fernando por el cine surgió a una edad muy temprana. Su padre, que trabajaba de corrector en este mismo periódico hasta altas horas de la madrugada, solo tenía libres los domingos, y la familia empezó a salir al cine esos días. Pero pronto se dieron cuenta de que no podían permitirse ir los tres. Así que tomaron una decisión: Fernando se encargaría de acompañar a su madre mientras su padre descansaba y, a la vuelta, le contarían las películas que más les habían gustado. «Hacía yo de hijo y de padre», recuerda con una sonrisa. «El sentirse mi madre bien, y no echando de menos… En las familias lo importante es entenderse bien y adaptarse a las circunstancias». Más tarde, al recibir siempre en casa el ABC, estudiaba la cartelera y las críticas de las películas; y así, por los cines, acabó conociendo Madrid. «Así conocí también Vallecas, por el Excélsior , mucho antes de imaginar que acabaría teniendo un local aquí», recuerda Fernando. «Era de los pocos cines que tenía un programa doble en el que las dos películas eran de alto nivel». Cerró en el año 2000, dejando al distrito huérfano de salas de barrio.
Fernando es capaz de recordar a la perfección los diálogos de sus películas favoritas. «Mi socio tenía un cerebro de mosquito, pero si sabía hacer algo bien era seguir una pista», recita con voz grave mientras se apoya en el mostrador polvoriento de su tienda vacía. Un guion fuerte, preciso, inteligente… Son para él cualidades indispensables en una buena cinta. Por eso admite que el cine negro , especialmente el de los años 40 y 50, ocupa un lugar especial en su memoria. Aunque también es un gran aficionado al espectáculo y los efectos especiales . «Se me ocurrió el otro día que al no haber casi circos, la única manera de recuperar esa sensación de espectáculo de circo que tiene la gente son las películas de superhéroes ».
Ahora Fernando dedicará todo su ocio a ir al cine. «…Bueno, y también al teatro» dice, y se ríe.
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