Por una sierra viva, por nuestra biodiversidad
Si queremos conservar la biodiversidad y queremos lobos en nuestros montes, habremos de pagar un precio por ello, que desde luego nunca será alto si con ello garantizamos una sierra viva
Mucho se viene hablando del lobo en los últimos meses del conflicto de intereses que genera su presencia cerca de los núcleos urbanos.
Les cuesta a las administraciones reconocer la presencia o expansión de especies conflictivas o problemáticas en la gestión de los montes y espacios naturales que son objeto de su competencia. La realidad es que el lobo lleva en Madrid al menos diez años. Constan testimonios de cazadores y agentes forestales sobre su presencia en el área del Valle del Lozoya y en el término municipal de Navarredonda-San Mamés , al menos desde 2006-2007, haciendo incursiones desde las vecinas provincias de Segovia y Guadalajara.
Sorprenden los testimonios de quienes hemos observado a estos cánidos a plena luz del día, confiados y poco recelosos en muchas ocasiones a la presencia humana . Tengo la impresión de que el lobo ha venido para quedarse con nosotros, lo que debe ser un motivo de satisfacción ante los pesimistas que preconizaban el fin de la especie al Sur del Duero. Da la impresión, y se constata, que las dos o tres manadas de la Sierra Norte no sólo se han asentado sino que han añadido efectivos al menos estas dos últimas temporadas, jóvenes lobeznos que aprenden a cazar, lo que provoca que a finales de verano los daños al ganado se disparen con la lógica intranquilidad y nerviosismo de nuestros ganaderos. Los datos de daños parecen reflejar esa tendencia.
Madrid no es un caso único en la gestión del lobo. Contamos con la experiencia de muchas otras CC.AA. en la gestión de este cánido y de todo ello hay que extraer consecuencias y conclusiones. La ganadería en la Sierra de Madrid no sólo es un valor productivo que fija población. Detrás de cada explotación hay una familia, un paisaje modulado, una dehesa conservada, se rehacen muros de piedra, se abren abrevaderos, y lo más importante, previene los incendios forestales al clarearse las áreas forestales. Todo ello permite una Sierra Viva. Lo que se usa se conserva, se protege y no se abandona.
Se han tomado medidas como la creación de una mesa de trabajo, se ha modificado la línea de ayudas y se han incrementado significativamente las cantidades para compensar los daños causados por el lobo, y volvemos a contar con una Dirección General exclusiva para el sector.
Aun así es insuficiente, y hay que seguir trabajando. Para ello hay que conocer a fondo cada una de las explotaciones afectadas, su manejo y posibles medidas preventivas en función del objeto de la explotación como viene anunciando el consejero del ramo, Jaime González Taboada . Hay que comunicar, escuchar y trasladar más, de unos a otros, los esfuerzos de todos. Hay quienes apuntan a volver a modelos de antaño para el manejo del ganado, lo que implicaría adaptar normativas y obligaciones a tales circunstancias, ya que de lo contrario sería difícil, por ejemplo, promover el uso de mastines que pernocten o convivan con el ganado en el nuevo marco de la protección de los animales domésticos. Todo ello además en un contexto de áreas de montaña profusamente utilizadas como espacios de ocio y uso público donde intervienen muchos actores. No es fácil, pero la Sierra y sus gentes lo merecen.
Hace años, el lobo ibérico se llegó a considerar una especie en peligro de extinción. El rumbo para la especie está siendo otro. Si queremos conservar la biodiversidad y queremos lobos en nuestros montes, habremos de pagar un precio por ello, que desde luego nunca será alto si con ello garantizamos una sierra viva, un paisaje y un modelo de aprovechamiento generador de biodiversidad.
Noticias relacionadas