La segunda oportunidad de menores delincuentes: «Quiero tener una vida normal ¿Y por qué no?»
Más de 250 menores cumplen medidas punitivas en centros de Madrid tras delinquir. La prioridad es una: recuperarlos
Laura tiene unos enormes ojos que miran tan fijo que hacen daño. Raúl está a su lado, con la mirada dura de quien ha visto mucho y no precisamente bueno. Ninguno de los dos ha cumplido los 17 y están cumpliendo penas, las medidas judiciales impuestas por sus delitos , en un centro para menores de la Comunidad de Madrid . Para salir les queda aún «mucho», lamentan, sombríos. A su lado, Khaled, algo más mayor y mucho más cerca de la libertad, mira ya al futuro con una sonrisa. Son tres de los 232 jóvenes menores de entre 14 y 18 años que están sometidos a internamiento en centros regionales. Allí, además de saldar su deuda con la sociedad, terminan los estudios y aprenden un oficio. Y se desintoxican. El objetivo: recuperarlos.
La Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor , cuya directora gerente es Lola Moreno , es la que se ocupa de estos chavales. Este año, hasta agosto había atendido a 1.142 menores; el pasado fueron 2.878. Sus estadísticas son sorprendentes: 9 de cada 10 chicos de los que tratan han logrado reinsertarse en la sociedad. Para los casos en que un juez establece el régimen de internamiento, existen varios centros de ejecución de medidas judiciales, con 274 plazas. Un 88% las ocupan chicos y el resto, chicas. Un 1,6% de los que entran lo hacen por delitos muy graves.
Uno de estos centros es El Lavadero, pionero en su actividad. Su directora, Juana Mateo, no se cansa de repetir que el fin último de este tipo de instituciones tiene que ser recuperar a estos chavales. «Son menores y muy permeables», recuerda.
Drogas desde los 9
El centro cuenta con un programa terapéutico por consumo de sustancias tóxicas que es único. «Algunos de los chicos que nos llegan -recuerda Mateo- arrastran un problema de consumo desde los 9 años». Los menores se apuntan voluntariamente al programa, que dirige Pablo Justo, y se comprometen a la abstinencia total. Con excelentes resultados. Cuando regresan al centro, tras asistir a clase o a su trabajo, pueden ser sometidos a un control aleatorio. «Entre mayo y agosto, de 4.179 controles realizados, sólo hubo 19 positivos y concentrados en cinco menores», señala Justo.
Raúl, Laura y Khaled están en El Lavadero desde hace algún tiempo. No les gusta, por la falta de libertad . «Pero al final te adaptas». Lo dice Khaled: «Esto nos distrae, fuera hay mucha droga». Para él, además, el centro ha supuesto una segunda oportunidad: «En la calle no podría haber hecho los dos cursos que hice aquí». Ahora trabaja en un lavadero de coches.
A Laura las cosas se le torcieron en casa, pero aquí recibe atención profesional y ha estudiado «FP de administración». También quiere trabajar, pero a sus 16 años, en su vida aún no se ve con hijos: «Tal vez más adelante, cuando ya haya hecho todo lo que tengo que hacer».
Bandas
Raúl, ojos negrísimos, no mayor que Laura, confiesa que le ha llevado allí «la mala vida». Lo peor, a su juicio, son las bandas latinas, que «te hacen ir por la calle mirando a tu espalda». Reconoce tropiezos con las drogas, que tomaba «para olvidar los problemas». Ahora ha decidido dejarlo: «Aquí te enseñan a saber decir que no». Estar en internamiento les sirve a todos para «recapacitar». Este joven tiene clarísimo lo que quiere: «Tener una vida normal, sin drogas, con mi trabajo, mi coche, mi familia. ¿Y porqué no?».
Los datos apuntan a que las tasas de criminalidad entre menores de 14 a 17 años en la región son las más bajas de España. En los centros que se ocupan de esta población de menores, una vez el juez les impone las medidas, los chicos participan en programas específicos: agresores sexuales juveniles, madres menores infractoras , problemas de salud mental, violencia de género, contra hermanos o padres, bandas latinas, riesgo de radicalismo yihadista, adictos a nuevas tecnologías, para víctimas de trata, tanto sexual como laboral...
La directora de El Lavadero destaca los buenos resultados de sus programas de reinserción. Y lamenta: «Qué pena que algunos nos lleguen tarde».