La Policía aleja el botellón de los puntos más conflictivos

Grupos de jóvenes bebieron y bailaron en zonas apartadas de la vía pública

La Policía Municipal confisca varios litros de cerveza a un grupo de jóvenes en la plaza del Dos de Mayo DE SAN BERNARDO
Aitor Santos Moya

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Siete días después del polémico estallido de libertad , convertido más bien en libertinaje, a golpe de alcohol, desenfreno y nulo respeto al patógeno de marras, nada de eso quedaba ayer en las plazas del 'botellódromo' capitalino por excelencia. La Policía cumplió lo ordenado e impidió, a grandes trazas, los abrazos prohibidos del fin del estado de alarma . Bajó el número de aglomeraciones al son de un vaso de cubata. Ahora bien, rezagados muchos, con bolsas de chino a la búsqueda de un lugar alejado del control ejercido por los agentes. Cuestión aparte fueron las latas de cerveza, convertidas a medianoche en la mejor excusa para bajar la mascarilla a la barbilla.

Sea como fuere, los grandes focos de la ciudad anochecieron blindados. El despliegue de 1.100 agentes nacionales y 380 municipales disuadió a la masa de ‘celebrar’ a su libre albedrío la caída del toque de queda. A las nueve de la noche, dos patrullas del Cuerpo Municipal flanqueaban el monumento a Daoiz y Velarde en la plaza del Dos de Mayo. El mensaje era claro: disuadir a todos aquellos que tuvieran en mente beber en la vía pública. «Lo que pasó el fin de semana pasado es una vergüenza. Nosotros somos jóvenes y ya por eso se nos acusa de irresponsables», comentaban Jaime y su grupo de amigos. Para amenizar la jornada: pipas, agua y una lata energética.

Medianoche, hora crítica

La llegada de la noche, sin embargo, provocó las primeras fiestas callejeras. Lejos de la Policía, una quincena de jóvenes bailaba al ritmo de un altavoz en la plaza de las Comendadoras. Al tiempo que un malabarista callejero realizaba un número con palos en llamas, los fiesteros no perdían comba y mantenían el jolgorio por todo lo alto. «No podemos más, cuando empezó la pandemia tenía 16 años y ahora casi 18. Nos estamos perdiendo los mejores años de nuestras vidas», señalaba una de las participantes, con la confianza puesta en el avance de la vacunación: «Mi madre y mi abuela ya están vacunadas. Eso me quita un gran peso de encima».

La hora crítica marcada en rojo por los municipales eran las 00 horas. «Es el momento en que cierran los locales y entonces empieza el botellón. Pero hoy estamos nosotros y se irán a otras zonas como el Parque del Oeste», relataba un agente, de regreso al Dos de Mayo. En el parque de enfrente al Teatro Barceló, otro grupo amenizaba la noche con más decibelios. «¿Estamos aquí los 'chamos' tranquilos, sin molestar a nadie. No creo que haya que demonizarnos», incidía uno de los implicados.

En el barrio de Chueca la tranquilidad fue la tónica reinante. Al menos, durante el tiempo que permanecieron abiertos los bares. Las buenas temperaturas motivaron que la gente se echara a la calle, si bien no hubo desmadres reseñables. El 'terraceo' venció en esta ocasión al botellón, relegado, a diferencia del pasado sábado, a moverse casi en la clandestinidad.

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