La poesía del alma de Poveda

El badalonés abre seis noches en el Teatro Compac de Madrid, rodeado de famosos, con un espectáculo poético y flamenco

Miguel Poveda, durante su actuación de este martes en el Teatro Compac Gran Vía de Madrid BELÉN DÍAZ

ANDRÉS CASTAÑO

Hace ya mucho tiempo que Miguel Poveda demostró su calidad en el cante: su poderío, su fuerza, su sentir. Se mueve a la perfección en el flamenco clásico y más ortodoxo. Aquel fue su inicio en Nuevos Medios, sello imprescindible para entender el flamenco de las tres últimas décadas; posteriormente en Harmonia Mundi, en el sello catalán Discmedi. Hasta que llegó la multinacional Universal y dio el salto, porque gusta de dar un quiebro y acercar su arte a todos los públicos. Por eso se embarca en proyectos con Martirio («Romance de valentía») o elabora discos como «Sonetos y poemas para la libertad» , en 2005), último disco del barcelonés ideado junto al músico Pedro Guerra y el poeta Luis García Montero.

En la primera de sus seis fechas madrileñas en el Teatro Compac Gran Vía desgranó en un primer momento su último trabajo, que recoge la esencia de la poesía, lo fusiona con el flamenco y la canción española, con tino y hermosura. Abrió el concierto clamando «Para la libertad, sangro, lucho» acompañado de una banda de nueve músicos (bajo, piano, guitarra, cajón, batería, teclados, dos palmeros /cante y una cantaora: ahí es ná). Lideran el combo dos grandes: el pianista y arreglista Joan Albert Amargós, que crea un hermoso diálogo con el piano, que sobrevuela y acompasa el todo, y lo orquesta; así como el toque de Juan Gómez «Chicuelo», de esos maestros que desprenden la esencia de la guitarra flamenca en toda su inmensidad.

A pesar del leve resfriado que arrastraba, el de Badalona, y gracias a su arte, a su buen hacer y al jengibre, lo dio todo: como viene siendo habitual en él. Poveda tiene la singularidad de los grandes: está entregado a su arte, es cercano, humilde, y quiere que todo el mundo se lleve a su casa «aunque sea unos segundos, unos minutos de alma en su corazón». Incluyó una pieza de Aute o dedicatoria a Jorge Drexler en el «Vente tu conmigo» con «A ciegas». Mencionó a los grandes músicos que admira y que estaban entre el público: al «gran» Raphael; Miguel Ríos, ídolo de sus padres; Antonio Carmona, «a quien muchas veces escucho en el camerino, casi para calentar la voz»; y a Martirio.

Lo mejor, sin desmerecer la parte de poemas y sonetos, fue esa parte de malagueñas, rondeñas, alegrías, bulerías de Cai, de tientos y tangos. Y el momento de guiño a la copla. Es la esencia de Poveda y ahí se luce: proyecta su voz con esa grandeza de emperador, con un quejío majestuoso, suena tremendo, completo, y nos llega a las tripas.

Emocionante fue el «Soneto al ángel deseado» su composición, con letra de Pedro Guerra, dedicada a su hijo. Culminó su concierto con una versión libre de «La leyenda del tiempo» de Camarón, «un flamenco libre, que nos enseñó la combinación de respeto a la tradición y la necesidad de abrir otros caminos» sonó a colofón final, con otra cadencia. El público entregado, forzó un corrillo para interpretar sin microfonía «Tres puñales», entre palmeros y coros y con el toque de Chicuelo. La poesía de la vida cotidiana, la poesía del alma. Esa poesía que nos arrebata.

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