El plan de la Cañada Real fuerza el éxodo de los clanes de la droga

El desmantelamiento del sector 6 antes de 2019 hace que se muden a Chinchón y Perales del Río. Buscan otras vías como llevar la droga a casa

Un machaca, adecenta un búnker derribado tras una operación policial MAYA BALANYÁ
M. J. Álvarez

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Renovarse o morir . Es lo que están haciendo los clanes del sector 6 de la Cañada Real Galiana , situado en la zona de Valdemingómez, conocido desde hace años por ser el mayor supermercado de tráfico de drogas España . Está cambiando a marchas forzadas desde hace unos meses y por obligación. Los encargados de este ilícito negocio se están mudando a otras zonas de la región como Perales del Río y Chinchón , especialmente en este último municipio. No es la primera vez. En ellos se instalan en parcelas y levantan sus puntos de venta. Además, buscan otras vías para seguir engordando sus arcas entre ellas, la bautizada como «tele-coca», o lo que es igual, el traslado bajo petición de cualquier sustancia a domicilio desde la zona de la Cañada situada en el distrito de Villa de Vallecas. Así lo aseguran a ABC fuentes policiales.

Hay dos motivos para este éxodo. De un lado, la presión policial que hace que desde hace tiempo, tras cada golpe asestado a estas mafias se derriben los búnkeres de la droga, y de otro, el Pacto Regional de la Cañada firmado en mayo pasado que pretende resolver la situación de esta franja, la 6, y la 1 (Coslada y Vicálvaro) antes de que acabe esta legislatura en 2019. El primero es el más conflictivo y el más extenso del asentamiento ilegal que abarca 6,6 kilómetros y cuenta con 2.953 habitantes , según los datos del último censo del total de 14,5 kilómetros y 7.283 personas de toda la Cañada que se divide en seis zonas.

Las afecciones urbanísticas insalvables que afectan al tramo vallecano, la ausencia de condiciones mínimas de habitabilidad y la delincuencia han hecho que las administraciones opten por su derribo. Se prevén realojos para quienes reúnan los requisitos previstos. Los términos serán acordados por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento este mes, según adelantaron.

Escombros y más escombros

En esta primera fase también se solventará el futuro del sector 1, el enclavado en Coslada y en el distrito de Vicálvaro . Sus 499 moradores y sus 194 edificaciones serán consolidadas, al estar prácticamente integradas en el planeamiento. El resto serán realojados. Con ello, más del 60% del asentamiento habrá sido ordenado.

Mientras llega el momento de que la zona de Valdemingómez pase a mejor vida, como hicieran en su día Las Barranquillas , La Celsa o La Rosilla - otros núcleos en donde los clanes de la droga establecieron sus negocios de la muerte-, la vida sigue en este submundo. Y con ello, el trasiego de toxicómanos , las cundas y los machacas de los narcos ofreciendo la merca y dando el agua por si viene la «pasma» (policía). Cuando esta entre en las lujosas edificaciones están vacías. Los narcos hace tiempo que se fueron.

Los escombros se amontonan a un lado en las entrañas de la calle de Francisco Álvarez , la parte más degradada. Son los puntos de venta derribados tras la detención de los traficantes. Han menguado en número y se nota y también en la presencia de clientela, aunque está nunca falta. En algunos solares los búnkeres han sido sustituidos por casetas de obra y/o roulottes, a las que llaman «yanquies». Son más baratas que construir los laberínticos recintos con puertas y ventanucos blindados y salas para consumir.

«Nos quieren echar sin más»

En algunos han rotulado la palabra «kiosco» y otros son las caravanas de marcas comerciales en donde los señores de la droga tienen lo justo: una balanza y pequeñas cantidades que van reponiendo. Junto a la Iglesia de Santo Domingo de la Calzada media docena de toxicómanos reposan como zombis. Enfrente, una unidad móvil de Madrid Salud reparte jeringuillas y metadona. «Estamos en una zona alejada, no molestamos a nadie. Yo vengo, consumo y me voy. Si tiran esto nos tendremos que ir al centro de Madrid, como en los 80», dice una mujer en un Mercedes. De no estar aquí nadie sospecharía qué problema sufre.

« No sabemos qué va a ser de nosotros . No me creo nada. Llevan un montón de años diciendo que van a arreglar esto y aquí seguimos», dice Samara, de etnia gitana. Tiene 18 años y su familia ha ido recalando de poblado en poblado: Pitis, La Coma,... «Si nos dieran un piso nos vendría de perlas», explica otra vecina. Los más indignados son los responsables de empresas. «Llevamos aquí 18 años vendiendo ladrillos y cemento y ahora el Ayuntamiento nos ordena el cese de la actividad, eso supone echarnos. No lo vamos a consentir», dice María.

«¿Queréis tres paquetes de tabaco por cinco euros?», ofrece una joven con el mono al mejor postor. Es el precio de una dosis. El negocio no decae . No lo hará, aquí o en otro lugar.

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