Cartas a la alcaldesa

El Pavimento

El adoquín viejo, antiguo, le pone a Madrid el linaje que tiene, pero el adoquín en mal estado, que es al que aludimos, hace de la ciudad un descuido clamoroso y un abandono de penúltima aldea

Imagen de archivo de las obras de mejora del adoquinado de la plaza del Humilladero Maya Balanyà

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Como estamos en vísperas de alcalde, esta carta de hoy conviene echarla al aire como temario de tareas pendientes, porque la Gran Vía ha quedado fetén, alcaldesa, pero otras vías necesitan reparación o refundación, incluso. No me refiero a parcheos o repasos, sino a seria obra, pura y dura. Lo digo para el que venga, o para la que venga, porque no todo el porvenir político y municipal es la demolición de Madrid Central , que tiene sus desgracias, pero también alguna gracia. Hablo de Lavapiés.

Lavapiés ha venido a relevar a Chueca , como barrio de albedríos locos, como recodo de modernitos con geranios, como territorio de una mugre de alta fotogenia. Pero Chueca ha acabado de barrio acristalado de restaurantes que son puro escaparate, y Lavapiés es un barrio aún en desperezo, y a locales insólitos de joven reforma le suceden los desperfectos de toda la vida, empezando o acabando por el pavimento. El pavimento, sí. Lavapiés tiene, en general, un pavimento desportillado, al que habrá que echarle un ojo, y más que un ojo, de aquí a nada. Pero dentro del propio barrio, en concreto en la calle peatonal que entra a la plaza de Agustín Barea , desde Embajadores, hay un largo itinerario que incluye todas las amenidades del pavimento que ya no es tal pavimento. De manera que a poco que te descuides, te descalabras.

No es exageración de cronista. La plaza citada de Barea, por cierto, se remodeló este pasado invierno, si no recordamos mal, pero no se incluyó en la puesta al día todo ese sitio que aquí citamos, un sitio idóneo para descarrilamiento de bicis, tropiezo de jubilados y traspiés de pacíficos paseantes en general.

El adoquín viejo, antiguo, le pone a Madrid el linaje que tiene, pero el adoquín en mal estado, que es al que aludimos, hace de la ciudad un descuido clamoroso y un abandono de penúltima aldea. Esta carta de hoy, con la alcaldía vacante, o en tránsito, es una denuncia, pero también una recomendación. Vayan a echarle unos selfies, y verán que estamos glosando un riesgo.

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