Pastoral del Zoom en tiempos de pandemia
Este templo es una de las obras más célebres del arquitecto Luis Moya Blanco
Quién se lo iba a decir a don Alonso de Ercilla y Zúñiga cuando publicó su poema épico «La Araucana» en Madrid, año de 1569... Quién se lo iba a decir al jesuita P. Vega que llegó a Chile, en 1593, a evangelizar esa extensa zona del cono sur y además compuso una gramática y un diccionario de Araucano… Quién se lo iba a decir al Papa León XIII que creó la Prefectura Apostólica de la Araucania… Quién diría que en Madrid, capital rompeolas de las Españas, en el apacible entorno de la calle Puerto Rico, 29 , se iba a dedicar un parroquia a Nuestra Señora de esas tierras benditas de la Nueva España.
Bueno, esta parroquia es resultado de una unión de dos comunidades. Según se lee en la web, en 1982 «Nuestra Señora de la Araucana fue agregada a Nuestra Señora del Espíritu Santo, cuyos locales estaban situados en la Plaza de la República del Ecuador y que aún hoy siguen en funcionamiento como lugar de culto. La parroquia pasó a denominarse del Espíritu Santo y Nuestra Señora de la Araucana ». El primer párroco de la nueva parroquia fue don Deogracias de la Cruz Payo –un hombre que marcó con su presencia apostólica la vida del barrio-, que ya lo era de Nuestra Señora del Espíritu Santo. En 2003, año de su jubilación, le sucedió José Miguel Granados Temes y en 2019 llegó Ignacio Loriga, actual párroco. El templo parroquial es una de las obras más conocidas del arquitecto Luis Moya Blanco, originales arcos, estructura clásica.
Lo primero que hay que destacar en esta parroquia es la entrega de sus sacerdotes , el profundo espíritu de servicio. El actual párroco es hijo de la parroquia y cuenta, no con poca gracia, que el primer día que se sentó a confesar en el lugar al que tantas veces había acudido de niño y de joven a solicitar a misericordia de Dios, le dio un escalofrío. El número de sacerdotes aquí no es menor. Acompañan al párroco, el vicario Luis María Hourcade Bueno y los adscritos José Ignacio Pacheco, Francisco Quesada y el P. Edward, sacerdote venezolano. «Confesamos sin parar durante todo el día» , señala el párroco, quien por cierto estuvo ingresado a causa del coronavirus. «El momento más duro de mi estancia en el hospital fue cuando tuve que comunicar a la parroquia que no habría misas durante el tiempo del confinamiento y que no podía atenderles», añade.
Pasado el tiempo de hospital, al párroco se le ocurrió, ante la imposibilidad de muchas familias de no haber podido despedir a sus seres queridos, i r a celebrar la misa en cada una de sus casas . «Fue una experiencia única, una forma de contribuir a cerrar el duelo», apunta el párroco. Los efectos de la pandemia «han dejado una profunda huella en las personas. Hay quien ha pasado mucha soledad , personas que han descubierto que sus vidas se reducía al trabajo y se han encontrado ahora con un profundo vacío existencial. Esas personas saben que aquí en la parroquia se les acoge con cariño y se les escucha. Estamos dedicados a ellos . Sacerdotalmente está siendo un tiempo intenso de preciosa entrega a los que más nos necesitan», confiesa don José Ignacio.
El barrio, que se caracteriza por la alta presencia de miembros de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, ha envejecido mucho en los últimos años. Aunque se percibe un cambio generacional. En esta parroquia se procura que tenga cabida todo el mundo . Nos encontramos con grupos de Cursillos de Cristiandad, de Hakuna Frontera –los matrimonios jóvenes de Hakuna–, los Equipos de Nuestra Señora, la Renovación Carismática, un grupo de matrimonios jóvenes, de edad media y de mayores. También son característicos los campamentos de verano, que se hacen con la Asociación Juvenil Corona. Durante el confinamiento y en estos tiempos de restricciones, la parroquia se ha volcado en la pastoral del Zoom .
Incluso ha hecho todo lo posible para que las personas mayores se pongan al día en todos estos nuevos medios . Ah, y el ropero, hoy temporalmente cerrado, es conocido por la cantidad de ropa que distribuye. La atención a las personas necesitadas, en una zona de clase acomodada, aumenta cada vez más. Los tiempos que vivimos.
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