Un paseo por el Madrid de Antonio Vega
El Ateneo acoge este jueves ‘Literatura Rock’, una charla en homenaje al artista y a la vida musical de la post-movida
Si hay algo garantizado en la charla sobre Antonio Vega que este jueves acoge el Ateneo de Madrid , es la ausencia de tópicos. No se escucharán frases como «el chico de la mirada triste», ni se contarán anécdotas mil y un veces replicadas en los reportajes de efemérides. «Eso es cierto», asiente Alfonso J. Ussía, autor de una novela protagonizada por el músico y por él mismo, que estará acompañado esta noche —a las 20.30 horas, entrada libre hasta completar aforo— por el firmante del prólogo del libro, Ray Loriga, para hablar de aquella época en la que Vega empezó a apagarse poco a poco al mismo tiempo que lo hacía un Madrid que ahora casi suena a leyenda. Fueron los buenos tiempos de lugares que ya no existen como Aqualung, el Candela o el Costello, y de muchos otros garitos y salas de conciertos que hoy todavía sobreviven pero que para algunos, ya no son lo que eran.
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La novela, titulada ‘Vatio’ , se basa en la intensa relación profesional y amistosa que Ussía mantuvo con el músico a mediados de los años cero, cuando se convirtió en su sufrido ‘road manager’, y en sus páginas no hay rastro de condescendencia pero sí de honestidad brutal. De ahí que la cita de hoy, enmarcada en el ciclo ‘La Caña del Ateneo Mahou’, sea un caramelo para los fans. Más aún si tenemos en cuenta que también estará como invitado especial el gran Antonio Carmona, que demostró ser uno de los mejores amigos de Vega al echarle todos los cables que hicieron falta, incluyendo el de bajar al barro de Las Barranquillas para sacarle de «situaciones muy chungas», dice Ussía. «Cuando Antonio Vega murió, Carmona vino a recogerme a la SGAE [Sociedad General de Autores y Editores], donde se instaló la capilla ardiente, y me llevó a su casa y nos tiramos toda la noche escuchando canciones de nuestro amigo caído hasta el amanecer. Me arropó de una manera increíble en aquel momento tan duro, y ahora no podía faltar su presencia en este homenaje».
Noches de 'canciones raras
La calle Alburquerque y su Clamores, Bernardino Obregón y su Caracol, Jardines y su Sol, Calvario y su Candela y por supuesto Galileo y su ídem forman parte del mapa que Ussía y Vega transitaron en sus noches de música y gamberreo, que también dejaron huella en Ventura de la Vega, en la parte de atrás del Ateneo que hoy se viste de gala para rendir tributo al que fue uno de los mejores cantautores de la historia de nuestro pop .
«Antonio dormía muchas veces en mi casa en Huertas y solíamos bajar al Ateneo a ver lo que nosotros llamábamos ‘conciertos raros’, que eran propuestas muy atrevidas de música africana y otras cosas muy punkis», recuerda el escritor, que pudo estar tanto tiempo pegado al genio por una razón tan sencilla como cruda: no le robaba las papelinas . «Antonio había tenido ‘road managers’ que también tenían adicciones, y cuando no le quitaban la droga le robaban una guitarra para venderla y sacar el dinero para comprarla. Cuando me pusieron a trabajar con él, yo era muy joven y las cosas malas no me importaban, me las comía en pos de mi admiración por él. Antonio encontró en mí a alguien con quien compartía gustos en música y literatura, con quien podía hablar de cualquier tema, y que además no le tangaba. Eso nos unió muchísimo».
Con el tiempo, las cosas se fueron poniendo «muy feas por el contexto en que nos movíamos», cuenta Ussía, y aunque la admiración siempre estuvo ahí, llegó un momento en que «las cosas buenas ya no compensaban tanto a las malas» y separaron sus caminos. Pero sus cuatro años de vivencias compartidas en el Madrid de las tres mil noches sin Marga hacen de este escritor un reclamo de primer orden para asistir al enésimo pero siempre necesario homenaje a Antonio Vega.