Pancho Varona: «Los que podemos tenemos que ayudar a matar el aburrimiento»
El escudero de Joaquín Sabina ha empezado a impartir clases de guitarra «on line», con un enorme éxito de seguimiento
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Desde el comienzo del confinamiento, muchos profesionales que han tenido que quedarse en casa están ofreciendo sus servicios de forma voluntaria a través de internet. Psicólogos, abogados, maestros, cocineros, carpinteros… Y, por supuesto, también músicos. La mayoría de ellos han optado por sumarse a uno de los muchísimos festivales «on line» que se han organizado en cuestión de días, pero hay un artista madrileño que ha marcado la diferencia: Pancho Varona. Animado por la mismísima Christina Rosenvinge, el escudero de Joaquín Sabina está dando clases gratuitas de guitarra a través de su canal de YouTube . «Creo que soy el único que lo está haciendo», nos cuenta desde su casa con su sempiterno buen humor.
—¿Cómo lo lleva?
—Bien, bien, dentro de lo que cabe. Empiezo a tener conocidos, aunque no muy cercanos, que han contraído la enfermedad. Se está extendiendo de una forma impresionante. Nos ha puesto en nuestro sitio a todos. Nos ha hecho entender lo frágiles que somos.
—¿Cómo surgió la idea de las clases de guitarra?
—Hay mucho concierto «on line», que está muy bien, pero es más pasajero. Yo quería hacer algo más duradero, un proyecto que dure las semanas que sean necesarias. Me entretengo yo, se entretiene la gente que lo ve, y si cien o doscientas personas sacan provecho de las clases, y el resto de los que lo ven se entretienen viéndome, merecerá la pena. Vi algo en Twitter que me dio la idea, y luego llegó el empujón de Christina Rosenvinge. Me dijo directamente que por qué no daba clases «on line», y dije: «Pues claro, por qué no». Además se me ocurrió un nombre muy bonito para la serie de clases, «Clases de guitarra en tiempos de aislamiento». Es casi como un nombre de disco.
—Pero de cien personas nada.
—Pensé que como mucho me verían mil, pero la primera clase ya va por 120.000 reproducciones. Una locura que me ha sobrepasado, ahora hasta me da responsabilidad. Ya no lo puedo dejar (risas). Pero me imagino a cien personas siguiéndolas con la guitarra y a 119.900 siguiéndolas por curiosidad (risas).
—¿Preparó la primera clase o improvisó?
—Fui improvisando. Los que vean las clases tienen que tener claro que aprender requiere paciencia y mucho dolor de yemas de dedos. Así aprendí cuando tenía doce años, con mi profesor. Entre lo que yo sé por mi profesión y lo que me enseñó aquel profe, voy estructurando la clase. Con algo de teoría pero mucha práctica, siempre poniendo ejemplos que se puedan hacer fácilmente, para que la gente no se frustre demasiado rápido. Los que podemos hacer algo para ayudar a superar este momento, a matar el aburrimiento, tenemos que hacerlo. A mí sólo me quita una hora cada tres días, y ahora estoy deseando que llegue la próxima clase, porque a mí también me entretiene mucho. La próxima clase será el lunes o el martes. También voy a hacer otra cosa mañana (por hoy, a las 19 horas en Twitter): recitar «on line» algunos de los poemas que escribí en mi libro.
—¿Cómo se llamaba aquel profesor?
—El señor Guardiola (risas). Íbamos a su clase mi hermana y yo, y siempre decía que yo valía mucho, pero que ella no tanto (risas). Cuando era pequeño y había visitas en casa, siempre tocaba algo para amenizar la tarde. Y luego mira, acabé siendo músico profesional. Me encantaría agradecérselo al señor Guardiola. Hacía mucho que no pensaba en él. ¿Seguirá vivo?
—¿El aislamiento ayuda a componer?
—Tiene que hacerlo, tiene que hacerlo. Es que me he vuelto muy perezoso (risas).
—¿Qué tal lleva Sabina el aislamiento?
—No he hablado todavía con él, pero tengo muchas ganas. Lo que sé es que se está recuperando muy bien y que cada día está mejor.
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