La panadería más popular del barrio de Las Salesas

La Flor del Pan lleva más de un siglo siendo una referencia en el despacho de pan artesanal

El origen de esta panadería se remonta a 1888 BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

Hace varias décadas La flor del Pan era una pequeña tienda en el número 26 de la calle Argensola en la que se despachaban alrededor de 1500 barras de pan al día . La panadería del barrio , como todo el mundo la conocía en las inmediaciones de la zona de Las Salesas se hizo en buena parte famosa grcias a uno de sus propietarios, José Fernández Pereira, más conocido como Sr. Pepe . «Era una buena persona, amable, trabajador, muy atento con los vecinos del barrio, se sabía el cumpleaños de todos», recuerda Enrique García , actual propietario de la panadería junto a su mujer, Ana Bravo León . Ella comenzó a trabajar con el Sr. Pepe, recién llegada de su pueblo de Guadalajara para estar más cerca de su entonces novio, Enrique, vecino de la calle Argensola. Por aquellos años en La Flor de Pan solo se vendía pan, colines, pan rallado y vinagre . Y era pan del bueno, el artesanal, que se elaboraba en una tahona tradicional y llegaba todos los días a las seis de la mañana a la panadería. Era un local muy pequeño y en la trastienda vivían el Sr. Pepe.

El origen de este despacho del pan se remonta a 1888 , año en el que Ramona Pereira lo abrió y fue pasando por diferentes dueños siempre dentro de la familia Pereira. Tras ella fue la vez de Andrés Pereira, después de José Pereira, volvió a manos de Ramona y por último de Josefa Pereira, antes de la referida aparición de José Fernández Pereira. A su muerte, en los años 80, se quedó al frente del negocio su hermano Andrés quien acabó traspasando el negocio en el 2001 a su empleada Ana.

Durante los siguientes diez años se mantuvo el local con dificultad. «Comenzaron a abrirse muchos supermercados por el barrio y en todos los lugares se vendía pan. Además el barrio cambió, los clientes de toda la vida fueron falleciendo y a eso hay que unirle que se come menos pan», explica a ABC Enrique García. El negocio fue mermando y pensaron en cerrar pero en el 2011 surgió la posibilidad de trasladarse al otro lado de la calle Argensola, en el número 17, a un local mucho mayor. «Tuvimos que adaptarnos a los cambios», subraya la pareja. Y gracias a ello, después de adquirir esta marca centenaria, han convertido a La Flor del Pan en una panadería-pastelería , un espacio en el que se combina lo antiguo y lo moderno, con clientela de toda la vida y trabajadores de la zona que tanto pueden comprar su pan artesanal como ir a desayunar, comer o merendar así como adquirir bollería casera. Buena fama se han ganado sus croissants, rosquillas y madalenas.

Los desayunos en esta casa son a base de pan artesano, «ya sea normal o integral, acompañado de aceite y tomate, mantequilla o jamón», por un pecio de 2,5 euros. A la hora de la comida, ofrecen menú casero por 12 euros que incluye dos platos, bebida, postre y café, así como platos de cuchara por 4,5 o 5,5 euros. Son clientes habituales los policías y funcionarios de la Audiencia Nacional, los empleados de la sede del PP o los abogados de los distintos despachos de la zona, entre otros.

Productos sanos

Rosquillas y madalenas caseras B.Rodrigo

Y en La Flor del Pan no se ha perdido la costumbre de vender pan artesanal aunque de las 1500 barras diarias que se despachaban hace unas décadas ahora se logra llegar como mucho a cien unidades. «Nuestra lucha diaria es hacer entender a las personas que está comprando un producto sano . El pan natural lleva agua, harina y sal, nada más, mientras que el congelado que se vende en mucho sitios tiene muchos aditivos», recuerda Enrique. «Este pan lleva un 20% de agua y los panes congelados hasta un 80%», añade. Venden la barra tradicional a 0,75 euros y también tienen baguette (1,20), bastón (1,95 euros por medio kilo) o pan candeal (1,5). Enrique recuerda que el pan «es un producto que no fideliza al cliente, se busca la proximidad a la casa, pero quien come este pan lo recuerda y antes o después vuelve porque le gustó», puntualiza.

Hay algo que no ha cambiado en esta casa. Por un lado, la amabilidad de sus dueños , que han creado un ambiente de amistad y complicidad con muchos de sus clientes. Por otro, la costumbre de algunos vecinos del barrio de pagar sus cuentas al final del mes . «Era algo que hacía el Sr. Pepe, iba apuntando las compras diarias de algunos de sus clientes y luego pagaban a final de mes», recuerda. Adaptados a la nueva vida del barrio, este local confía en poder mantener mucho más tiempo la tradición de comer un buen pan , «el alimento que suple casi el 90% de las necesidades de nuestro cuerpo».

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