El Palacio de la Bolsa: un templo para el comercio
Diseñado por Enrique María Repullés y Vargas, en el siglo XIX, para ser el Templo de la Economía lo que explica su aspecto basilical
Inaugurado en 1893 , el Palacio de la Bolsa fue mandado construir para convertirse en la sede oficial del mercado bursátil que hasta aquel momento había recorrido, desde su creación en 1831, diversos lugares céntricos de Madrid siendo la primera la Plazuela del Ángel. Enrique María de Repullés y Vargas ganó el concurso para el diseño de este palacio de estilo neoclásico, muy en la línea de los palacios de Madrid de la época, como el Banco de España, la Biblioteca Nacional, el Museo del Arte Moderno o la Real Academia de la Lengua. El lugar elegido fue la Plaza de la Lealtad .
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Hijo de un agente de cambio y bolsa, Repullés era conocedor de la atmósfera de estrés y nerviosismo que se respiraba en los parqués, así como las necesidades para acoger la actividad bursátil. «Viajó por Europa para inspirarse. Busca soluciones para lograr mucha luz porque ayuda a relajarse y facilita la concentración», cuenta a ABC Patricia Urbina, una de las guías del Palacio de la Bolsa. El arquitecto español visitó el taller de Eiffel «y se trae la idea de cambiar vigas de madera por vigas de hierro », añade. De esta forma pudo diseñar la bóveda con vidrio. Para realizar la ornamentación del palacio se utilizaron los servicios de dos artistas madrileños: el escultor Francisco Molinelli y el pintor Luis Taverner.
Las Cortes aprobaron la cesión de los terrenos para construir el edifico en 1884. El presupuesto inicial fue de 1,8 millones de pesetas y al finalizar las obras, en 1893, se habían gastado 3 millones. En 1921 el Estado se quedó con el edificio ante el impago de los intereses y amortizaciones de las obligaciones pero deja que la Bolsa siga trabajando en el palacio como inquilino, relación que se mantiene hasta la actualidad. No obstante, ahora funciona ahora como sede social del holding Bolsas Mercados Españoles (BME) , operador de todos los mercados de valores y sistemas financieros de nuestro país. La sede central se encuentra en Las Rozas, donde trabajan 500 personas, mientras que en el edificio neoclásico están alrededor de 80.
Compra y venta de entradas
La gran transformación para el edificio se produjo cuando las transacciones dejaron de hacerse a viva voz. La incorporación del sistema electrónico terminó también con los títulos físicos . Atrás quedaron los años de la clásica imagen de la gente comprando y vendiendo acciones en el parqué o patio de operaciones. En esta sala se encuentran dos mesas altas en la parte central donde cada corro estaba 10 minutos para realizar las operaciones y después subía para cotizar. En el centro, una torre que es una réplica de la de Ámsterdam, donde se creó la primera bolsa. Actualmente cuenta con seis pantallas, cuatro analógicas y dos digitales, en las que va apareciendo la información de la bolsa española y también de las otras plazas europeas. Y funciona como plató de televisión, donde las cadenas emiten la información bursátil. «En esta sala se realizan ahora visitas, todas las empresas del mercado continuo pueden realizar sus galas y sigue teniendo lugar el toque de campana con la entrada de una nueva empresa a la bolsa», indica la guía. Tal era el humo que se juntaba en esta sala que los que allí estaban poco se apreciaban de la simbología y detalles ornamentales que caracterizan el espacio. Una cenefa, como cadena floral, rodea el parqué y allí se encuentran bolsas en relieve, al estilo de las que figuran en el escudo de la familia Van der Bourse de Brujas, a quien se atribuye el origen del negocio bursátil y del propio nombre de la Bolsa.
Luis Taberner pinta alrededor de un gran tragaluz una serie de imágenes evocadoras de la economía española del XIX a través de los escudos y representaciones características de las provincias españolas más importantes del momento, presidiendo una leyenda: “La paz protege a España y al comercio”.
El techo se aprecia muy bien desde la coloquialmente llamada galería de los fisgones , en la planta de arriba. Allí durante mucho tiempo se permitió la entrada del público para acompañar las sesiones de bolsa. «Se permitió la entrada de las personas en 1921. Solo podían pasar los hombres y debían ir con corbata. Si se te olvidaba había un hombre a la puerta que te lo dejaba. Y en 1973 se dejó entrar a la mujer», cuenta Patricia Urbina. Desde la barandilla de arriba, que no tenía los cristales de ahora, «los fisgones lanzaban cosas al patio, como colillas, frutas o incluso zapatos. Y un agente de cambio y bosa se intentó suicidar», añade.
Muy conocido es el Salón de los Pasos Perdidos . «Antiguamente tenía el suelo de moqueta y no se escuchaban los pasos, por eso se quedó con este nombre», aclara la guía. Pero la mayor curiosidad que guarda este espacio es el cristal que no se rompió a pesar de recibir cinco disparos durante la Guerra Civil que se pueden todavía visualizar. En las pareces de puede apreciar buen el relieve del “caduceo” que se repite por distintos lugares. Procede de la mitología griega y se compone de tres partes principales: dos serpientes que se miran fijamente, que simbolizan la oferta y la demanda y a su vez la prudencia; una vara que las separa a modo de árbitro para ponerlas de acuerdo y dos alas en su parte superior, que expresan la rapidez en la toma de decisiones a la hora de comprar o vender.
También en la primera planta está el llamado Salón para Fumadores, nombre que se lo puso la gente de fuera al observar la cantidad de humo que salía de las ventanas. «En una ocasión se pensaron incluso que ardía el edificio», comenta la guía. Se fumaba tanto que había un estanco en la planta baja, ya cerrado, cuya ventanilla al público se conserva, Y otro de los espacios más singulares del primer piso es el Salón de Cotizar donde subía después de comprar y vender acciones para confirmar que todo estaba correcto. «Abajo se juntaban mil personas gritando y fumando, apuntando con un lápiz y papel y se cometían errores, aunque se exigía que fuesen los menos posible», reconoce la guía. Cuando había algún error y las dos partes no se ponían de acuerdo decidía el síndico presidente.
Son muchas más las historias que guarda este singular palacio que se puede visitar en grupo o de forma individual siguiendo las instrucciones de su web. Una visita con la que se aprende, entre otras cosas, las peculiaridades del mundo bursátil.