Omar Montes, Yotuel y Ana Mena: un concierto casi como Dios manda

El Wizink Center acoge el primer espectáculo con aforo libre. Hubo tiempo para los discursos de los tres artistas del cartel

Omar Montes durante su actuación Isabel Permuy
Jesús Nieto Jurado

Jesús Nieto Jurado

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La vuelta a la normalidad de Madrid tiene estas cosas: Morante refulgiendo alamares en Las Ventas y en el Wizink Center / Palacio de los Deportes un concierto triple para la juventud, la que tanto se ha anatemizado así, a trazo grueso, desde no pocos sectores. Anótese que por la mañana había habido desfile de las Fuerzas Armadas, que fue festivo y que fue un martes a medio camino entre domingo y viernes. Porque el primer concierto sin separación entre los asistentes, eso sí, sentaditos y con mascarilla, mezcló a Ana Mena, Omar Montes y Yotuel : o lo que es lo mismo, la niña que hizo de Marisol, el ganador de ‘Supervivientes’ y el rapero dilecto de Isabel Díaz Ayuso para reforzar su conocida posición contra el régimen castrista. El mulato de UPA dance, para muchos otros. Y un símbolo para los que, nos contó Alberto Guzmán, ha dado voz a «aquellos compatriotas que hoy no tienen canal alguno para denunciar las aberraciones que se sufren en Cuba ». Guzmán, a pesar de su evidente preocupación por su país, también iba a pasárselo bien sin «olvidar de dónde venimos». Es decir, de lo peor de la pandemia.

A pie de escenario, el público entregado Isabel Permuy

No salió mala tarde antes del concierto, sino un sol que desmentía la parafernalia navideña colgada en las cercanías del Wizink. Y es que los aledaños del recinto iban juntando a los fans de esta música entre bailonga y contestataria. Digamos que Yotuel arrastraba a su público sin demérito del resto, pero su posición contra el castrismo le daba al evento un carácter distinto. En la orilla de la Fábrica de Moneda pasaba la cola rauda de los últimos de la vacuna, y en la propia ‘Casa de la Moneda’, Álvaro y Pablo daban buena cuenta de un paquete de gusanitos y tenían dudas sobre cómo volver a casa, que al día siguiente (por hoy) era lectivo. La solución acabaría siendo un VTC por donde se fueron las pagas de la semana; las presentes y las futuras. Y en bermudas ambos, Pablo y Álvaro, hacían más grata la espera con un ‘paloselfie’ que no se sabe si cumplía las medidas sanitarias.

Álvaro y Pablo nos remitían al productor de Omar Montes , Chus Santana, que preveía un «concierto impresionante» mientras ultimaba los últimos detalles desde una furgoneta donde, albricias, se sentían los nervios de la previa. Santana insistía en el concepto de «darlo todo» con estricta observancia de las medidas profilácticas; que, tal y como informaron desde seguridad, pasaban por eso: « Levantarse solo para aplaudir, pegado a la butaca y la mascarilla en el rostro en todo momento».

Exilio cubano

La Avenida de Felipe II daba cobijo no sólo a los adolescentes a los que Omar Montes y Ana Mena les decía algo; también al exilio cubano con gorras de béisbol o a los que abuchearon a Silvio cuando, hace unos días, anduvo en este mismo coliseo. De hecho, identifican al reportero bajo la pregunta: «¿No entrarías a ver al comunista ése?» . Pero allí seguían del movimiento Patria y Vida, luchando contra la satrapía y aprovechando que Yotuel es Yotuel. Hubo quien se envolvió en la bandera, quien recordaba a José Martí ante la tranquilidad de vecinos y visitantes, que preguntaban una y otra vez el porqué de las banderas. A policías y a reporteros gráficos.

Aparte la carga política y de quienes habían decidido ponerse la vacuna casi en el descuento, los anexos del recinto eran un entrecruce de manifestantes y una chavalería que, eso sí, dentro de su laconismo, quería pasar un buen rato. Los bocadillos a tres euros en los ‘baretos’ de al lado recordaban que sólo estamos al principio de un fin que puede ser reversible. De ahí las prisas en apurar bebidas energéticas, que las costumbres bebedoras han cambiado, de momento. Aunque hubo quien iba buscando vasos de plástico que se pudieran meter de matute en el recinto sin pasar por la barra interna. Porque la pandemia no ha podido con la picaresca ; y eso es así.

Ya dentro, dos controles de seguridad y unos vendedores fluorescentes con todo tipo de brebajes y condumio. Y alguna calva en el graderío antes de que Ana Mena saliera con un pantalón largo de boxeo a agradecer el aforo libre y después de unos vídeos institucionales que rezaban de la Comunidad algo así como «que todos los acentos caben en Madrid». El Día de la Hispanidad acabó con ritmo de reguetón; como imponen los tiempos. Los artistas soltaron, cada uno, su discurso. A Morante le dieron una oreja, Puerta Grande para Ginés Marín y un simpático acomodador que aplaudía en el Wizink.

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