Oficinas de cobro: Las sociedades limitadas de la muerte «herederas» de Pablo Escobar

Los grandes cárteles colombianos cuentan con sucursales en Madrid que ejecutan a rivales, deudores y chivatos

Un «gatillero» colombiano, con un revólver, en una comuna de Medellín EFE

CARLOS HIDALGO

Son sucursales de la muerte, verdaderas sociedades limitadas del crimen que se encargan de impartir su propia «justicia». Las oficinas de cobro de los cárteles de la droga se han popularizado en nuestro país, sobre todo en la capital . Los policías del Grupo II de Crimen Organizado de la Udyco Central se han especializado en este tipo de mafias. El último en caer ha sido el clan de «Snoopy» o «Nené». José Arbey Rentería Acevedo, que es su nombre real, se movía a sus anchas después de haberle pegado un tiro a un enemigo en Cañahuate, una discoteca latina de Carabanchel . Nadie se presentó en el juicio para declarar en su contra. Nadie se atrevió. Y quedó en liberad.

Esta es la ley del silencio que hacen imperar estas mafias, creadas en los años 80 por el narco por excelencia, Pablo Escobar . Las oficinas de cobro son de su invención, primero para cobrar «tributos» a comerciantes colombianos . Tras la muerte del sanguinario traficante, desaparecieron. Pero la extorsión la comenzaron a emprender sicarios de cárteles de aquel país, a modo de «impuesto» de protección , ajustes de cuentas y demás cobros y extorsiones.

A principios de la década de 1990, España se empezó a convertir en la principal puerta de entrada de cocaína en Europa . Inicialmente, los colombianos enviaban un delegado para negociar con los cárteles gallegos. Pero los latinos comenzaron a comerse el terreno y se quedaron con prácticamente todo el negocio. Y se hicieron «necesarias» las oficinas de cobro en España.

Nombres como «Los Urabeños», «Señor del Ácido», «Visaje», «El Conejo», los hermanos Upegui, Leónidas Vargas, «El Inválido», «El Ratón», «El Ronco», «El Pollo» o «Pipi» son los que manejan o manejaron el cotarro. Porque, pese a que muchos han sido arrestados y encarcelados, algunos salen en libertad y otros tienen sus lugartenientes manteniendo viva la «empresa» criminal . Al menos, tres de ellas siguen activas en Madrid .

Niños asesinos de 10 años

Los sicarios crecen en los barrios bajos, son gente pobre que ven el alto nivel de riqueza de los narcos, y quieren eso para ellos. Tienen un concepto «muy particular» de lo que vale la vida de una persona. Algunos huyen de los problemas legales que arrastran en Colombia o tienen familia en España. Muchos son paramilitares .

Otros matan por dinero con solo 10 o 12 años de edad: «Martín Bala, del cartel del Valle Fernando Varón, sufrió un atentado a la salida de una discoteca y el que disparó era solo un crío».

En 2006, el Gobierno de Álvaro Uribe creo el programa Justicia y Paz. Negoció con los paramilitares la entrega de las armas. Los que no se acogieron al plan se integraron en bandas criminales. Otros que sí lo hicieron consideraron que el presidente colombiano no había cumplido con su palabra y se vinieron a nuestro país.

«Son como una empresa. Reciben los encargos y se mueven. Estas oficinas de cobro están vinculadas a algún cártel. Pero t ienen también a otros que les dan encargos. Trabajan al mejor postor », explica un mando de la Udyco Central.

El núcleo duro de cada grupo está conformado por entre seis u ocho personas. El argot que utilizan entre sí es de lo más rico. En Colombia se encuentra el jefe del cártel o «papá», que da las órdenes. En España, está el líder de la oficina, del que dependen normalmente los lugartenientes, encargados de la logística, la financiación y la parte armada. Ellos son los que tienen a sus órdenes a los «lavaperros» o machacas. La práctica más habitual es la del «amarre»; secuestran a la víctima para que su familia pague la deuda . Antes de llegar a ese punto, ha habido contactos e incluso puede darse el caso de que el deudor busque otra «oficina» y negocie con quienes han puesto precio a su vida.

Para esos secuestros utilizan un «cebo», normalmente en una cita. El trato que dan a las víctimas es variopinto: a algunos los atan, pero se ha dado el caso de que la Policía, al culminar un rescate, ha encontrado al secuestrado jugando a la Play Station . El pago suele hacerse con propiedades en Colombia; si no lo abonan, puede ser que quien muera sea su familia en Colombia. Un ejemplo: «El Inváldo» reclamaba a un empresario de Barcelona 11 millones de euros.

Sobre el precio que cobran por «amarre» es muy relativo. «Porque aunque se supone que oscila entre el 30% y el 50% de lo que se recupera, pero realmente se llevan lo que les da la gana », añade un experto policial.

Decapitados con motosierras

En cuanto a los ajustes de cuentas, han bajado con respecto a los últimos años , y eso se nota en la estadística madrileña de homicidios : si el año 2003 finalizó con 102 muertes violentas en la región, los últimos ejercicios rondan las 40. El narcotráfico en España ha bajado, por la mayor eficacia policial y porque ahora existen más rutas para introducirlo en otros países.

Eso sí, cuidado con quienes se atrevan a perpetrar un «vuelco» (el robo de droga de un clan a otro), porque esa sí que es una razón para matar a alguien, al igual que los impagos. Los casos más salvajes de asesinatos de esta índole son aquellos en los que las víctimas son descuartizadas o disueltas en ácido , pero siempre una vez muertas. En Colombia y México tienen menos miramientos: decapitan con motosierras o cuchillos cuando los desgraciados que caen en sus manos están vivos.

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