Una multitud de aficionados recibe a la selección de Nueva Zelanda de leyendas del rugby

El público desbordó las previsiones más optimistas para admirar la 'haka', la célebre danza maorí que precede a los encuentros

Los Classic All Blacks, en la puerta del Palacio Real JAIME GARCÍA
Jesús Nieto Jurado

Jesús Nieto Jurado

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Al sol, unas sillas protocolarias. Y a las Autoridades, que se les escapó el pequeño gran detalle de que el rugby, en España, empieza a ser deporte de masas. Lo iban pregonando los chavales de la Escuela de Rugby de Vallecas, que ya tienen «una canción» y según uno de sus pequeños jugadores andan preparando su 'haka'. Y es que la Historia, en la Plaza de Oriente, ha hecho un largo camino para que los Classic All Blacks , esos Harlem Globetrotters del rugby mundial, intimidaran de mentirijillas con su famosa danza de guerra, que es también símbolo de respeto en un deporte cortés por excelencia. Ver, los madrileños vieron poco, subidos con la venía policial en las farolas históricas que iluminan el Palacio Real .

Por donde llegarían los neozelandeses, no hace mucho se escuchó otro grito de guerra; el himno oficioso de La Legión , aquel 'Novio de la Muerte' en la JMJ. Aunque fue la chiquillería la encargada de recibir a los All Blacks en algo que, en festivo, tenía colores de multitud. Ya desde una hora antes, el rugby iba mezclando a exjugadores y fanáticos que tomaban posiciones en torno al escenario, no elevado, donde tuvieron lugar la 'haka' y los discursos municipales, que fueron breves en lo que a Villacís y al alcalde correspondía. Que un crío de cinco años portara la mítica camiseta neozelandesa a hombros de su padre representaba la más viva estampa de la imbricación de este deporte de caballeros en España. Alguien dijo «Nuevazelandia» , y una señora apuntó que su nieto vivía «allí, en Ámsterdam».

Melancolía ovalada

Y el rugby en el centro de Madrid, que incluso a sus practicantes más recientes traía melancolías mientras llegaban los 'leones' patrios y los neozelandeses en una fotografía, todos con sombreros de paja, que al más observador -y optimista- evocaba sueños olímpicos que no llegaron.

El alcalde José Luis Martínez-Almeida con los capitanes del equipo de rugby JAIME GARCÍA

Jara, en la melé urbana, comía un bocadillo y recordaba sus tiempos «jugando en Políticas», mientras su amiga Lioba, si no practicante, sí que se había aficionado a este deporte por amistad. No muy alto y transpirando sudor por la lycra su camiseta del Peñarol Rugby , Juan, que militó en el Seven de Punta del Este uruguayo , rememoraba las veces que en esos campos que cantó Eduardo Galeano vio este baile maorí que el lunes trocó el pasodoble castizo por gritos de batalla, de batalla deportiva en este caso. O Giselle, brasileña «de Madrid» que sí que ha vivido en primera persona y en las reservas maoríes el gritó atávico del habitante primitivo de nuestras antípodas.

Hasta las farolas

Luego, tras los discursos de Begoña Villacís , del alcalde y de los dos titánicos capitanes del balón ovalado, llegó el baile con el aplauso de todos. Que se iban quejando, eso sí, de que faltaba un escenario porque entre niños con gran dominio del móvil y madrileños altos, no dejaron más que percibir las cabezas y el rugido neozelandés que, en puridad, más que oír se intuyó.

Antonio reflexionaba con la calva sudorosa y con la resignación de no atisbar a sus ídolos sobre dos aspectos que rebatían y daban la razón a Almeida al mismo tiempo. Que sí, que el 21 hay que llenar el Wanda, pero también que el Calderón «debía haberse dejado para el rugby» .

A lo lejos, y ya cuando Madrid ovacionó y despidió con convicción a la selección de leyendas neozelandesas, Benito Prieto Conde recordó que él, que jugaba en Arquitectura , se enfrentó a un combinado neozelandés, en la Universitaria. Fue hace «tantos años» que sólo se acordaba de que perdieron por más de noventa y que eran «auténticas torres» que «te placaban incluso sin querer» .

El rugby se convirtió en la nueva tradición de San Isidro . El alcalde instó a hacer deporte en la medidas de las posibilidades de cada uno, y el deporte fue trepar a una farola para presenciar un momento histórico. Como histórico es todo lo que sucede por delante del Palacio Real.

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