El monasterio de El Paular se apunta a la meditación
La cartuja madrileña estrena un centro de espiritualidad para aprender a disfrutar del silencio
En un tiempo en el que el ruido forma parte intrínseca del día a día, «oír el silencio» parece una quimera. Un acto imposible en el bullicio continuo de la ciudad que no deja que nos encontremos cara a cara con nuestro «contrincante interior» . El primer impulso para descubrir ese «potencial espiritual» es tomar distancia con el mundanal ruido. Algo evidente que, sin embargo, encierra la pregunta natural de dónde y cómo hacerlo. El Real Monasterio del Paular ha resuelto ambas cuestiones con la puesta en marcha de un nuevo centro de espiritualidad en un entorno verdaderamente privilegiado. Una cartuja, en pleno Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama , que ha renacido con fuerza tras tres décadas de intervenciones.
Recuperado su esplendor, el monasterio recibe no solo a aquellos que quieran visitar esta imponente abadía. Desde ahora, sus puertas están abiertas todos los días del año a cualquier persona o grupo que desee vivir esta experiencia conviviendo con los monjes de la comunidad benedictina que lo habita desde hace seis décadas. «Está abierto a todos», incide el padre Joaquín Cruz , director del Centro de Espiritualidad Monástica. Hasta hace seis años, el monasterio contaba con una hospedería exclusiva para hombres que estaba integrada en la zona de clausura. Después se creó un espacio fuera de ella que sirve para dar alojamiento a hombres y mujeres –también matrimonios– que quieran apuntarse a esta experiencia.
Estas habitaciones, dobles y con cuarto de baño propio, se encuentran en la panda norte del claustro, recientemente restaurada. En esta zona es donde se ubican también las aulas en las que se imparten cursos relacionados con el «coaching espiritual» . «Ser católico no es un requisito para acceder a esta vivencia. Sí es imprescindible que aquellos que vengan tengan el respeto necesario a nuestras rutinas diarias», explica Joaquín Cruz.
Participar en el día a día
Eso implica que las estancias sean de al menos tres días y de un máximo de diez y que, durante ellas, los asistentes participen en la vida cotidiana del monasterio . «Además de al desayuno, la comida y la cena –incluidos en los 50 euros que cuesta, por ejemplo, una estancia de fin de semana– invitamos a que acudan a los rezos de Laudes (8 horas), Sexta (14 horas) y Vísperas (20 horas)», añade. «Es parte de la experiencia. Aunque no están obligados a hacerlo, lo recomendamos», dice.
En estos primeros compases del centro se han organizado ya varios cursos que complementan los objetivos con los que ha sido fundado. «La puesta en marcha ha tenido lugar con la celebración de un itinerario de formación escriturística y teológica impartida por especialistas de reconocido prestigio en la materia. Una aproximación a la fe cristiana mediante la explicación e interpretación de los libros de la Sagrada Escritura», explica. «La idea es contribuir al acercamiento de la espiritualidad al mundo actual mediante nuevas posibilidades de conocimiento y formación que incorporan atractivos lenguajes y formatos», dice. Para ello se ha creado la Sala San José, dotada de sistemas audiovisuales.
Con los monjes
Los huéspedes compartirán espacio con los monjes en la capilla, el refectorio y el claustro. «Pueden entrar y salir del monasterio de forma libre, pero con respeto a unos horarios estrictos que sigue la comunidad benedictina , y que deben mantener», deja claro el director del proyecto. No obstante, la naturaleza es otro de los atractivos de esta iniciativa.
Las huertas son un puntos clave del monasterio y son un lugar perfecto para desconectar en un paseo por la casita de labranza del siglo XVII o las ruinas de la zona de recreo y de su desconocido gabinete de ciencias. Una vasta extensión de terreno que se ha plantado con productos singulares cuya venta, en el futuro, está previsto que contribuya también a la conservación de El Paular.
Dentro del monasterio además se puede encontrar pasear por el claustro mayor, uno de sus espacios más especiales. Lo protagonizan 52 de los 54 cuadros que Vicente Carducho pintó ex profeso para este lugar. En el año 2011 la serie pictórica sobre la vida y milagros de San Bruno regresó al lugar para el que fueron creados tras estar años dispersados después de la Desamortización de Mendizábal. Los dos que faltan fueron destruidos durante la Guerra Civil.
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