Los mercados de abastos luchan por mantenerse a flote con controles dispares por el coronavirus

La gran afluencia en algunos espacios dificulta el cumplimiento de las medidas de seguridad, reforzadas con accesos limitados y otras precauciones

Varias personas hacen la compra en la galería comercial de Moratalaz, abierta solo en horario de mañana FOTOS: DE SAN BERNARDO
Aitor Santos Moya

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En la carnicería de la galería Copasa que regenta el risueño tendero Gabriel Cristian, tres columnas de cajas de plástico marcan la frontera entre lo que se puede y lo que no se debe hacer. Apiladas tras el mostrador desde el que despacha a los clientes, las pequeñas arquetas dibujan una especie de improvisados pasillos para que nadie se exponga al contacto. Representan, literalmente, tres gotas de agua en el desierto; la última resistencia al coronavirus, en un terreno donde pocas cosas parecen haber cambiado. Pese a que la fuerte afluencia en este mercado de Aluche (distrito de Latina) aumenta el riesgo de contagio, no todos los comerciantes han implementado medidas de seguridad similares. «Las personas que vienen son muy respetuosas», se escuda un dependiente, sin saber, al menos en ese momento, que en el pasillo contiguo a su puesto una treintena de consumidores se apelotonan en torno a los puntos de venta más cotizados.

En la puerta de la galería, de titularidad privada, un hombre vigila «a ojo» la entrada y salida de clientes. Lo hace con la premisa inquebrantable de que el aforo máximo –160 personas, según revela al gentío– nunca debe ser rebasado. «El problema está dentro», replica otra tendera, sin entender el por qué de la falta de mascarillas y otros elementos de protección de algunas personas que acuden a comprar: «Estoy segura de que falta material e información del Gobierno para que todos vayan protegidos». A diferencia de los supermercados, este tipo de espacios no están dirigidos por un mando único. «Cada tienda es responsable de tomar sus precauciones», apunta Gabriel Cristian, consciente de que la confianza es ahora lo único que no pueden perder. «Las ventas ya es otra historia», prosigue irónico.

Numerosas personas se arremolinan en el pasillo central de la galería Copasa, en Aluche

Lejos de las dificultades que viven otros mercados, los comerciantes de Copasa sortean la crisis gracias a la buena oferta y la popularidad forjada en el vecindario. «Viene mucha gente mayor y extranjeros», añade el agradable carnicero, no sin contabilizar pérdidas: «En nuestro caso habremos caído a la mitad. En un día bueno hacíamos 2.000, 3.000 euros de caja». En el corredor central, un grupo de pescaderos atienden sin descanso los numerosos pedidos que reciben. «Tienen los precios más bajos de Madrid», cuenta entre risas un trabajador, apostado cerca del trasiego. Epidemias al margen, la vida aquí no parece detenerse. Prueba de ello es Antonio, quien, a sus 82 años, guarda la fila ataviado con una mascarilla. «Mi mujer está en casa y alguien tiene que bajar a llenar el carro», advierte confiado. Otros, en cambio, prefieren encargar el género para que se lo lleven a su domicilio: «Cada uno es libre de hacer lo que quiera».

En Puente de Vallecas, el distrito más golpeado por número total de infectados, varios policías «custodian» la entrada del mercado municipal de Numancia. Sin embargo, lo que parece un control dentro del enclave con mayor número de multas por incumplir la cuarentena torna rápidamente en un mero espejismo. «Estamos esperando a los compañeros que han entrado a por cafés para llevar», señala uno de los agentes antes de despejar cualquier incógnita: «Hay muy pocas personas porque la mayoría de puestos están cerrados». Basta un vistazo para comprobar la otra realidad que soportan determinadas galerías, semivacías y en gran parte clausuradas, mucho antes de la llegada del patógeno.

Los compradores se concentran en el último pasillo del mercado de Doña Carlota, en Puente de Vallecas

A menos de dos kilómetros, se abre paso el mercado de Doña Carlota. El trabajo en esta plaza de abastos es intermedio. «Ni mucho ni poco», resume un frutero, esperanzado por los resultados de la facturación: «Aunque venga menos gente, se compensa con las entregas». El juego de malabarismos resulta fundamental para no entrar en barrena, hasta el punto de que los mercados municipales de Madrid han multiplicado por cien sus ventas «online» y por teléfono. En total, son más de 600 los puestos que atienden a distancia y envían los pedidos en un plazo inferior a 24 horas. Mientras tanto, los tenderos continúan con sus labores a pie de campo, testigos de todo lo que acontece. «La Guardia Real entró una vez para interesarse por nuestra situación», subraya otro vendedor asentado en Doña Carlota, al tiempo que revela los pocos casos de picaresca detectados: «Siempre hay alguno que viene a dar una vuelta y se va sin comprar nada. Si tarda más de la cuenta, le pegamos un grito para que se marche a casa».

La galería eFe de Moratalaz es uno de los centros neurálgicos del distrito que más positivos registra por habitante. Al igual que en otras superficies, sus comerciantes llevaron a cabo una votación para decidir si mantenían el horario o, por el contrario, lo ajustaban en base a la demanda actual. «Desde entonces, solo abrimos por la mañana», dice Eusebio, cuestionado detrás de los pescados que ofrece a cuentagotas: «La primera semana hubo un “boom” porque todo el mundo compró en masa. Pero después, una vez que se llenaron las neveras, las ventas cayeron más del 50%». Pasada la montaña rusa inicial, estas se han estabilizado alrededor del 70%, por lo que el ajuste comienza directamente en Mercamadrid. «Selecciono menos género y en menor variedad porque hay pescados, como los gallos, que están por las nubes y los clientes no están dispuestos a pagar tanto».

El puesto de Isidoro en Las Ventas, con las medidas de seguridad implementadas

El pago con tarjeta o la dispensación de gel hidroalcohólico son dos de las medidas más generalizadas. Dentro del mercado de Las Ventas, además, hay tenderos como Isidoro que han adoptado singulares precauciones para evitar cualquier tipo de contacto: carteles informativos, cajas a modo de barrera para guardar la distancia de dos metros y una pantalla de protección para entregar los pedidos y cobrar sin riesgo a que se propague el virus. La amplia superficie de la que goza este centro permite a clientes y vendedores afrontar las jornadas sin que se produzcan aglomeraciones. Con todo, la psicosis ante la aparición de casos positivos de Covid-19 se ha extendido entre algunos trabajadores.

Desde el Área de Economía, Innovación y Empleo señalan a este periódico el esfuerzo de los mercados municipales por garantizar las condiciones sanitarias, con diferentes medidas adoptadas. Inciden, por ejemplo, en la implantación de mamparas en todos los puestos del ferial de Prosperidad, la contratación de personal de seguridad para controlar el acceso en el de Maravillas o el ofrecimiento a las personas de avanzada edad que acuden hasta la puerta del mercado de La Paz «para que dejen la lista de la compra y sean los propios comerciantes los que entreguen la mercancía en sus domicilios». Diferentes caminos para mantener a flote el servicio más tradicional de abastecimiento alimentario, a pesar del coronavirus.

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