Dos menores estrangulan a una mujer para robarle el móvil en un túnel de Batán: «Me dejaron inconsciente»

Los autores, de origen magrebí, asfixiaron a su víctima hasta dejarla inconsciente por medio de la técnica del «mataleón»

Dos personas cruzan el túnel donde Nuria fue asaltada ISABEL PERMUY
Aitor Santos Moya

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A sus 58 años, Nuria tiene miedo de salir a la calle. Es la primera vez que le ocurre después de medio siglo en Batán, su barrio de toda la vida. Acostumbrada, cada tarde, a dar un paseo hasta la zona de Aluche, esta vecina salió de su casa el pasado miércoles cuando el calor empezaba por fin a dar una tregua. Alrededor de las 20 horas, entró al paso subterráneo de la calle de Villavaliente, que permite cruzar la A-5 rumbo a Lucero, sin imaginar lo que estaba a punto de sufrir. Dos menores, de nacionalidad magrebí, se abalanzaron sobre ella por la espalda para robar su teléfono móvil, el único efecto de valor que llevaba encima. Y lo hicieron con una violencia inusitada, estrangulándola por medio de la técnica del «mataleón» hasta hacerla perder la consciencia.

Nuria despertó a los pocos minutos, tirada en el suelo y con un fuerte golpe en la cabeza. «Me daban temblores», recuerda a este diario. Como pudo, alcanzó su domicilio y avisó a su marido. Los dos alertaron a la Policía y una patrulla se personó en las inmediaciones para intentar dar con el dúo de malhechores. No hubo suerte. Al día siguiente, la afectada acudió a su centro de salud para ser sometida a una exploración y recibir el pertinente parte de lesiones. De ahí, rumbo a Comisaría, en una liturgia que empieza a ser tristemente habitual entre el vecindario de este enclave, al sur de la capital.

En la denuncia, a la que ha tenido acceso a ABC, Nuria advierte de que sus dos asaltantes son menores, de origen marroquí, uno de ellos con el pelo rizado y moreno; y el otro, teñido de rubio y con una camiseta de baloncesto. «Lo primero que quiero dejar claro es que no se trata de racismo ni queremos que estos chicos se vayan a su país», manifiesta la víctima, en la misma línea que su hija Marta, volcada en ayudarla desde el día del suceso. «Lo que no entendemos es que los tengan metidos en un centro, como cabras dentro de un redil, sin que su situación mejore», añaden, en alusión al cercano albergue juvenil Richard Schirrmann, convertido desde enero de 2019 en un recurso habitacional de emergencia de los menores extranjeros no acompañados (menas) llegados a la región.

Nuria y su hija son conscientes de los graves problemas que muchos de estos chicos padecen y, por ello, piden una solución efectiva para evitar que escenas como la acontecida el miércoles vuelvan a repetirse. «Hay jóvenes que están con el pegamento todo el día y necesitan tratamiento», prosigue la convaleciente, aterrada por el grado de agresividad sufrido: «Si me hubieran pedido el móvil, se lo habría dado. Pero en lugar de eso, me levantaron por el cuello y cuando estaba a punto de marearme me tiraron al suelo».

Momentos antes del ataque, una joven se topó con los dos menores, que le pidieron dinero a la entrada del túnel, sin que la situación llegara a más. Nuria pasó por delante de los tres y se adentró en el paso subterráneo, convirtiéndose en la víctima perfecta. Desde entonces, no sale a la calle: «Esta situación es insostenible. Tengo un miedo pavoroso».

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