Madrid borra de su paisaje los viejos cines de barrio

El desmantelamiento de los Canciller, cerrados en 2007, se suma a una larga lista de salas que han dejado paso a comercios y espacios de ocio

Una mujer pasa por delante de los cines Canciller, el pasado miércoles MAYA BALANYÀ
Aitor Santos Moya

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En una época donde todo sucede a velocidad de vértigo, es difícil percibir la continua transformación de una urbe tan vigorosa como Madrid. Donde antes había una pequeña colonia de casas bajas, hoy se asientan grandes y modernas edificaciones que absorben el paisaje capitalino sin más elocuencia que la de pasear un día y encontrar de golpe una maraña de grúas elevadas en el cielo. Debajo, en el punto donde turistas y viandantes convergen como pequeñas hormigas en constante tránsito, sucede tres cuartas partes de lo mismo. La vida, por mucho que duela, rara vez espera a la memoria. Y es dentro de esa centrifugadora de sentimientos alimentada por los nuevos tiempos, donde los viejos cines de barrio han desaparecido progresivamente del callejero.

Los Canciller (Alcalde López Casero, 15) son los últimos en sumarse a una larga lista de salas que han dejado paso a comercios de letreros luminosos y otros espacios de ocio. En el corazón de Ventas, los obreros han comenzado a desmantelar un establecimiento abandonado a su suerte doce años atrás. «Nos dimos cuenta al ver que la puerta principal estaba abierta», señalan dos vecinos, curiosos por saber el nuevo uso que tendrá el enclave. Los rumores en el barrio apuntan a un supermercado, más en concreto de la cadena Aldi. Fuentes de la compañía, no obstante, precisan a este periódico que si bien «tienen previstas nuevas aperturas en la capital», no pueden confirmar «las ubicaciones ni las fechas de estreno» de las futuras tiendas que se pondrán en marcha a lo largo de este año.

Situados encima de la mítica sala de rock duro , que mantuvo el mismo nombre hasta que en 1994 echó el cierre por incumplir las normas de seguridad contra incendios, los cines Canciller extendieron su actividad durante treinta largos años: primero, en una única pantalla donde el público podía ver dos películas en pase continuo; y más adelante, tras someterse a una remodelación integral, por medio de varias salas y una oferta ampliada, fiel al estilo de otros locales de proyección similares.

Su desaparición, no por dolorosa, resulta más inesperada. En los últimos 50 años, la ciudad ha pasado de acoger 161 cines a solo una treintena. Después de los Ideal, inaugurados en 1916, los cines más antiguos que aún sobreviven son Doré (1923), Callao (1926), Palacio de la Prensa (1929), Capitol (1931) y Proyecciones (1931). Todos ellos, reformados casi por completo para poder hacer frente a las grandes salas de centros comerciales, construidas en la década de los 90 y principios de los años 2000. Competencia, ahora, también extendida a las plataformas de televisión, que incluyen un «incontable» catálogo de series y películas.

Los cines Victoria, cerrados en 2018, antes de su desmantelamiento ISABEL PERMUY

Por el camino se han quedado el Lepanto, su vecino el Mundial, el Benlliure, el Aragón o los Victoria. Cines de barrio que, con su desaparición, han concentrado la oferta en el centro de la ciudad. Pero muy alejada del negocio tradicional. Un ejemplo es el Palafox (Luchana, 15), que en 2017 se fundió a negro para reabrir en septiembre del año pasado bajo un moderno concepto de lujo y gastronomía. Fuera de esa órbita, los filmes en versión original han supuesto la tabla de salvación de las pequeñas salas que todavía hoy permanecen abiertas.

«La característica común que mantiene a los cines del centro es la posibilidad de ver películas en versión original. Ello no quiere decir que haya, necesariamente, una demanda mayor, pero detrás de este tipo de proyecciones sí existe un público muy fiel, personas que acuden a las salas al menos una vez por semana», explicaba el director de comunicación de la Federación de Cines de España (FECE), días antes del citado cierre del Palafox. La situación, desde entonces, poco ha cambiado.

Paradigma de ello es la centenaria Gran Vía, que, en menos de dos décadas, ha perdido el cine Azul, transformado en un restaurante americano; los Avenida, que sustituyeron sus filmes por un centro comercial; o el Pompeya, convertido en un teatro de humor y monólogos. En noviembre de 2017, fueron los Acteón, instalados en la manzana «maldita» de Montera, los que bajaron la persiana en un eje bautizado durante los años dorados como el «Broadway madrileño».

A poca distancia, en la calle de Fuencarral, los cerrojazos han borrado del mapa el cine Fuencarral, derribado para levantar pisos; y los Multicines, sustituidos por una tienda de ropa y un gimnasio «low cost». En el número 123, las salas Roxy A y Roxy B continúan en obras para dejar paso a un gran espacio comercial. En esta vía, además de los nuevos Palafox, solo sobreviven el cine Paz y los Proyecciones.

En el otro lado de la balanza, la reapertura de los históricos Morasol (Pradillo, 4) a finales de 2016 devolvió a los vecinos de Prosperidad sus salas de toda la vida. Una gota de agua en el desierto que, contra viento y marea, persiste a los vaivenes de un negro panorama que amenaza con borrar los antiguos «templos» de esparcimiento de buena parte de la sociedad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación