Cartas a la alcaldesa

Las luces

En Madrid, las farolas no se encienden todas a la misma hora incluso en calles vecinas o contiguas

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Lleva uno un ameno despiste con las luces de las farolas, alcaldesa. Resulta que voy viendo que en Madrid las farolas no se encienden todas a la misma hora, y que incluso en calles vecinas, o contiguas, arrancan a lucir en distinto horario. Va uno por la calle Segovia, y las luces de la calle se encienden a las nueve, pero dos calles más arriba, o más abajo, no se encienden hasta las diez. Pasa en rachas del barrio de Salamanca, del barrio de Chueca, del barrio de Lavapiés. Cito a bulto, por orientarnos. En la Gran Vía se iluminan todas a la orden de un mismo grito que no sucede, como una multitud de un solo hombre. La Gran Vía es la Gran Vía, igual que el patinete es el patinete. Es curioso, y es estupefaciente, esto de la farola a su secreto albedrío, porque vamos presenciando unos crepúsculos adornados de luz artificial y luego un anochecer sin resplandor de ejercicio de farola, porque no toca. No sé yo, alcaldesa, quién lleva el reloj de las farolas en Madrid, pero es un reloj de cierto capricho y tirando al desajuste. Como peatón me avalo, naturalmente, y como peatón no acabo de comprender por qué, con este ajetreo alegre de la farola, el atardecer tiene una hora de desmayo, y otra hora la apertura de la noche, según la calle que escojamos. Igual no le hemos aplicado a todas las calles el mismo descuento de los horarios de primavera, y así tenemos que una avenida vive a las nueve de la tarde lo mismo que la calle paralela va a vivir a las diez.

Es un folclore, esto de las farolas, alcaldesa. La noche entra en Madrid cuando manda la farola, si nos ponemos serios. Uno viene dándole vueltas al caso, y lo mismo hay un cambio de turno en el empleado que le da cuerda al reloj de la farola, siempre que haya empleados al respecto, que a lo mejor sí, pero a lo mejor no. Quiero decir que lo mismo quien le da al interruptor de las farolas se va a pillar un bocata de calamares a la hora exacta en que hay que poner a funcionar la maquinaria, y la maquinaria, así, lleva un retraso o un adelanto muy festivo y muy castizo y muy nuestro, en fin.

Mejor otro día le cuento, jefa, sobre la hora despareja en que se apagan las farolas.

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