La «levantá» de la Semana Santa madrileña

La Borriquita y Los Estudiantes inauguran la Semana Santa con las calles abarrotadas

El paso de María Santísima Inmaculada en la calle del Cordón Isabel Permuy
Enrique Delgado Sanz

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Esta vez el cielo no opuso resistencia. El sol estaba en todo lo alto, los ánimos calmados y los nazarenos de las hermandades de La Borriquita y Los Estudiantes tampoco fallaron a su cometido e inauguraron, con la solemnidad de rigor, la Semana Santa de la capital con dos procesiones que ayer congregaron a su paso a miles de madrileños, fieles y turistas.

La primera cita era a las cuatro y media de la tarde, cuando la Hermandad Sacramental de La Borriquita, de blanco impecable y cíngulo rojo, abrió las puertas de la Catedral de la Almudena para lucir un paso, el de Jesucristo entrando triunfante en Jerusalén (de 2013 y obra de Ramón Martín), que comenzó a procesionar hace cuatro años. «A Madrid le faltaba esto», recordó Carlos Malarria, Hermano Mayor de una Hermandad que ayer dio comienzo a la Semana Santa matritense con una comitiva, entre hermanos e invitados, de unas 110 personas.

Es la procesión de los niños y, como no podía ser menos, allí se dieron cita casi dos decenas de ellos, que acompañaron al Señor por un recorrido algo más corto que otros años y que esquivó la calle de Toledo. «Si no, se alargaría demasiado», justificó el Hermano Mayor, orgulloso de que cada año, la Hermandad «vaya creciendo un poquito». Buena señal de ello es que los nazarenos estuvieron respaldados por el Cardenal y Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, que unas horas más tarde, a las siete y media de la tarde, también formó parte del cortejo de la Hermandad de Los Estudiantes , una de las más queridas por los madrileños.

«Llevamos aquí dos horas, desde las cinco menos cuarto», confesaron Abundio, Elena y Lucía, que ayer por la tarde fueron los primeros en ver, frente a la Basílica Pontifica de San Miguel , cómo salían del templo los pasos del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón (obra de Luis Salvador Carmona en el siglo XVIII) y de María Santísima Inmaculada (a cargo Juan Manuel Miñarro López en 1996), a hombros de los costaleros de la Hermandad, que contó con unos 200 nazarenos.

Intimidad e incienso

Con doce minutos de retraso, las puertas de San Miguel se abrieron y estalló la emoción en la repleta calle de San Justo: unos aplaudían, otros vitoreaban y los de más allá, asentían en el momento en el que la comitiva de Los Estudiantes, de negro y cinturón de esparto , asomó por el portalón. Lo que no sabían los presentes era que, mientras presenciaban emocionados cómo los pasos cruzaban el umbral -con milimétrica precisión- de la basílica, los 150 hermanos que formaban la procesión en su inicio ya habían vivido ese momento íntimo y sentimental que sólo ellos disfrutan.

«Es increíble», reconoció Pablo Muñoz , secretario de Los Estudiantes, sobre esos minutos que fueron desde que los hermanos estuvieron listos hasta que la puerta de San Miguel se abrió. Entonces, la iluminación del interior de la basílica —que se queda algo escueta entre tanto nazareno— recibió, mientras se escuchaba un murmullo nervioso, un imponente rayo de luz que iluminó el templo. Entonces no hubo marcha atrás: unos comenzaron a andar y otros levantaron sobre sus hombros las imágenes.

Justo en ese instante, el bullicio de la calle penetró en la basílica, que ya estaba inundada de luz y sentimiento. «Todos los viernes, desde enero, los costaleros han estado ensayando », explicó Muñoz, que valoró así el trabajo que no se ve pero que hay detrás de una procesión que cosechó aplausos e incluso dos saetas –una para Cristo y otra para la Virgen– a su paso por la Plaza de la Villa, una de los puntos de su recorrido con más presencia de público, cuyo aliento es imprescindible,

«Buena "levantá"» se escuchó entre los presentes en la plaza cuando los costaleros elevaron a la Virgen, rodeada de flores blancas y entre multitud de velas. Sin embargo esa «levantá» de la Inmaculada no fue la única. Cada cierto tiempo, los costaleros de los tres pasos que procesionaron ayer tuvieron que descansar antes de volver a levantar hacia los cielos sus imágenes. Todas ellas fueron espectaculares, sin embargo la «levantá» más representativa fue la que protagonizaron los madrileños, que arroparon de forma multitudinaria el paso de los nazarenos. Es cierto que la de Madrid no es la Semana Santa de Sevilla pero, de momento, ya tiene sol, público y saetas. Por algo se empieza.

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