Lavado de cara para la antigua verja del Casino de la Reina, en el centro de Madrid

El Ayuntamiento invierte 93.000 euros en restaurar 50 metros de cerramiento original de principios del siglo XX

La verja de hierro forjado, oxidada y dañada, del parque Casino de la Reina ISABEL PERMUY

Cris de Quiroga

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La vida de Isabel de Braganza , segunda esposa de Fernando VII, fue breve y triste. Un año después de contraer matrimonio, la princesa lusa dio a luz a una niña que apenas respiró durante cuatro meses. Antes de su muerte, el Ayuntamiento de Madrid había adquirido varias tierras para cedérselas a la reina consorte con motivo de su primer embarazo. La finca se bautizó como el Casino de la Reina y la donación se produjo el 25 de abril de 1818. Pero los infortunios que acompañaron a Isabel de Braganza le impidieron disfrutar de su regalo. Ocho meses más tarde, con 21 años, expiraría su último aliento en su segundo parto, del que nació una niña muerta.

La finca continuó su historia, plagada de múltiples usos y reformas, y cercada desde principios del siglo XX por una verja de hierro forjado . El mismo cerramiento que el Consistorio decidió restaurar el año pasado con una inversión de 93.000 euros. «Claro que sería más barato sustituirla por una valla moderna, pero es una cuestión de protección del patrimonio civil», señala Pepe Barrado, técnico de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Área de Cultura, Turismo y Deporte, sobre la valla original instalada hace un siglo, cuando el Ayuntamiento vendió al Estado el pedazo de los Jardines del Buen Retiro que alcanzaban la plaza de Cibeles para construir allí el Palacio de Comunicaciones —hoy sede del Gobierno municipal— y la verja que los rodeaba fue trasladada al Casino de la Reina. Unos terrenos que han acogido la Escuela de Veterinaria, una ‘guardería’ infantil para los hijos de las cigarreras de la Tabacalera, la antigua Escuela de Magisterio Femenino... Y tantos años hacen mella.

Metros de deterioro

El parque homónimo, en el barrio de Lavapiés, se abrió al público en 2001 con 22.839 metros cuadrados de zonas verdes e instalaciones deportivas. El único edificio antiguo que se conserva es el que pertenecía a la escuela de maestras, ahora transformado en un centro cultural. Y el perenne cerramiento, que luce sobre todo en la fachada principal del parque, alineada con la Ronda de Toledo. El Ayuntamiento ha numerado los casi 100 metros de valla en 17 tramos , aquellos que son de titularidad municipal, ya que otros pedazos quedan fuera de su competencia (los que rodean el IES Cervantes y el CEIP Santa María). Los 93.000 euros se han destinado al lavado de cara de los tramos del 1 al 9 y, durante el confinamiento, se completaron las labores de restauración en los primeros cuatro trozos de 5,65 metros cada uno.

El contraste chirría donde, hace tiempo, los comerciantes del Rastro acostumbraban a colgar sus cachibaches. A un lado, los barrotes restaurados, negros y sin defectos; al otro, el naranja óxido se abre paso entre macollas dañadas, elementos deformados y puntas de lanza desaparecidas. Los trabajos sobre los cinco tramos restantes, los más deteriorados, comenzarán el próximo verano. «Se retira la valla y se lleva al taller, porque es una operación compleja, y se instala mientras una valla provisional», explica Barrado.

La retirada dura un par de días y la estancia en el taller un mes, donde se aplicará al hierro forjado arena de sílice desecada a una presión regulable para eliminar el óxido . Los detalles ornamentales también se repondrán a partir de las piezas que aún perduran y que servirán para obtener moldes. Más allá de la verja, las pilastras de granito que flanquean los barrotes, y los jarrones de piedra caliza sobre ellas, necesitarán de algún retoque.

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