Juicio al caníbal de la Guindalera: el crimen del joven que descuartizó y se comió a su madre

Alberto Sánchez Gómez estranguló hace dos años a su progenitora y troceó su cuerpo para alimentarse de su cadáver

Cuando la Policía entró en su vivienda, halló varios envases de plástico con sus restos

Alberto Sánchez, el caníbal de la Guindalera Vídeo: ATLAS

Á. G. C.

Hace más de dos años, el crimen cometido por un joven madrileño, de 26 años, fue considerado por numerosos policías como el más atroz cometido en los últimos años en nuestro país. Pocos casos se recuerdan tan inhumanos , ni reúnen tanto exceso de locura como para acabar con la vida de la mujer que te la dio, descuartizarla, repartirla en 'tuppers' y comérterla. Este lunes, da comienzo el juicio contra Alberto Sánchez Gómez , conocido como el caníbal de la Guindalera, por el barrio en el que tuvo lugar aquel terrible suceso, en el que la Fiscalía pide 15 años de cárcel para este individuo.

Como informó ABC en su momento, los agentes más veteranos del Grupo Operativo de Respuesta y del Grupo de Atención al Ciudadano que llegaron al domicilio del presunto asesino y antropófago no daban crédito a lo que estaban asistiendo. Experimentados policías acabaron vomitando en la Jefatura Superior de Policía tras escuchar la declaración de Alberto, quien reconoció con gran frialdad ante los uniformados en su casa que su progenitora, María Soledad Gómez, de 66, estaba repartida a pedazos en fiambreras y bolsas distribuidas por distintas zonas de la vivienda, el 1 C del 50 de la calle Francisco Navacerrada, en el barrio de la Guindalera (distrito de Salamanca).

El ahora acusado, según recuerda la Fiscalía en su escrito, a principios de 2019 convivía con su progenitora en un domicilio situado en las proximidades de la plaza de toros de Las Ventas. Sin concretar una fecha, pero a finales de enero o a principios de febrero, el acusado discutió con su madre y, tras un enfrentamiento verbal, se dirigió hacia ella « sujetándola fuertemente por el cuello , y con el propósito de acabar con su vida, le presionó con sus manos hasta lograr estrangularla, causando su muerte por asfixia».

A continuación, el acusado, que se encuentra privado de libertad por estos hechos desde el 23 de febrero de 2019, trasladó el cadáver hasta el dormitorio de la vivienda y lo colocó sobre la cama «con el propósito de ir haciendo desparecer su cuerpo» . Para ello procedió a su descuartizamiento empleando una sierra de carpintero y dos cuchillos de cocina que tenía en la misma casa. Una vez troceado el cuerpo, el acusado se fue alimentando «en ocasiones» durante unos 15 días de los restos cadavéricos, «guardando otros restos en varios recipientes de plástico por la vivienda y en el interior de la nevera que había en el domicilio, arrojando también algunos de ellos a la basura dentro de bolsas de plástico».

Doce antecedentes

Como informó este periódico en marzo de 2019, el acusado de un delito de homicidio con la agravante de parentesco está aquejado de una enfermedad mental , probablemente, con un trastorno de personalidad de base añadido y/o agravado por el consumo de estupefacientes. Este peligroso cóctel pudo estallar provocándole un brote, máxime si en aquellos últimos meses no tomaba la medicación.

Así lo explicaba su progenitora a sus más íntimos del barrio. Le tenía miedo porque la golpeaba. De hecho, el reo estuvo ingresado tres veces en una unidad de psiquiatría ; la mayoría, a instancias de ella. Sin embargo, cuando se recuperaba, pedía el alta voluntaria. Al poco, volvía a casa y se desataba el infierno. El 21 de febrero de 2019 se descubrió la atrocidad.

Alberto había sido detenido una docena de veces , la mayoría por maltratarla. En agosto de 2018 fue arrestado, esa vez por quebrantar una orden de alejamiento hacia su progenitora. Una medida que seguía en vigor cuando el acusado acabó con su vida y que vulneraron los dos . Ella no quería ya dejarle pasar al piso y, de hecho, alguna vez llegó a cambiar el bombín de la cerradura. Anulada, sola, y madre, a pesar del miedo que le tenía, le dejaba entrar. Nadie sabe si obligada. Alguna vez dijo a sus amigos: «¡Qué le voy a hacer, al fin y al cabo es mi hijo!».

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