Jesús Nieto Jurado - LAPISABIEN
El Tito Juan
Ya dijimos aquí que íbamos a sacar el paisanaje, el Madrid anónimo que existe
Bigote ancho, abrigo de cuero claro, paso ligero y las manos en el gabán, como en la canción. Así se ve al Tito Juan por las calles cachondas de Chamberí o de Argüelles. Al Tito Juan, los niños que no somos niños, lo conocemos como de siempre. El Tito Juan, con ese mostacho como de De la Quadra Salcedo, va y viene de museos y lugares de sibaritas, que a eso se presta la ciudad tabernaria que tanto gusta a 'colonos' y a gatos. Antiguo funcionario, economista y sabio, lleva una lista de tareas pendientes: que si Tiépolo, que si Velázquez... Y luego sus amigas nórdicas, a las que pasea con prestancia por ese Eixample que va de los bulevares (Alberto Aguilera, Sagasta, Génova) hacia el Norte, donde las marisquerías se confunden con las esquinas y viceversa.
Ya dijimos aquí que íbamos a sacar el paisanaje, el Madrid anónimo que existe. Y Tito Juan (nombre ficticio) no es tío de nadie, sino tío de todos. De la parte de Albacete, es de los últimos flamencólogos de España y, teniendo un ático almodovariano, prefiere andar callejeando. Aunque el ático tiene vistas, sol, igual hasta jazmines y de ahí ve el Tito Juan los vencejos de Aramburu y hasta las gaviotas, en bandada, que remontaron el Tajo de Lisboa y abrevan en Valdemingómez y duermen por la parte del Pardo. Ahí tomó el sol del confinamiento escuchando viejos discos de Pepe Marchena y pensando en 'un futuro, por ventura, pasajero'.
Tito Juan es moderadamente zurdo, se quitó de la UGT cuando el sindicalismo hizo de muleta al nacionalismo. Le gustan los níscalos de Soria y, a lo que nos interesa, leer el periódico a la noche con su cava. Tito Juan y su bigote a veces pasan por el Gijón y recuerdan veladas memorables que me dan nostalgia de lo no vivido. Lo quiero.