LAPISABIEN
Lo de San Francisco
Con lo de mi amigo Quique, por el hecho de parecerle bien ciertas cosas de Vox, se va entendiendo el armazón liberticida que el poder emprende contra los creadores que no comulgan con ruedas de molino
El socialsanchismo madrileño anda ahí, dejado de la mano de Dios. Enmendando conmemoraciones y buscando titularcillos de pataleo. Primero fue Trapiello, que se puede defender, y ahora es Quique San Francisco, que nos dejó el barrio en luto desde marzo. Ya, sí, o sea, lo suyo (lo de los socialistas matritenses) viene siendo una cruzada contra la libertad donde ya ni se esconden . Qué más le da a los hombres, y mujeres, de Pepu, ir contra el signo de los tiempos y contra un mito de Argüelles. Se trata de confundir, enmiendar lo básico, irse desguazando los referentes de una ciudad que no traga ni las imposiciones de Narciso Sánchez, ni las rabietas consistoriales de un PSOE-M ya, sí que sí, en la fase terminal de su misión histórica, que tampoco sabemos cuál fue.
Y mientras, lo que queda es que Quique San Francisco tendrá su teatro en su barrio. Un Argüelles cachondo y noctívago que se va recuperando. Barrio de juventud bella, de alegres terrazas, de esas acacias 'verdemadriles' que contaba Paco Umbral. Ahí fue feliz Quique, con su gorra azul y su libertad para ir preparando bolos y opinar sobre lo humano y lo divino. Aquí el arribafirmante lo trató mucho con su 'partner' Ondarra cuando nos aligeraron del confinamiento. Y sí que era una alma libérrima, con esa cara de querubín rubio y unos ojos inteligentes que movían a una risa melancólica. Sus últimos días fueron felices, pese a esta casta que lo repudia y que seguía, la casta, con la Agenda 2030 de ir laminando al disidente. Y Quique, al que los socialistas madrileños no le quieren conceder un teatro, les leía la cartilla conforme veía la prensa, a la noche, desde una terraza refrescante y desde un teléfono con el cristal rajado, si la memoria no me falla.
Con lo de mi amigo Quique, por el hecho de parecerle bien ciertas cosas de Vox, se va entendiendo el armazón liberticida que el poder –hagamos el esfuerzo intelectual de digerir a Pepu Hernández como «poder» y hasta como «izquierda»– emprende contra los creadores que no comulgan con ruedas de molino . De vivir, le hubiera pedido a Quique que me dijera qué recuerda del 15-M y si iría a las justas que Argüelles, hoy, rinde en su memoria.
El recuerdo de Quique San Francisco es guerra cultural, amigos.