Hacia el sol naciente: Madrid despide a sus olímpicos
Con fe de victoria, paralímpicos, olímpicos y políticos en general desean suerte en Tokio. Y unos Juegos para la capital
A Tokio se va por Madrid, que así decía el lema que se llevó por delante una tolvanera fresca el día después del viento sahariano . Y el acto de despedida a paralímpicos y a olímpicos no fue el que se le dio a los últimos de Filipinas rumbo a Baler, pero después de una pandemia, en víspera de unos JJ.OO . que han estado en el limbo, aquí, en el tapete verde de Vallehermoso, unas 200 personas llevaban cara de medalla, que es la cara que debería haber puesto Jordi Alba en el sorteo de campo de hace unos días. Impresiona, por otra parte, el estadio de Vallehermoso con niños aguardando mitos a los que les separan un breve ramillete de años.
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Porque el fracaso/esperanza de la Eurocopa aquí se transformó, en esta cita festiva y preolímpica, en un rotundo «seguro» cúmulo de victorias según la totalidad de la clase política local. Es el desiderativo del alcalde Martínez-Almeida, «que no he querido dar un pelotazo a un niño tirando un penalti» (la media de las gradas era de 13 años) y que aseguraba que en Tokio caerán algo así «como muchas más medallas que las de Río». Cuántas, se le preguntó, y Almeida salía por peteneras: «Si no lo sabe el COE, lo voy a saber yo. Pero muchas, muchas» .
Victorias históricas
Andaban por allí Coral Bistuer , estrenando cargo institucional, y Pepu Hernández recordando victorias pasadas y cargos y augurando que los de Scariolo «van a tocar chapa y hacer disfrutar» . Que la maestra de ceremonias fuera la veterana periodista Paloma del Río traía una melancolía de patinaje y gimasia artística, barras fibrosas y demás a los que crecieron al deporte en la Ciudad Condal. Paralímpicos y olímpicos portaban una sonrisa que sobrepasaba la distopía en la que vivimos, y que en Tokio se llevará hasta el paroxismo. Así, la Carl Lewis paralímpica, Sara Andrés , hablaba de «los sueños de victoria», del récord que le falta y del complejo protocolo de «burbujas» que tiene preparada su delegación. Y aún así, tiene fe de metales.
Los niños de las escuelas deportivas aplaudían, sacaban un mural de ilusiones y Almeida volvía a pedir los Juegos Olímpicos para Madrid. Begoña Villacís decía que dos horas antes había estado entrenando en el futurista gimnasio de Vallehermoso. Las autoridades incidieron en algo que, en el ínterin hasta que se den por inaugurados los Juegos, hay que recordar. Gracias a Barcelona 92 , el deporte patrio llegó a la «edad de oro», una «edad de oro» que aún perdura.
Begoña Villacís, que este lunes nos enteramos que fue patinadora y que conocía las zonas madridís del mundillo, departía con Danny León, esperanza olímpica del skate que aún «flipa» de cómo cambian las cosas. Tanto que de poder ser amonestado por la policía está a un tris de colgarse un metal. Claro que hubo recuerdos a las víctimas de la pandemia, y también a las familias de los deportistas en los que hay una cuota relativa de esfuerzo. Había niños que querían ser olímpicos en dos disciplinas: atletismo y esgrima, que más o menos eran las disciplinas de la Antigua Grecia.
Los corrillos en esta fiestecilla del deporte eran más sanos que en momentos pasados. Los madrileños que se van al sol naciente llevaban sed de champán y un año de menos. Que no olviden que Alejandro Valverde , sin ser madrileño, va a también a Tokio.