La Gran Vía del futuro que regresa al pasado
La última tecnología y las huellas del siglo XX se fusionan en la estación más puntera de Metro. Después de tres años de obras, su reapertura atrajo a decenas de visitantes
La sombra de la emblemática marquesina de hierro y granito fue el escenario perfecto. Hace casi dos meses el cantautor Álvaro Prada y su amigo Dani Giraldo decidieron volver a tocar mano a mano. A menudo se plantaban frente a la valla verde que delimitaba las engorrosas e interminables obras del Metro de Gran Vía . Este viernes, el día de su reapertura, la melodía de dos guitarras eléctricas y una voz de cantante de trova deleitaban a un nutrido público. Decenas de personas se arremolinaban frente al emblemático templete diseñado por Antonio Palacios , posaban delante de los móviles y se hacían selfis como si fuera la atracción turística de la capital . «Es increíble, yo creo que se va a convertir en un nuevo monumento, se amontona la gente para bajar en ascensor», comentaba Prada, entre canción y canción.
La vuelta de la estación de Gran Vía, 824 días más tarde de lo previsto, fue un acontecimiento. El templete del arquitecto y urbanista Antonio Palacios, una réplica del original de los años 20, cautivaba a los paseantes. Algunos aguardaban en una pequeña cola para descender a las entrañas del suburbano como ya lo hicieron el siglo pasado. Ignacio Escobosa, de 88 años, era uno de ellos: « Es como retroceder 80 años en mi vida , lo que pasa que la otra tenía dos ascensores y esta tiene uno».
El octogenario cargaba una pequeña bolsa, pero reconoció que se acercó desde su casa en el paseo de la Castellana «solo y exclusivamente» para visitar la nueva estación y descubrir que era una copia de la antigua . Escobosa recuerda cuando el templete original fue retirado, en los años 70, y trasladado a Porriño, el pueblo natal de su autor y de donde proceden las piezas con las que se ha construido la réplica. «Me acuerdo de las protestas y las críticas que hubo. En este país primero criticamos las cosas y luego, cuando vemos que son buenas, las volvemos a hacer», ríe, antes de introducirse en el ascensor acristalado que conduce al subsuelo.
Futuro y pasado se entrelazan en una estación alumbrada en 1919, bajo el nombre de Red de San Luis , que ha resucitado como la más moderna de las 300 paradas que vertebran el Metro de Madrid. Aunque la superficie recupera el aspecto de principios del siglo XX, la arquitectura bajo tierra pertenece al último milenio. En el amplio vestíbulo, donde los paneles de las paredes brillan con destellos azules, una gran pantalla acapara la atención: «Bienvenido», reza el inicio de un vídeo de presentación. Varias personas se detenían este viernes para alzar sus móviles y capturar la estética de ciencia ficción de las nuevas instalaciones. Junto a los tornos futuristas (17 en total), que brillaban con rojos, verdes y azules, el ‘youtuber’ José Ossorio, de 31 años y alias ‘Rokusho’ , grababa numerosos planos para sus seguidores.
Más turistas que viajeros
La mañana transcurrió sin incidentes en una de las 25 paradas más concurridas de Metro, aunque lejos de alcanzar lo s 66.000 viajeros diarios previstos , si bien las cifras reales se recopilarán la próxima semana. «Ha venido mucha gente de visita; realmente, el viajero de diario no se ha notado mucho, se han buscado la vida durante mucho tiempo por rutas alternativas y va a costar que vuelva», vaticinaba Julio Rubio, empleado en la empresa pública desde hace cuatro décadas. Enfundado en un chaleco fosforito, atendía las dudas de los usuarios y ayudaba con las tabletas gigantes 4.0 que expiden los billetes. Tampoco hubo imprevistos: «Estamos sorprendidos de que la gente se maneja bastante bien con la nueva tecnología».
Muchos de los turistas recorrían el nivel intermedio de la estación, que aloja un pequeño museo con los restos arqueológicos hallados durante las excavaciones y que fueron culpables, junto a la dificultad del proyecto, de la demora de las obras. José, de 55 años, observaba recipientes del siglo XVII y pedazos del antiguo ascensor de Antonio Palacios, que se mantuvo hasta 1970, con nostalgia: «Recuerdo el templete antiguo, que había un intercambiador de autobuses y que con 6 años cogía el tranvía con mi padre a Ciudad Lineal».
Mientras aquellos que superan la cincuentena rescataban sus memorias, la siguiente generación se fascinaba ante el diseño vanguardista. Jorge Sanz apenas era un quinceañero cuando cerró la parada y este viernes acudió con 18 años, su hermana pequeña y su novia a ver el cambio. «Es una pasada, demasiado moderna para lo que es Madrid, que tiene edificios muy antiguos», opina sin tapujos. Su siguiente frase lo resume a la perfección: «Parece que estás viajando en el tiempo al futuro» .
Noticias relacionadas