Goles contra los prejuicios
La Liga de Fútbol Pro Salud Mental intenta acabar con el estigma que rodea a las personas con estas enfermedades
![Dos de los equipos de fútbol de la Liga Pro Salud Mental, en las instalaciones del Canal de IsabelII](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2018/10/22/goles-U30744136353t0F--1248x698@abc.jpg)
Por el fútbol, hacia la normalización. Y hacia la visibilización. Estos podrían ser los eslóganes que explican la labor que desarrollan los responsables de la Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental grave y duradera de la Consejería de Políticas Sociales y Familia del Gobierno regional . La Liga de Fútbol Sala Pro Salud Mental (Ligasame) lleva 15 años marcándole goles a los prejuicios y chutando fuerte para eliminar el estigma que rodea a las personas que sufren este tipo de dolencias.
« Hay un montón de falsas creencias: que no tienen capacidades o que son peligrosos ...», denuncia Alberto, educador y coordinador de la Liga. Los medios de comunicación no nos libramos de la justificada «bronca». Quienes tratan de forma habitual con personas aquejadas de dolencias mentales saben que uno de sus problemas es el rechazo que provocan, «por desconocimiento la mayoría de las veces», advierte Alberto.
El fútbol ha resultado ser una estupenda herramienta para recuperar a estas personas: el ejercicio físico les ayuda en la psicomotricidad; la actividad, a combatir los efectos sedantes de la medicación; y fomenta que salgan del aislamiento. Lo que empezó con fútbol-sala por el evidente tirón popular se ha ido extendiendo a otros deportes: ya hay también baloncesto, pádel, tenis, tenis de mesa, senderismo, zumba... Y este año también rugby y boxeo terapéutico .
Cambiar de rol
«Aquí cambian el rol de enfermo por el de deportista. Les ayuda a aumentar la autoestima, se sienten más capaces», señalan los educadores. Se esfuerzan en visibilizar a este colectivo, a quienes sólo se mira «cuando es el Día Internacional de la Salud Mental ; si no, nadie se acuerda».
David (nombre ficticio) tiene 41 años. Ha pasado varios durmiendo en la calle , «a la puerta del Teatro Philips Gran Vía», hasta que «se acercaron a mí Javier, María José y Manu». Manu está a su lado, sonriendo sin parar. Es educador, y el entrenador del Prisemi, el equipo que va en cabeza en la Liga y que está formado en su totalidad por personas con enfermedad mental que dormían en la calle y han sido integrados en la red pública de Atención Social de la Comunidad.
A David le convencieron «ofreciéndome un desayuno». Luego ya llegó el diagnóstico, la medicación, la residencia... Y, desde hace unos días, un hogar de verdad, en casa de su tía. «Es que la calle engancha», explica Manu; de ahí que el trabajo principal del educador sea el de «rescatar esa estructura que tenía la persona: los hábitos, los horarios, las duchas...». En su equipo hay gente «de todas las nacionalidades: lo llamo la ONU». Muchos «han llegado en patera, han perdido en ella a su familia, los han visto morir... Esta gente tiene el doble de mérito».
David tiene claro su denuncia: «Somos invisibles» . Participar en el equipo le gusta porque «aquí descargo mi energía». Sólo pide una cosa: «Que se acerquen a mí con respeto».
Bruno es un gran portero; eso dicen sus compañeros y entrenadores, que se lo «rifan».«En mi caso, el detonante de mi enfermedad fue la muerte de mi madre». Siguió por pocos años a la de su padre, ambos muy jóvenes. «Estaba muy protegido y, al perderla, me sentí muy débil». Ahora, vive en una residencia y a diario viaja en tren hasta casa de su tío para ayudar en el cuidado de su prima, que tiene un transtorno madurativo. Una tarea que le refuerza la autoestima: «Mi tío confía en mí», afirma.
El fútbol les abre la puerta a estas personas hacia una vida que nunca habían conocido: los hay que han viajado o se han alojado en un hotel por primera vez gracias al campeonato. Como César, un eficaz delantero que dándole al balón ha llegado hasta Florencia. Lo que más valora del equipo es «el respeto mutuo y hacia uno mismo». Él lo tiene claro: «Si ves cariño, das cariño» . Y, «si alguno necesitamos algo, se nos echa una mano».
Al abrigo de la magnífica instalación cubierta que les cede el Canal de Isabel II, los jugadores se relacionan, aprenden a convivir y se abren a los otros y al mundo . Como Gabriel, un «fichaje» llegado de Gambia, que durmiendo en la calle lo pasaba fatal porque le gustan «las cosas limpias, lavar la ropa y lavarme yo». Casado con una española, de la que ahora está alejado, el fútbol es su revulsivo y su válvula de escape.
«No me adapté»
Como también ha sido la de Willy, cubano de nacimiento que salió de la isla con su familia en 1984 huyendo de la represión política contra su padre. «Llegué con 12 años, dejé allí a mis amigos, mi mundo... Y no me adapté nunca». Tampoco le ayudó mucho el ambiente en el colegio, donde «compañeros y profesores no me trataron bien». Su defensa fue encerrarse: «Me aislé. Me pasé 30 años metido en casa».
Por consejo de su hermano, buscó ayuda profesional y así ha llegado hasta la Ligasame. Cinéfilo, culto y muy aficionado a los toros , el deporte le ha abierto una ventana para asomarse a la vida.
Noticias relacionadas