Ángel Antonio Herrera - Cartas a la alcaldesa

La farola

La costumbre de dejarse las luces encendidas en la ciudad, durante la mañana, es rara costumbre que ya he apreciado en el centro de Madrid

Vista nocturna del Paseo de la Castellana MATÍAS NIETO
Ángel Antonio Herrera

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Si uno enfilaba hacia Burgos, por carretera, en estos días de fiesta, ya pasados, el trayecto incluía una amenidad de farolas encendidas, pero encendidas a media mañana, con lo que el escenario es un escenario de electricidad nocturna, aunque de estéril empleo diurno. Un paisaje literario, o un derroche de tesorería , según se mire. Traigo el ejemplo de la A-1, alcaldesa, porque esta costumbre de dejarse las luces encendidas en la ciudad, durante la mañana, es rara costumbre que ya he apreciado en el centro de Madrid, concretamente en la calle Segovia, y en algunas callejas concéntricas, como Morería, o Nuncio. También en algún tramo suficiente de Arturo Soria.

Reúno citas de callejero para ir avalando, alcaldesa, que hay quien se deja las luces encendidas de la ciudad cuando no toca . El asunto no es nuevo, porque yo vengo viendo este alegre trasnoche de la luz, pero trasnoche al revés, desde hace bastante tiempo. Hasta donde uno modestamente intuye, el alumbrado de la ciudad es ingenio cuyo arbitrio depende de una mecánica programada, y no a cargo de un señor, o de varios señores, que van y quitan la luz cuando llega la hora, como los conserjes. Intuyo que el horario de las luces de las farolas es un prodigio de programación técnica, como los radiadores, o cierto aviones, pero no comprendo, si es así, cómo las farolas van por ahí a toda mecha de bombilla, mientras el mediodía ya está en lo alto.

En un arrebato insostenible de imaginación, he pensado que el horario de las farolas de Madrid va y falla, de cuando en cuando, porque hay un señor por ahí encargado de poner fin o principio a la fiesta, puntualmente, pero de pronto ocurre que se le pasa al hombre la hora. Quiero decir, alcaldesa, que encuentra uno un poco raro que la farola obedezca a un reloj de programación que va loco , porque se supone que todo alumbrado urbano tiene mayor jefe en un ordenador que en un electricista. Pues bien, el ordenador se salta los horarios, algún día. O bien el electricista se deja las luces encendidas.

Ángel Antonio Herrera Articulista de Opinión Todos los artículos de Ángel Antonio Herrera

La farola

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación