El «fantasma» de la Cañada Real asesinó en 2009 a una matriarca rival acusada de chivata

Yolanda fue acribillada por otro clan tras creer que había señalado a los presuntos responsables de un robo de 80 kilos de heroína a una banda turca

Yolanda yace desplomada sobre el asiento del conductor el 7 de noviembre de 2009 ÁNGEL DE ANTONIO
Aitor Santos Moya

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Un fantasma en la última década. Es el tiempo que ha permanecido escondido el segundo autor del asesinato de Yolanda R. R., acribillada a tiros el 7 de noviembre de 2009 , a sus 48 años, cuando viajaba en una Ford Tourneo blanca en compañía de dos de sus hijos, Daniel B.R., entonces de 24 años; y Jon B.R., de 23. La víctima, una antigua matriarca de un clan de la droga asentado en Villaverde, pero operativo en la zona de Valdemingómez, murió en el acto tras recibir tres impactos de bala, uno en la cabeza y dos en el pecho. Sus vástagos salvaron la vida, aunque corrieron suerte dispar: Daniel fue alcanzado en el tórax y un brazo, por lo que tuvo que ser trasladado con pronóstico muy grave al Hospital 12 de Octubre; y Jon, por su parte, salió ileso. El ataque fue cocinado a sangre fría por otro clan de la Cañada Real Galiana, que saldó su venganza después de que el grupo de la fallecida se viese envuelto –al parecer, por error– en el robo de una partida de 80 kilos de heroína a otro grupo integrado por ciudadanos de origen turco.

La emboscada fue planeada en tres actos: abordaje, ejecución y fuga . A las cinco de la tarde, un BMW azul oscuro y un Mercedes cortaron el paso a la furgoneta conducida por sus enemigos cuando salían de una vía secundaria para incorporarse a la carretera de Villaverde a Vallecas, muy cerca de la calle de María Callas. Mientras uno de los turismos hacía de «muro», dos individuos –un padre y su hijo– se bajaron del otro y dispararon a bocajarro contra el asiento del copiloto, ocupado por Yolanda. En total, efectuaron cinco disparos, antes de huir en otro vehículo que les estaba esperando. Tanto el BMW como el Mercedes, previamente robados, fueron abandonados en el mismo lugar de los hechos.

La labor de seguimiento había funcionado ya que por la hora y el lugar elegidos, sin apenas tránsito, los pistoleros sabían que nada podía fallar. O sí, porque el hijo que resultó ileso reconoció a los asesinos de su madre, lo que aceleró la investigación, abierta por el Grupo V de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, y saldada, en primer lugar, con el arresto del autor más longevo en enero de 2010. Con su progenitor a la sombra –actualmente, cumple condena por este motivo–, el joven criminal, que apenas superaba la veintena, se borró del mapa durante más de diez años y medio. Abandonó la localidad madrileña en la que residía y se marchó a la ciudad extremeña de Cáceres, donde un familiar lo ocultó en su domicilio, ya provisto de un documento de identidad falso.

Hasta la semana pasada, momento en que los investigadores obtuvieron una pista, a la postre decisiva, para cerrar el rompecabezas. Se desplazaron 300 kilómetros al oeste del país para comprobar en primera persona que aquel chico era, en realidad, la misma persona que buscaban. El viaje no pudo ser más provechoso. Establecido el operativo de vigilancia en las inmediaciones de la vivienda, los agentes procedieron a su captura de forma sorpresiva. El homicida ya se encuentra en prisión provisional después de que un juez decretara su ingreso.

Asesinada por «error»

Las pesquisas practicadas tras el asesinato desvelaron que este se pudo cometer debido a una confusión, cerrada de la peor manera posible. En aquellos tiempos, tres eran los clanes que controlaban el negocio de la droga en el poblado de Valdemingómez, donde una partida de 80 kilos de heroína había sido recientemente sustraída a una banda turca. En venganza por lo ocurrido, los otomanos secuestraron a un niño de la familia de Yolanda, quien se prestó para hacer de mediadora y conseguir así que lo soltasen.

Pero el sonado encuentro provocó que los otros clanes pensaran que la mujer se había chivado del robo y señalado a los presuntos responsables, lo que la colocó de inmediato en el disparadero. Meses después, cinco casquillos de bala, de dos calibres diferentes, fueron recogidos del interior de la furgoneta en la que viajaba.

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