Explosión en el Metro: «Pensé que era una bomba, todo se llenó de humo blanco, fue horrible»
La dueña de la tableta, una universitaria de 22 años, arrojó el bolso al suelo, nerviosa, al ver que comenzaba a arder
« Ha sido horrible . Creí que era un atentado terrorista y que íbamos a saltar todos por los aires», decían algunos como Manuel Pérez. «Yo vi cómo ardía el bolso de una chica ; luego salían llamas y todo se llenaba de una densa neblina blanca. Entonces empecé a correr hasta el final del convoy, como si no hubiera un mañana», explica Teresa Ruiz. Estos y otros parecidos testimonios se repitieron ayer por la mañana durante los que algunos consideran «los peores minutos de su vida».
Viajaban en el Metro , estaban en la línea 9, en dirección a la estación de Paco de Lucía, con la «resaca» y pereza propia de un lunes cualquiera. Habían dejado atrás Ibiza y estaban a punto de llegar a Príncipe de Vergara, cuando, poco antes de que se escuchara por megafonía:«Próxima estación...», se desató el pánico en plena hora punta. Eran las nueve y ocho minutos.
«Escuché un golpe seco, como una explosión y gritos, muchos gritos. Luego, una humareda blanca que lo inundó todo y un olor a plástico. Pensé que habían puesto una bomba, estaba muy asustada. Pensé que me iba a marear y todo», indica María García.
Los pasajeros se dirigieron a toda prisa hacia la cabecera del tren. Al tratarse de un convoy sin separación entre vagones , lo hicieron con facilidad, ante el estupor del resto de personas que, alarmadas y sin saber qué ocurría, v eían a usuarios con la cara desencajada, agolpándose en un extremo del tren, mientras sus pertenencias se iban cayendo por el camino, en plena estampida.
Una ratonera
Mientras reinaba el desconcierto, varias personas accionaron el freno de emergencia con el fin de parar su marcha de tren, abrir sus puertas y salir de esa ratonera. « No podíamos respirar , no sé si era por el agobio o por qué motivo. Era insoportable», indica después César García.
Otro de los viajeros cogió un extintor y lo vació, literalmente, en el lugar de donde salían las llamas: un bolso grande que su dueña, que resultó ser de Carla, una universitaria de 22 años, quien al percatarse de lo que estaba pasando, lo arrojó al suelo, nerviosa.
El fuego procedía de la tableta que llevaba, que empezó a arder por causas que están siendo investigadas. Lo cierto es que el incidente obligó a suspender el servicio del Metro entre las estaciones de Príncipe de Vergara y Avenida de América, en ambos sentidos, hasta las diez de la mañana, explicaron fuentes de la compañía.
El motivo fue que algunos pasajeros decidieron abandonar el Metro para salvar a pie los cien metros que les separaban de Príncipe de Vergara. El conductor del convoy se percató de lo ocurrido y actuó con rapidez, siguiendo el protocolo. Así, solicitó que se cortara el tráfico.
Mientras desaparecía la incertidumbre y se iba recuperando poco a poco la calma, los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid revisaron dentro del túnel para asegurarse de que no se había quedado nadie rezagado dentro . El maquinista, cuando el convoy estuvo ventilado, medida hora después, volvió a llevarlo a su destino. El susto había acabado, aunque el Samur-Protección Civil tuvo que atender a doce personas: nueve de ellas por crisis de ansiedad y otras tres, por inhalación leve de humo.
Defecto, golpe o calentón
Del aparato, de la marca Airis , se hizo cargo la Policía Científica,que determinará la causa del suceso. Se baraja que la tableta, con teclado incorporado, se calentara y ardiera la batería. Las explosiones de baterías de litio, que llevan incorporadas también móviles y ordenadores, son muy llamativas pero «anecdóticas» en comparación con el número de dispositivos en el mercado, asegura Ricardo Jiménez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
«Estallan cuando hay un fallo de fabricación o se le ha dado un golpe. Eso provoca un calentamiento y una pequeña deflagración. Este tipo de incidentes han comenzado a aparecer por llevar al límite los dispositivos». A este caso hay que añadir el estallido de un móvil en un avión este verano y el reciente caso de un menor en Burgos.
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