Lo que esconden Neptuno y Cibeles, ejes de la candidatura del Prado a la Unesco
La Comunidad publica un catálogo sobre Ventura Rodríguez y su legado, determinante en el camino hacia la Unesco de El Retiro y el Paseo del Prado
El Consejo Nacional de Patrimonio Cultural dio el visto bueno el pasado 22 de marzo al expediente con el que Madrid sueña entrar en la lista de la Unesco . Desde entonces, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital trabajan codo con codo para cumplir con una de las fases de un largo proceso que tiene como objetivo reconocer al Paseo del Prado y al Parque del Retiro como Patrimonio de la Humanidad. Un camino complejo –con intentos previos fallidos– en el que las dos administraciones confían llegar a buen puerto en 2020. Mientras esperan a que los técnicos de la Unesco visiten en persona Madrid –a partir de marzo de 2019– para evaluar sobre el terreno la candidatura, la Dirección General de Patrimonio del Gobierno regional ha publicado recientemente un extenso catálogo sobre la vida y obra de Ventura Rodríguez . Un libro que recoge su legado –el que aún se conserva, el que no y todo lo que proyectó y no se construyó nunca– y que pone en valor su contribución al ornato del gran proyecto del Paseo del Prado durante la Ilustración.
«Únicamente sus proyectos emblemáticos del Paseo del Prado con las fuentes de Cibeles, Neptuno y Apolo, convertidas hoy en iconos de la ciudad de Madrid, bastarían para inmortalizarlo como maestro de arquitectos», explican en el prólogo de «Ventura Rodríguez. El poder del Dibujo». El trabajo coordinado por el doctor arquitecto Javier Ortega Vidal supone un importante documento para comprender el peso que las tres fuentes tienen en la candidatura.
«Cibeles, Neptuno y Apolo son elementos fundamentales en este camino hacia la Unesco. El jardín histórico urbano del Prado, el más antiguo de Madrid, fue declarado Bien de Interés Cultural y las fuentes jugaron un papel determinante en ello. Son el corazón de la candidatura», explica a ABC Paloma Sobrini , directora general de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. «Demuestran cómo la intervención de los hombres ha conseguido sublimar la belleza de un espacio natural como este. El legado de Ventura Rodríguez es la máxima expresión de ello», subraya.
Justicia histórica
El año pasado se cumplió el tercer centenario del nacimiento del arquitecto. La lucha por lograr entrar en la lista de la Unesco está sirviendo para recordar la figura de un maestro que no gozó, en su época, del aplauso general que se le presupone. «Si don Ventura Rodríguez hubiera logrado en vida, como otros hombres insignes, el aprecio que se debía a su mérito, su elogio no tendría tanto aire de apología», dejó escrito Jovellanos en su elogio al arquitecto en 1788. Javier Ortega, recuerda al respecto la lucha de egos que tiene como trasfondo la historia de este gran proyecto urbanísico del siglo XVIII. Sus dos protagonistas fueron José de Hermosilla –quien diseñó la reforma del Paseo del Prado desde 1767 y su prolongación en los paseos de Recoletos y Atocha– y el propio Ventura Rodríguez.
Su rivalidad manifiesta creció sustancialmente después de que este último denunciara «irregularidades» en el planteamiento de Hermosilla en 1774. El presupuesto fue superado con creces y en agosto del año siguiente Ventura se quedó con el control total del proyecto. Hermosilla falleció solo ocho meses después , en mayo de 1776. «Madrid era la ciudad en la que vivía –era madrileño, nacido en Ciempozuelos–, en la que trabajaba, en la que impartía clases. A pesar de sus trabajos por toda España, con joyas como la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, su vínculo con la capital fue muy fuerte», explica Ortega.
En 1764 había sido nombrado Maestro Mayor de las obras y fuentes del Ayuntamiento de Madrid . Desde 1766 fue supervisor en el Consejo de Castilla de todas las obras del país. Entre 1766 y 1768 fue nombrado director general de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, un cargo que volvió a ocupar en 1775, en pleno proceso creativo para el Paseo del Prado. Por otro lado, desde 1773 su intervención fue decisiva en todas las obras eclesiásticas de protección real.
Cambios en el proyecto
En pleno esplendor profesional, Ventura Rodríguez modificó puntualmente el plan de Hermosilla –cubrió el canal de desagüe de las aguas que discurrían por el Prado Viejo y amplió los paseos separando a los peatones del tráfico de carruajes–. En marzo de 1776 presentó los nuevos presupuestos para las obras y el proyecto iconográfico para decorar el paseo con tres fuentes de estilo clasicista y alusiones mitológicas al Fuego, la Tierra y el Agua .
Sus dibujos originales, conservados en el Archivo de Madrid, están incluidos en el catálogo con textos explicativos del conjunto. «En el esquema original, Neptuno y Cibeles se miran teniendo en el centro a Apolo», recuerda Ortega. Esta última es la única que se mantiene en su posición original. Cibeles, que se ubicó junto al Palacio de Buena Vista, quedó centrada en la plaza –mirando hacia la Puerta del Sol– siguiendo un proyecto de José López Salaberry en 1895. Neptuno fue girada también –hacia la Carrera de San Jerónimo– en 1898 por José Urioste y Velada. «Aunque tuvieron un sentido puramente ornamental, las ideas de Ventura fueron muy modernas en términos de sostenibilidad . La escasez de caudal hizo que el agua se reciclara de una fuente a otra. La de Cibeles alimentaba a la de Apolo y, este, a la de Neptuno», explica Ortega.
Una de las obras hidráulicas más ambiciosas de la Ilustración , en tiempos de Carlos III, que embelleció Madrid. «Los madrileños lo han hecho suyo llenándolo de vida desde el siglo XVIII. El Paseo del Prado y El Retiro configuran un espacio único en el mundo que merece ser reconocido como Patrimonio de la Humanidad», opina optimista Paloma Sobrini.
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