Los empleados de supermercado, frente al Covid-19: «Por fin la gente nos valora como un servicio esencial»
Los cajeros y reponedores de supermercado trabajan, cada día, en la primera línea de batalla a pesar del coronavirus
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En Azca ya no hay coches, turistas que caminen hacia el Bernabéu ni rezagados que retomen la senda de vuelta a casa a primera hora de la mañana, tras una noche en los bajos de Orense. El letargo en el que se sume el distrito financiero, al igual que toda la ciudad, solo lo rompen el goteo de la lluvia contra las aceras y el triste repicar de las ruedas de los carros de la compra en el pavimento. Los dueños de estos, enfundandos en mascarillas de celulosa, se dirigen, cabizbajos, hacia uno de los supermercados de la zona, en el que les instan a desinfectarse las manos con gel hidroalcohólico y a ponerse guantes. El Corte Inglés , que ahora solo tiene entrada por el paseo de la Castellana, permanece todo el día con las luces de los departamentos apagados, sumidos en una especie de estado desangelado que se altera gracias al ajetreo de la superficie alimentaria y a los trabajadores que le dan vida . «Por fin la gente nos reconoce como servicio esencial. El cliente ahora nos da las gracias por estar aquí», cuenta Adriana, cajera del supermercado desde hace dieciséis años.
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La trabajadora ejerce su labor, desde hace tres semanas, protegida por una mampara que se ha colocado en cada línea de caja. El centro de la Castellana fue el primero de la empresa española en implementar esta medida, a la que siguió el uso de mascarillas y guantes. El trabajo de Adriana, de 41 años, ya no se limita a pasar los productos por el escáner, sino que sus funciones, debido al coronavirus , han aumentado. Al igual que sus compañeros, ahora tiene que dedicarse a hacer las compras de alimentación que llegan a través de la página web. «Hay mucho jaleo, pero lo llevamos bien. Antes era más rutinario», afirma ella. En los pasillos coincide con Rubén, reponedor desde hace dos años, que confirma su versión. «La carga de trabajo ha aumentado, no paramos de subir mercancía. Antes, cada uno se dedicaba a un departamento ; ahora, todos tenemos que reponer cualquier tipo de producto», explica este joven, de 27 años.
Ambos coinciden en que la etapa más caótica fue la de los primeros días de la pandemia de coronavirus , cuando muchos lineales se vaciaban varias veces al día. «Afectó sobre todo al papel, a la comida preparada, como botes de fabada, lentejas, arroz o conservas de pescado. También a congelados de verdura , salteados, lejía y limpiadores. Teníamos que reponer cada dos por tres», asegura el trabajador, que mantiene que nunca hubo falta de «stock»: «Desde enero, las compras se incrementaron y el centro reforzó los inventarios para que nunca faltase ningún producto».
Ninguno de ellos, a pesar de estar en la primera línea de esta batalla que se libra contra el Covid-19 al ocupar puestos de primera necesidad, tiene miedo. «Este es nuestro día a día. El hecho de que esta enfermedad exista no quiere decir que tengamos que estar asustados. El cliente se desinfecta, nosotros también, y pagan casi todos con tarjeta. Están mucho más mentalizados», remarca Adriana, justo antes de llenar un nuevo carro de la compra.
En El Corte Inglés, la compra presencial –según informan fuentes de la compañía– ha descendido, pero se han incrementado los pedidos «online». «Hemos habilitado una línea especial para los sanitarios que están doblando turnos y no tienen tiempo para venir a hacer la compra. Es un canal preferente y recibimos, solo en este centro, en torno a 80 o 100 pedidos diarios», continúan las mismas fuentes. Otra modalidad de compra compra, a través del , que consiste en ir al establecimiento con el coche y que los propios trabajadores introduzcan las bolsas en el maletero, también se ha multiplicado «hasta el 7%», teniendo que habilitar más plazas en el subterráneo para este fin. Por otra parte, también se da preferencia a los mayores para entrar a primera hora, con una línea de caja solo para ellos.
A poco más de dos kilómetros, en un supermercado DIA trabajan Adrián y Nora: él es cajero y ella, encargada. «Cuando empezó el coronavirus , la gente se amontonó. Hubo días de locura e histeria , después de que el Gobierno anunciase el estado de alarma », dice Adrián, que trabaja desde hace seis meses en el súper para poder pagarse los estudios y el alquiler: «Ahora, la gente viene a comprar más a conciencia, no tan a lo loco como hace tres semanas».
«Queríamos llegar a todo y no dábamos abasto. Cuando se decretaron los primeros días de confinamiento , arrasaban con todo. En estos días hemos visto un cambio: esperan su turno fuera de la tienda y mantienen la distancia, sin amontonarse. También pagan mucho más con tarjeta», indica, por su parte, Nora. En el establecimiento, ubicado en el paseo de Francisco de Sales, duplicaron la facturación los días siguientes a la primera comparecencia de Pedro Sánchez . «Esa tendencia se ha mantenido, aunque hemos reducido el horario y cerramos a las siete cuando antes lo hacíamos a las once. Las últimas horas eran las que más vendíamos», continúa la encargada. Al igual que en El Corte Inglés, los primeros productos en agotarse son el papel higiénico y las legumbres. Ellos, «ángeles» anónimos de esta cuarentena, seguirán reponiendo para intentar que no haya una despensa vacía en la capital.