Ecos del San Isidro de las leyendas

Se cumplen 25 años del mítico concierto de The Smiths en el Paseo de Camoens, uno de los más multitudinarios de la historia en España

Luis Eduardo Aute y Joan Baez en el Palacio de los Deportes, en las fiestas de San Isidro de 1983 José Sánchez Martínez
Nacho Serrano

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Por primera vez en décadas, San Isidro se ha quedado mudo. Los conciertos de estas fiestas han quedado silenciados por la pandemia, y sólo queda el consuelo de las actuaciones online… y de los recuerdos. Y es que esta celebración ha sido el marco de algunos de los recitales más importantes que ha vivido Madrid, especialmente en la década de los años ochenta, cuando se gastaban auténticas fortunas para hacerse con los servicios de las estrellas internacionales más rutilantes.

Hace 25 años, The Smiths arrasaban con un arrollador concierto en el Paseo de Camoens (en el Parque del Oeste) ante cerca de medio millón de personas. Una cifra que convierte aquella cita musical en la más multitudinaria celebrada en España. Aquella noche, Morrisey y compañía derritieron a una audiencia que veneraba a la banda británica y la recibió como si fueran los apóstoles del pop más libre y desacomplejado, que era lo que se estilaba en el Madrid de La Movida. De hecho, el programa emblemático del movimiento, «La Edad de Oro», se despidió ese día retransmitiendo en directo tan magno evento.

Ese año, Tierno Galván se gastó la friolera de 120 millones de pesetas en música en directo, y además de los Smiths trajo a Lluís Llach, Caetano Veloso, Enrique Morente, Camarón de la Isla, Spandau Ballet, Alaska, Radio Futura, Gabinete Caligari, Mecano, La Unión, Joaquín Sabina, Nuevo Mester de Juglaría, José Antonio Labordeta, Pablo Guerrero, Carlos Cano, Luis Pastor, Daniel Viglietti… una lista de estrellas que deja sin aliento.

James Brown y The Kinks

El año siguiente, el Ayuntamiento se puso cresta y trajo a La Polla Records a la Casa de Campo. El resultado fue una gigantesco vodevil punk con más de 60.000 personas de pogo frente al escenario de Evaristo y los suyos, que vieron cómo sus fans invadían el escenario al final del show. El saldo final fue de varios destrozos, ocho heridos leves y un detenido. Ese año el presupuesto fue un poco menor: 100 millones. Pero sirvió para contratar a dos leyendas internacionales con mayúsculas, James Brown y The Kinks, además de Ramoncín, la Orquesta Mondragón, Gabinete Caligari, Círculo Vicioso, El Último de la Fila, Desperados o Los Secretos.

En el 87, entre los invitados de honor en la Casa de Campo estuvieron Barón Rojo y el británico Gary Moore, que tuvieron un telonero de lo más accidentado, la banda Shy, cuyo cantante tuvo la gran idea de gritar «españoles de mierda» al público. La respuesta fue una lluvia de botellas que les hizo huir del escenario después de la segunda canción.

Antes de todo esto, en 1983, se vivió otra de las veladas más legendarias de las fiestas de San Isidro en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Allí, Joan Baez y Aute compartieron tablas y rivalizaron en número de fans con el mismísimo Tierno Galván, que se mezcló entre unas multitudes que le vitoreaban: «¡Tierno, eres el mejor!» (el año siguiente, allí diría su famosa frase de «¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque… y al loro!»). Aute estuvo soberbio, y aunque Baez se mostró algo distante y fría con el público, supo metérselo en el bolsillo con un repertorio de antología que incluyó clásicos como «Blowing in the wind» y «A hard rains a gona fall», de Bob Dylan, «Guantanamera», «The Boxer» de Simon & Garfunkel, e incluso el «Let it be» de los Beatles e «Imagine» de John Lennon.

La gran Tina Turner cantó en Madrid, por San Isidro, en 1981 y 1987. Los dos conciertos fueron una demostración de poderío. Sobre estas líneas, una invitación al último ABC

Pero si hay que recordar conciertos de San Isidro especialmente explosivos, no podemos olvidarnos de los que ofreció la gran Tina Turner, en 1981 y 1987. Los dos fueron una demostración de poderío, pero también de «divismo» pop : en ambas ocasiones, la cantante exigió no sólo el pago en metálico por su actuación, sino también estar bien surtida de champaña francés Dom Perignon, una suite de lujo y un coche de marca «superior al Pontiac o al BMW» con chófer incluido.

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