Domingo sin coches en el ‘manifestódromo’ patrio
Coincidiendo con el final de la Semana Europea de la Movilidad, los madrileños se solazan entre Atocha y Colón

Cambiar la perspectiva, domeñar el asfalto, hacer de la gran avenida citadina una Casa de Campo donde pasar el domingo. Ése era, más o menos, el espíritu con el que el madrileño y el visitante paseaban este domingo por los 4,5 kilómetros aproximados que forman el recorrido entre Atocha y Colón, de normal manifestódromo patrio. La excusa de que este espinazo y hasta vía pecuaria de Madrid se haya cortado al tráfico se debía a la Semana Europea de la Movilidad, y eso lo sabían Julen y Vanessa, que habían venido de San Fernando de Henares porque lo «vieron en Twitter y aún hace calor para pasar el domingo en ‘La Pedri’ (La Pedriza)» .
El eje Prado-Recoletos eran dos kilómetros, asfaltados del verde moral que ahora es ‘trendy’, con actividades de más o menos atractivo: patines, educación vial y educación en salud, que dicen que el ‘pateo’ desatasca las arterias. Como una feria en la que la ciudad, sin que mediara protesta, se encontró con su principal arteria; la que nunca ve en perspectiva de 360 grados. Y la disfruta.
El silbato
Un tuno caminaba que se las pelaba a la altura del Palace mientras Filipo, niño rubillo (Vázquez Montalbán escribió que en Madrid todos los niños eran rubios), iba con su bicicleta amarilla de un solo plato sorteando turistas y bajo la atenta mirada de sus padres. Filipo quizá fuera después a la lección de Tráfico para pequeños que organizaban la Policía Municipal y los Agentes de Movilidad con premio de un silbato y un gorro policial.

Decía Berlanga que lo único que no le gustaba de Madrid era que después de la larga avenida no se viera mar, pero ese detalle les dio igual a los madrileños de domingo, que se saludaron sin las urgencias de los semáforos y los carriles .
También se tropezó el cronista con un matrimonio de Cuenca, Fernando y Carmen, que no sabían de qué iba lo del corte de la circulación y que les parecía bien «caminar» y que otro día, o si les sobraba tiempo, irían al Museo del Prado. El del VTC tampoco se quejó mucho; acaso porque era domingo y el sol dominical, como para tener novia o novio formal, invitaba al optimismo.
Día del peatón
Y en el paseo, claro, las normas Covid y hasta bastones de montañeros clavándose en la vía, con el ruidillo de algunas procesiones de Murcia. Todo eso pasaba cuando Pedro se imaginaba en una quimera: «El Prado y Recoletos soterrados» , puede que animado por lo de la Unesco. A Pedro, las áreas temáticas del día como que le daban igual, y eso que había ‘Un Madrid sostenible’ y ‘Un Madrid seguro’. Pedro iba de la mano de la parienta con las gafas de aviador y señalando lugares que nunca fotografiaron con tanta calma. Esa tranquilidad, esa urbanidad, se veía también en las distancias que se mantenían sin mascarilla y en que bicicletas y patinetes mantenían la velocidad del peatón en el día que era su día. En el cogollo del meollo de Madrid, el cronista vio una placa fotovoltaica, jardines efímeros de los restos de Filomena p ara concienciar del Madrid verde, y hasta agentes de movilidad haciendo de porteros entre dos señales de prohibido estacionar. Se ve que la muchachada sigue los pasos de su alcalde, aunque el balón sea de gomaespuma. Se prestaban patines, y se enseñaba conducción gratis a los nenes, a los que se les daba, a pesar de una supuesta torpeza, «un carnet de puntos positivos» .
Todo eso y más fue el domingo de la Semana de la Movilidad: policías jugando al fútbol, regañando amorosamente a futuros conductores suicidas, y las aseguradoras avisando de los riesgos (y ventajas) de los patinetes que van por electricidad y de los otros. Y para los nostálgicos de aquellos autobuses como salidos de ‘El Crack’ de Garci, ocho autobuses entre los que, con sus dos plantas, sobresalía muy en londinense 7: el que unía El Viso con la Red de San Luis.