Aguirre abandona la política «engañada y traicionada» por González

Esperanza Aguirre, hasta hoy portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Madrid, ha anunciado este lunes su dimisión tras avisar previamente a través de un SMS a Mariano Rajoy, que se encontraba de viaje oficial en Brasil. La operación Lezo y la detención de Ignacio González, antiguo número dos de Aguirre, han llevado a la exlíder del PP de Madrid a abandonar la política. «Me siento engañada y traicionada», ha declarado en su comparecencia ante los medios de comunicación. Según ella, no supo vigilar al que fuera presidente de la Comunidad de Madrid y, por tanto, se ve obligada a dejar todos los cargos que ostenta. Con el anuncio pone fin a tres días de especulaciones sobre su marcha y asegura que da el paso porque es su manera «de entender la política». «Los ciudadanos tienen el derecho a exigir que los políticos asuman su responsabilidad política sin excusas. No la eludo y por eso dimito», ha indicado. Aguirre cierra así 30 años vinculada a la política, desde que en la década de 1980 empezase a ejercer como concejala. Ha sido ministra, presidenta del Senado y presidenta de la Comunidad de Madrid, cargo del que dimitió en 2012 para dejarlo en manos de Ignacio González. Posteriormente cesaría como presidenta del PP de Madrid por la «gravedad» de las acusaciones de financiación ilegal en su partido. Por aquel entonces, su otrora hombre de confianza Francisco Granados, que llegó a ser secretario general del partido en Madrid, llevaba un año en la cárcel por la trama Púnica. Ahora, de nuevo salpicada por los negocios de las personas de su entorno, Aguirre se ve obligada a abandonar.

No por esperada la dimisión de Esperanza Aguirre ha tenido poco revuelo. Desde Génova han evitado posicionarse y confiaban en la decisión que pudiera tomar la ya exportavoz. «Ella tiene que tomar las decisiones, a nivel orgánico ya la tomó», ha señalado Pablo Casado, quien le animaba a hacer una reflexión «a título individual». Por su parte, el concejal del PSOE Antonio Miguel Carmona ha considerado a Aguirre «la madre de la corrupción», mientras que el portavoz socialista en el Congreso de los Diputados, Antonio Hernando, ha solicitado «que a la tercera vaya la vencida». Desde Ahora Madrid, el partido que gobierna en el ayuntamiento de la capital, creen que «no es suficiente» con la dimisión, y quieren «que se diriman todas las responsabilidades».

Un paso necesario y cabal

Con los que fueron sus más estrechos colaboradores en el Gobierno de la Comunidad de Madrid encarcelados, a Esperanza Aguirre no le quedaba otro remedio que asumir la responsabilidad política por haber elegido a Ignacio González y Francisco Granados para que ocupasen sendas vicepresidencias en Sol. Ambos están hoy entre rejas y sobre ellos pesan gravísimas acusaciones de haberse lucrado ilícitamente aprovechando su puesto y el poder que se les dio. Aun sin que pese sobre ella imputación judicial alguna, acierta Aguirre al dejar el único cargo que le quedaba en el PP (aunque ya lo podía haber hecho el miércoles) después de que hace meses dejara de presidir el partido en Madrid. El obsceno presunto enriquecimiento a costa de los intereses de los madrileños, bien en la trama Púnica bien en la del Canal, requiere que consecuencias como la que ha hecho efectiva la histórica dirigente del PP, que también con acierto señaló que la lucha contra la corrupción no es solo cosa de los jueces y las Fuerzas de Seguridad. Los partidos también están concernidos en esa estrategia de tolerancia cero, en el combate desde la primera línea contra esa lacra que tanto está perjudicando a la confianza de los españoles en su clase dirigente, en los políticos que eligen para que les gobiernen. Es reconfortante, por ejemplo, que fuera la Comunidad de Madrid la que facilitase los informes que han llevado a la desarticulación de la trama del Canal. Es en esa acción anticipativa donde los políticos y el sistema ganan crédito y enteros. Porque si no es así, la alternativa solo es el paso, cabal y elogiable, que ha dado Esperanza Aguirre.