David Bisbal: La vida sigue igual
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Los prolegómenos, como siempre, propiedad del famoseo. Medio Palacio preocupado por la tribuna de la Preysler y este cronista hiperventilando por un discreto Alberto Contador... en fin.
El concierto arrancó emocionante con 'Silencio', canción perfecta de pop. La imagen de la sutil rebelión de algunos, levantados y bailando, fue realmente poderosa superimpuesta sobre los primeros acordes. Fue algo así como : «Aquí seguimos». Y me emocionó.
Después 'Antes que no', donde hay melodías ligeramente más graves a partir de las cuales extraje una conclusión: Bisbal brilla como pocos cantantes nacionales en el registro medio-alto de su voz, pero sufre en el medio-bajo. Bueno, no sufre, simplemente desaparece como un tren en la distancia.
'Amor amé' le puso ritmo a la noche con un galope rumbero en el que se empezó a apreciar el valor de uno de los mayores activos del espectáculo: la banda.
En 'La necesidad', batería (David Simó) y bajo (Jordi Portaz) se lucieron en el medio tiempo: comedidos pero dinámicos, amagando con correr sin llegar a ello. La voz de Bisbal de nuevo brilló en el sentimentalismo y el agudo, su espacio natural.
Buen solo de guitarra en 'Tú sabrás' de un Ludovico Bagnone que dirige a la banda y toca pedaleras y efectos con dedos y cerebro de productor.
La siguiente, 'No amanece' fue una auténtica virguería. Bisbal parece que va a romper la voz... y de repente sube sin esfuerzo. Después, la banda se marca un 'break' entre el funk y el progresivo que durante un momento nos transporta a los círculos más técnicos de Nueva York o La Habana, donde el más tonto hace relojes. Espectáculo puro.
'Esclavo de sus besos' marcó el ecuador del concierto y el almeriense, que sabe mucho de escena, se quitó la chaqueta y desabrochó un botón.
'Vuelve', su último single, es una buena balada que crece despacio hacia el clímax final en el que Bisbal dio paso a Sebastián Yatra, quien canta 'A partir de hoy' emocionando a las jóvenes congregadas, aunque, para ser sinceros, su voz no puede competir con el chorro del español.
Antes del final y las canciones atemporales, destacaron 'Dígale' y 'Si tú la quieres' dos tiempos lentos donde se luce Gabriel Peso al piano, rellenando ese espacio intangible entre frase y frase. Ese vacío (y cómo se rellena) es una de las diferencias entre un éxito y un buen tema, pero eso otro día.
En las canciones más recientes del cantante se aprecia una transición hacia los ritmos latinos del panorama moderno (reguetón), decisión artística que tiene todo el derecho del mundo a tomar. A mi juicio, y más después de lo que han demostrado Rosalía y El Madrileño con ritmos autóctonos, es una lástima.
La traca final comenzó con 'Perdón' y 'Bésame' dos canciones fantásticas de pop. 'Bulería', épica, levantó de nuevo a los sutiles rebeldes, cerrando el setlist oficial antes de los bises, 'Oye el Boom' y 'Ave María', sobre los que sería redundante decir algo.
El concierto, la mística en el pabellón, la sutil rebelión de la gente, la voz emocionada de Bisbal cuando hablaba entre canciones... todo me recordó a George Washington, que perdió casi todas las batallas para poder ganar la guerra. Pensé en nosotros, en nuestra gente de España, y me emocioné de nuevo. ¡Arriba!