Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia
Eva Cuesta: «Hay que asumir que las mujeres no estamos en ciencia para llenar un cupo»
La bióloga e investigadora madrileña presenta, en CaixaForum, un monólogo para acercar la ciencia a todos los públicos a través del humor, y explicará las barreras que, aún hoy, tienen que superar las mujeres científicas
Cuando Eva Cuesta Moreno (Navalcarnero, Madrid, 1986) entró, de adolescente, en el IES Profesor Ángel Ysern «no sabía que Biología era una carrera». Nada, hasta entonces, había logrado hacer atractiva la ciencia a su corta edad. Ayer, desde el mismo centro en el que sus profesoras Yolanda, Victoria y Raquel lograron despertar en ella la vocación científica –hoy es bióloga especializada en zoología, investigadora predoctoral en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y creadora del blog de divulgación Biotura– atiende las preguntas de ABC en la antesala del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia . Una cita que ‘CaixaForum’ celebrará este jueves 11 de febrero, a las 19 horas, con su monólogo ‘La vida es una mierda’ –Eva está especializada en escarabajos coprófagos– y con la que pretende acercar la ciencia a todos los públicos y divulgar el conocimiento científico en un formato dinámico y divertido, «promoviendo la igualdad de género ». Cinco charlas en clave de humor, simultáneas en 'CosmoCaixa' Barcelona y en los centros CaixaForum Madrid, Palma, Sevilla y Zaragoza, que correrán a cargo de colaboradoras e integrantes de Big Van Ciencia . «Mujeres científicas hablarán de su especialidad y sus logros en ciencia, pero además explicarán las barreras que han tenido que superar o las dificultades con que se han encontrado», explican desde la Fundación ”la Caixa”.
—¿Qué sientes al celebrar este Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia?
—Aún falta visibilidad para las mujeres en la ciencia. Este día sirve para reivindicar su papel, también de aquellas que en el pasado hicieron grandes aportaciones y que pasaron sin pena ni gloria. Esta celebración también sirve para crear esos referentes de científicas en las niñas y que vean que la ciencia también es cosa de mujeres.
—¿Hay un problema real en el fomento de las vocaciones científicas?
—Esto ha mejorado en los últimos años. Yo llegué al instituto sin saber que Biología era una carrera. Cuando doy charlas en colegios, a los niños más pequeños, tengo la sensación de que ellos sí que tienen una idea mejor que la que yo tenía a su edad sobre lo que es la ciencia. Saben que es una profesión, aunque hay muchos estereotipos. Me gusta que este día exista porque también es una manera de poderlos romper.
—Para ello, ¿basta con enarbolar la bandera de las políticas de género?
— No lo sé. Hay que romper los estereotipos que los niños y niñas tienen de qué es ser científico –en sus charlas comprueba como los menores, a priori, siempre lo asocian a «señores mayores»–. La imagen que tienen es poco atractiva: bata blanca, gafas, encerrados todo el día en el laboratorio, sin vida social, sin amigos... En realidad, no somos así. Estamos aquí para demostrar que los científicos y las científicas somos gente con amigos, simpáticos. Son imágenes negativas que se refuerzan, por ejemplo, en el cine.
—Europa se ha fijado como objetivo, en 2030, la paridad en la ciencia, ¿es solo cuestión de cuotas?
—El horizonte pasado era 2020 [risas]. Está pasando una cosa con las cuotas y es que, en tribunales, leo con desagrado cómo en ocasiones los compañeros científicos hacen saber a las mujeres que están en la mesa porque tienen que cumplir la cuota. Hay que asumir que las mujeres no estamos en ciencia para llenar un cupo. Cuando coges los datos de género del informe del CSIC y los representas, en la etapa predoctoral en la que yo estoy, el porcentaje de hombres y mujeres es del 50 por ciento. Según vas avanzando en la carrera científica, hasta que vas llegando a puestos de mayor nivel, vas viendo cómo el porcentaje de hombres va aumentando. En las últimas etapas de investigación quedan solo un 25 por ciento de mujeres. Hay algo que empuja a que las mujeres se vayan descolgando de la ciencia.
—¿Qué crees que es?
—Puede haber diversos motivos. Posiblemente la maternidad , la falta de conciliación familiar, la falta de oportunidades laborales... Un machismo quizá intrínseco todavía en nuestra sociedad que vamos arrastrando sin darnos cuenta. La ciencia es un mundo muy competitivo. Nuestra manera de producir es publicar artículos científicos. Eso conlleva muchísimo tiempo. Tienes que estar siempre ahí, a tope, publicando. Muchas veces, en la mujer recaen responsabilidades que hacen que su tiempo para la ciencia sea menor que el que pueden disponer otras personas, en este caso los hombres. Con la maternidad, al final, pasa eso. En la mayoría de los casos las responsabilidades familiares, tanto de hijos como de cuidado de mayores, recaen mucho más en la mujer. Eso en ciencia penaliza. Penaliza porque en una etapa de tu vida, publicas menos, te caes de ese nivel. Se está luchando por el cambio. Tengo la sensación de que cada vez tenemos más voz. Hace años esto era algo asumido, que la ciencia era un mundo de hombres. La solución no debe ser tan sencilla porque si no ya lo habríamos conseguido.
—El título de su monólogo, ¿es una indirecta?
—La mierda es un mundo y, a veces, viceversa [risas]. Pero, no. Aunque la ciencia tiene más problemas que el del papel de la mujer: la falta de estabilidad, de presupuesto o la cantidad de enfermedades que van asociadas a la carrera científica.
— Y, ante esto, ¿qué harían tus escarabajos?
—Se enterrarían [risas, de nuevo].
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