Crimen, fuga y caída: detenido uno de los condenados por matar a Carlos Jarry
El alunicero recibió siete tiros a la salida de un garaje de Arganda del Rey en 2008
Ni la excusa («No pensaba que era el jefe de los aluniceros, sino un raterillo») ni las pruebas estaban del lado de Ignacio y Rafael R. G. condenados por los jueces a 16 años y medio 15 de prisión, respectivamente, por el asesinato de Carlos Jarry. Pero uno de ellos, Rafael, no estaba dispuesto a pasar buena parte de su vida entre rejas. Así, a principios de 2018 aprovechó un permiso para fugarse. Ahora, dos años y medio después, ha vuelto a caer. ¿Su fallo? Consumir sustancias estupefacientes en una calle de Carabanchel.
A la una y media de la tarde del pasado miércoles, dos agentes de paisano sorprendieron a Rafael sin imaginar que se trataba de un fugitivo. Este, en cambio, sabía de sobra que su vida al margen de la Ley acababa de saltar por los aires. Y no estaba dispuesto a entregar la cuchara; no al menos sin oponer resistencia. Primero, golpeó a uno de los policías y trató sin éxito de huir a la carrera. Sus perseguidores recibieron varios puñetazos y patadas antes de darle alcance y proceder a su detención. Fue tal su agresividad que llegó a romper un cristal del vehículo policial, momento en que apareció su pareja, arrestada también tras arremeter contra el coche y los propios funcionarios.
De nuevo en prisión, Rafael deberá cumplir la pena por el sonado asesinato de Carlos Jarry en un garaje de Arganda del Rey. Corría el 12 de enero de 2008 cuando, en base a lo expuesto por el Ministerio Fiscal, el apresado y dos de sus compinches, Ignacio y David, esperaron a que el famoso alunicero saliera de un aparcamiento, en el número 16 de la calle del Velero. Allí, Ignacio bajó de un coche de alta gama y disparó en repetidas ocasiones sobre su oponente, quien, a su corta edad (23 años) ya contaba con más de 30 detenciones a la espalda.
En el juicio, Ignacio aseguró que un mes antes del crimen dos personas amenazaron a su mujer en el portal de su casa por el supuesto robo de 40.000 euros al propio Carlos Jarry. Según su relató, él mismo llamó a la Policía días antes de que un amigo le dijera donde encontrar al alunicero para poder hablar con él y «solucionar el asunto», según recogió Ep el mismo día de la vista.
Pese a negar su intención de matarlo («Salí del coche y le pregunté si era Carlos “El Gordo” y que yo era el cuñado de Rafa. Me preguntó quién había sido la perra chivata que le había dicho dónde estaba. Yo ahí me quedé sorprendido y le dije que o dejaba en paz a mi familia o avisaba a la Policía»), el procesado reconoció que le disparó tras arrebatar el arma que portaba el propio Jarry: «Sacó un arma de una riñonera y yo me abalancé contra ella. Forcejeamos y hubo dos disparos. El arma se cayó en la acera contraria. En ese momento corrimos los dos y cogí el arma. Le dije que me dejara, pero él me enseñó el brazo, del que salía sangre, me dijo que no sabía lo que había hecho y amenazó con matarme a mí y a mi familia. En ese momento no sabía lo que hacer y disparé».
Finalmente, el tribunal condenó a penas de 16 años y medio y 15 a Ignacio y Rafael, respectivamente, –y solo de seis meses a David por un delito de encubrimiento– por el asesinato del primer rey de los aluniceros de Madrid. Su sucesor «El Pimiento», a finales de ese mismo año; y una década después el «Niño Sáez», correrían también la misma suerte.
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